París puede esperar – Paris Can Wait


Algo que no se valora lo suficiente en este mundo es el nepotismo. No hay nada mejor que ese método ancestral para encontrar curro y ganarte las habichuelas. Mira el hijo ese del que era presidente de la federación de fútbol y lo bien que medró o el del enano deshonorable y así podría seguir con una lista enorme. Yo se lo digo y se lo repito a mis amigos, que si me quieren enchufar en su empresa, que yo voy con los ojos cerrados, que a mi no me afecta para nada que después las lenguas viperinas se tornen negras alegando en la máquina del café en contra de mi. Esto viene a cuento porque es un elemento importante para comprender la película Paris Can Wait, la cual parece que estuvo en la cartelera española en junio con el título de París puede esperar.

Una julay hace un viaje en coche con un pavo que se la quiere empetar a base de bien

Una esposa de millonario trabajador tiene un problemilla de oído y recorre parte de Francia en coche con un chamo que tiene negocios con su hombre. El chamo para en todos y cada uno de los restaurantes a encochinarse con ella y busca el ángulo para empetársela hasta los pelos de los güevos sin que ella lo note demasiado.

El dato fundamental aquí es que la película la dirigió Eleanor Coppola, la esposa de otro que seguro que resulta fácil adivinar y que nunca jamás había hecho una película. Copiaron una idea de otras películas similares, con un viaje por carretera con una pareja extraña y en plan cómico pero aquí el fallo brutal es que la señora, por muy esposa que sea, no tiene ni puta idea de como desarrollar la historia y nos vemos obligados a mirar la misma escena una y otra y una y otra y una y otra vez. Son noventa minutos de más de lo mismo que se podían haber concretado en diez. La segunda vez aún divierte pero a partir de ahí cada nuevo ciclo es más antipático que el anterior y cuando no se les ocurre que más hacer para amargarnos, aceleran la película para llegar a París, que yo pensé que esto iba a ser como el Señor de los Julandrillos y tomaría cuatro horas y acaban la película de prisa y corriendo y con una sarta épica de polladas. La pobre Diane Lane debía estar muy necesitada de un cheque y se prestó a esta cosa y pese a que es una gran actriz, la mediocridad de la historia la hunde. Alec Baldwin fue más listo y sale al principio unos minutos y después ya no lo vemos más y encima aparece como protagonista.

En fin, que este tipo de experimentos puede provocar la ira y las ansias destructivas de los miembros del Clan de los Orcos y no tiene el empaque que buscan los sub-intelectuales con GafaPasta.


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