A la pata coja


Ya lo decía Yoda, aquel comemielda enano verde que no sabía ni hablar y que entrenaba payos en la Guarra de las Galaxias: El miedo, camino al reverso zarrapastroso es. El miedo conduce te a la ira. Te la ira conduce al odio. El odio te conduce al sufrimiento. Y de ahí, a político

La clase de la semana pasada de patinaje sobre hielo fue la de tantear nuestros límites y enfrentarnos a nuestros miedos. A estas alturas está más claro que el agua en mi clase que yo soy el puto amo. Un montón de gente que comenzó con nosotros ha ido desapareciendo y de los que quedamos, yo me muevo en la liga de Campeones, aunque claro, ellos nacieron cabezas de queso y aquí todo el mundo sabe como practicar el patinaje de velocidad sobre hielo y yo nací para convertirme en el gran campeón africano, el orgullo del continente, el ojito derecho de dictadores, reyezuelos y presidentes autonómicos corruptos. Lo llevo en la sangre y da igual lo que haga, siempre salta a la vista.

Al comenzar la clase la semana pasada hicimos unos cuantos ejercicios básicos y la profesora nos digo que había llegado la hora de encontrar nuestro equilibrio a la pata coja. La idea es que al impulsarte, todo tu peso descansa sobre el otro pie y cuando acabas el impulso, recuperas la pierna que has despatarrado, la traes poniéndola por detrás tuyo en alto, con la cuchilla apuntando hacia atrás y la dejas ahí un tiempo antes de bajarla, balancear el cuerpo, aprovechar el impulso gravitatorio y repetir el ejercicio con la otra pierna. Todo esto bajando el centro de gravedad, con la barriga metida para dentro, algo fácil y sencillo cuando eres bulímico-anoréxico como yo, mirando diez metros al frente y moviendo las manos como si estuvieras bailando el charlestón. ¡Chupadísimo! La tía nos muestra el ejemplo y nos dice que demos tres vueltas. Yo tengo mi rutina. Empiezo a patinar y soy como un citroen de los de antes, de repente bajo el centro gravitatorio, enderezo la espalda, pierdo la vista, respiro hondo y comienzo a patinar rítmicamente. De alguna manera, levantar la pata y quedarme a la pata coja me pareció de lo más normal y no tuve problema alguno. En seguida lo estaba haciendo, contando despacio para intentar tener el pie en alto al menos tres segundos, en plan bailarín: uno, dos y tres, cambio de pezuña, uno, dos y tres, nuevo cambio, uno, dos y tres y así sucesivamente. Encontré mi ritmo y avanzaba por la pista sin más problemas. Además, sin poder verme, suponía que estaba levantando las piernas bien, algo que me confirmó la chocha de la profesora. Tras un par de ejercicios en solitario, tuvimos que ir en parejas y controlar al compañero y darle consejos. A mí me tocó una que parece más bruta que un arado. El concepto lo conoce, es decir, ha comprendido la teoría, pero se pierde en la ejecución. De entrada no baja el centro gravitatorio aunque eso quizás sea por las lorzas laterales que tiene. Después, no se despatarra lo suficiente y al levantar el pie, lo tiene en el aire menos de un cuarto de segundo. Así, acaba pareciendo un pato que se arrastra por la pista. Parecíamos Gene Kelly y Lina Morgan. La traté de corregir pero es que yo creo que lo más sencillo sería amputarle las piernas, ponerla sobre una tabla y que se arrastre por el hielo. En cualquier caso, conmigo la teoría funcionó y mi profesora no se cansaba de mirarme, de ver como ahora trabajo en incrementar la velocidad y como ella dice, usar el cambio de piernas para generar algo de energía extra que me impulse. Al despatarrarme, lo hago lentamente y la pata más alejada regresa con gran elegancia mientras se levanta y se prepara para sustituir a la otra en el hielo. No hace falta que lo diga yo ya que lo dice hasta el Rubio: soy lo más. La clase fue un éxito completo y se me pasó volando.

Al acabar, el Rubio le compró las fundas para proteger las cuchillas de los patines a su hija, la cual acaba de efectuar la transición desde los patines de niños a los de mujercita y tras esto, regresamos a la pista para veinte minutos adicionales de práctica. El Rubio está practicando el cruce de piernas en las curvas, algo que a nosotros nos pilla lejos y que no quiero deprimirlo diciéndole que con los patines en línea se me daba de puta madre y con estos las veces que lo he intentado también se me da. En fin, que al terminar, sudando como bellacos, nos tomamos un par de cervezas Jupiler mirando a las chochas de la pista de patinaje artístico y a sus compañeros julandros y julandrones y después recogimos nuestras cosas, le di sus dos magdalenas y su cerveza Erdinger y salimos juntos para buscar mi bicicleta y su coche. Al despedirnos, me dio un fuerte abrazo y me dijo que tuviera cuidado en Estambul y que me divirtiera, además de mandarle recuerdos al Turco. Regresé a mi casa pedaleando como si llegara tarde, por el puro placer de hacer ejercicio y para cuando llegué, estaba tan rendido que fue darme una ducha e irme a dormir.


8 respuestas a “A la pata coja”

  1. Dan ganas de verte patinar, por como detallas los movimientos. Creo que hasta sería capaz de pagar alguna «módica» entrada para verte. jajaja…
    Lo de Gene Kelly y Lina Morgan ha estado muy bien.

  2. A mí me parece eso que cuenta como hacer encaje de bolillos con los codos, qué dificil. Pobre chica de las lorzas, no te metas con ella, que eso debe ser muy dificil, yo todavía estaría buscando mi centro de gravedad, que seguro que se me ha caído en algún sitio y no lo he recogido. Por cierto, qué buenas la Jupiler, ya me tomaré alguna en Brujas, aunque qué cerveza me recomiendas que pruebe, eso sí que sea tipo Pilsen, que las que son muy fuertes no me gustan.

  3. Leffe, particularmente la Leffe Dubbel y la Leffe Triple. A mí no me gusta mucho la Brugze Zot pero mi amigo el Rubio la adora. Procura ir a sitios en que la tengan de grifo y no de botella. La Palm no es fuerte y es la favorita del Turco. Es deliciosa. La Brugge Blond es también muy rica, aunque la última vez que estuve costaba encontrarla. Igual te gustan las KRIEK. Son cervezas afrutadas con poco alcohol o como diría mi amigo el Moreno, cervezas para mujeres y maricones.

  4. Seguro que si la chica que te tocó de compañera estuviese como la profesora no te quejabas tanto de su «centro de gravedad».

  5. Dices que no te gustan las cervezas fuertes. Las Pilsen están a un paso del metrosexualismo. Las kriek son abiertamente julandronas. Las dubbel o triple son para hombres de verdad.