Tratando de dormir en los aviones


Yo ya estoy curtido en lo de los viajes a las Maldivas, que con éste que empezó el viernes, ya van cuatro, pero los tres anteriores fueron usando aerolíneas del grupo Lufthansa, que me daba la posibilidad de hacer un salto corto y después uno larguísimo y llegar y en esta ocasión la aerolínea elegida fue una de las de Oriente Medio, con lo que acabé con un salto de seis horas y pico y otro de casi cuatro, que puede parecer una ventaja pero que es una gran desventaja en la ida, ya que yo aprovechaba para dormir y en esta ocasión ha sido más difícil.

El viernes trabajé medio día, por la mañana  al mediodía comencé el cambio de escenario, pillando la guagua hasta la estación de Utrecht Centraal y allí cambiando al tren que me llevaba al aeropuerto de Schiphol. Allí me enfrentaba a la primera dificultad. Cuando saqué las tarjetas de embarque ondeline, no me las dieron y me decían que tenía que ir a uno de los mostradores de embarque, lo cual implica perder algo de tiempo. Como yo tenía reservada hora para el control de INseguridad, si me tomaba mucho tiempo me podía joder el sistema. Llegué a la zona y tuve suerte y se acababa de abrir un nuevo puesto para entregar el equipaje y me pillaron a mí. Me lo dijeron clarito como la luz que no sale de un agujero negro, tenía que enseñarles el código QúeRre que confirmaba que ya me registré legalmente para pedir la visa gratuita de turistas en las Maldivas. Les enseñé el susodicho y me imprimieron las tarjetas de embarque y me dijeron que me fuera a tomar por jauer. Conseguí acabar el proceso con quince minutos de tiempo así que busqué y busqué y busqué y encontré el acceso a la terraza panorámica del aeropuerto, en donde hay un avión Fokker aparcado y unas vistas muy lindas del aeropuerto.

Tras esto bajé a la terminal de salida y fui a pasar el control de INseguridad con mi código de acceso preferente, con lo que fue muy rápido, aunque el algoritmo decidió que me sobaran a mí y el chamo se ensañó y no dejó un músculo del cuerpo sin magrear profundamente. Después de eso, pasé el control de pasaportes y busqué la puerta de mi vuelo, que al ir fuera de Europa era en otras puertas. El embarque empezó con retraso y fue un caos total. A mí me dieron asiento de ventana pero cuando llegué al susodicho, estaba exactamente a la mitad del ala, con lo que en los vídeos se verá mucha ala è hice los vídeos muchas veces mirando hacia atrás. Tardaron casi una hora en llenar el trasto y cuando acabaron, el chófer ordenó cerrar la puerta y quitar el freno de manos. Los ruidos y los movimientos en los aviones grandes son diferentes a los vuelos de bajo o bajisimo costo. El avión era un Boeing 777-300ER, de la compañía esa a la que se le han caído varios aviones y estampados otros recientemente. A mí lado no iba nadie así que entre el que iba en el pasillo y yo teníamos un asiento vacío. Despegamos hacia el norte y después tiramos hacia el este, pasando por encima de Ámsterdam.

Al rato ya empezaron a darnos cosillas para comer y beber y pronto vinieron con la comida, que tenía pollo, carne de vaca o pasta vegetariana entre las opciones. Yo tiré del pollo, que también venía con pasta. Las cantidades eran más que considerables y acabas encochinado, lo cual me provocó el sopor, que era lo que yo quería, así que me puse mi mascarilla para dormir fastuosas y facinerosa y conseguí dormir al menos tres horas. Para cuando me desperté ya nos estaban encendiendo luces y haciendo ruidos porque quedaba algo más de una hora para el aterrizaje en Doha. Durante el aterrizaje, otro avión iba paralelo al nuestro, en una especie de competición. Tras aterrizar, entramos en el aeropuerto, que es gigantesco y tenía que ir desde un extremo al otro. La mielda más grande de ese aeropuerto es que en el punto central, vengas del lado que vengas, tienes que pasar un nuevo e inútil control de INseguridad, en el que te vuelven a quitar los líquidos. No tiene ningún sentido, así que supongo que lo hacen para que la gente gaste en sus tiendas. La última vez que pasé por ese aeropuerto, camino de las Filipinas hace la tira de años, pasé unas tijeras en mi equipaje de mano, que no detectaron ni en Ámsterdam ni en Doha ni en Manila, lo cual sirve para recordarnos que estos controles son mayormente un paripé.

Después de la pérdida de tiempo del control, seguí caminando y llegué a la puerta de embarque. Tenía asiento en la FILA SESENTA Y SIETE, algo imposible porque esos aviones no tienen tantas filas, pero al entrar descubrí que se saltaron decenas completas de números. El avión iba petado de gente y quince minutos más tarde salía otro en dirección a Malé de igual tamaño. Después del despegue comenzaron los menos de las azafatas y nos ofrecieron la comida, que era el mismo menú de la vez anterior, así que esta vez elegí albóndigas de carne de vaca, me encochiné y conseguí dormir algo más de dos horas gracias a mi antifaz turbante, que después hubo gente que me dijo que no pudieron dormir porque abrieron las persianas de las ventanas y dejaban entrar la luz a propósito.

Después de aterrizar, como el aeropuerto de Malé sigue sin abrir la terminal nueva, nos descargaron con guaguas que nos llevaron a la terminal del Pleistoceno. Allí me sellaron mi pasaporte y super-hiper-mega rápido, estaba en la calle cogiendo un taxi para ir al Club de buceo, pero eso lo dejo para el siguiente episodio.

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