Al límite


Los días previos a estas vacaciones de octubre han sido de esos que nos recuerdan que de cuando en cuando las cosas se tuercen y salen mal. Esta semana hubo una conjunción de desastres: mi jefa cogió la gripe, mi compañera de despacho cogió algo que suena más a pulmonía y a mí me toco bregar con todos nuestros enemigos durante tres días porque el miércoles salía de vacaciones. He sudado tinta para hacer algo tan sencillo como enviar uno de nuestros productos a una feria que se celebra en Dubai. Creedme, la eficacia japonesa es un mito tan absurdo como el de los Reyes Magos. La cantidad de horas y de reuniones que he tenido que gastar para cumplir una tarea que se me asignó hace dos meses ha sido superior a la empleada habitualmente para dirigir la introducción de un producto en toda Europa.

El miércoles salí de la oficina y llegué a mi casa para ponerme a cocinar como loco junto con mi madre. Hoy comenzábamos una mini-gira turística por los Países Bajos y por la tarde venía mi amigo el Rubio con esposa e hijos para cenar en mi casa con nosotros así que hemos dejado la comida preparada desde ayer. Pese a todo, horrible atasco que casi nos saca de los nervios y que nos hizo llegar a casa con media hora de antelación. Por suerte todo salió bien. Estamos en familia y los nueve que nos sentamos a la mesa comimos y bebimos hablando en tres idiomas distintos sin más problemas.

Para los próximos días la planificación es terrorífica. Además de las maratones que nos vamos a pegar, tanto el Rubio como el Moreno e incluso el Niño han colaborado en diferentes asuntos. Algunos me han prestado equipo, otros han solucionado problemas y gracias a eso no he terminado desquiciado. Veremos como acaba la cosa. No esperéis complejas anotaciones por estas tierras. Estamos en modo de supervivencia y salvo por las anotaciones de Cine que ya están escritas y por las fotos, no sé si habrá algo más.


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