Algo que aprendimos de ellos


Una de las cosas más maravillosas que nos trajo esta década fue el fabuloso descubrimiento de que somos opresores, que los gloriosos tiempos del Descubrimiento y la Conquista de América no quedaron atrás, los estamos viviendo de nuevo y podemos mostrar lo peor de nosotros mismos con orgullo y con la satisfacción tan grande que te queda cuando jodes al prójimo.

A mí me educaron creyendo que era ciudadano de un país con diferentes regiones y resultó que en el noreste teníamos esclavos, una gentuza y ralea de la peor, chusma y gentuza deleznables, los conocidos como truscolanes, catalufos, calamares o como los queráis llamar. Esa miasma repugnante ha estado sometida a nuestra ocupación durante siglos o eso parece y su gran nación fascista ha sufrido porque nosotros pusimos nuestras fábricas allí y comprábamos sus productos. Nos tienen asco y lo bueno de estas cosas es que se aprenden super-rápido.

No me costó ni dos parpadeos desarrollar el asco recíproco. Ahora no consumo sus productos, no viajo a su tierra y no me canso de explicar a todo el que me quiere escuchar en los Países Bajos las falacias de esa chusma y gentuza de la peor, con ejemplos claros y contundentes. Como muchos, celebro los cambios de sedes sociales y fiscales de las empresas que están ubicadas allí, apunto el nombre y hasta que no hayan erradicado hasta el último de sus recursos de ese lugar sometido, de esa colonia, no pienso volver a gastar dinero en sus productos. De cuando en cuando algún esclavo de esos se me acerca para preguntarme algo en Amsterdam, casi siempre tras haberlos escuchado hablando anteriormente en su zafia lengua y cuando eso sucede, pongo la mejor de mis caras de desprecio eterno y los dejo con la palabra en la boca. Roma no pagaba a traidores y yo ni me molesto en hablar con ellos.

Como llegamos a esto. Ellos se lo buscaron. Igual nadie les contó que si hay algo que nuestro código genético tiene muy reforzado es la venganza y esta es la hora de aplicarla con toda la saña posible hasta que los devolvamos a la Edad de Piedra. Por si faltan ideas, quiero recordar que los moros nos dan algunas muy buenas, como el cierre del espacio aéreo que le hacen a los de Qatar. España se lo hace a cualquier avión con origen o destino en truscoluña y que Dios los ayude pasando por encima del espacio aéreo francés, ese en el que tres de cada dos días hay huelgas de controladores. Quitarles el MWC, sacar a sus equipos de las ligas españolas y por supuesto, legislar para que la doble nacionalidad con esa mierda de tierra de pordioseros sea un crimen serían cosas dignas de celebrar a lo grande, igual que devolver a todos los estudiantes suyos en universidades de otros lugares de Europa chupando de subvenciones nuestras. Nunca aprendemos pero el fascismo no se combate, se extermina.


2 respuestas a “Algo que aprendimos de ellos”

  1. Ya, lo que detiene mi venganza práctica es que la mayoría de ellos, los no independentistas, son españoles como nosotros, así que me limito a la verbal y teórica que contiene de todas maneras, una buena cantidad de veneno corrosivo sin antídoto posible una vez de que los identifico como truscolanes de mierda, pero los catalanes, me siguen cayendo genial… 🙂
    Salud

  2. Si hay alguien que ha permitido esto son los que están dentro, que toleraron que destruyeran su vínculo con la lengua española, permitieron que se adoctrinara a los niños y teniendo árboles, no colgaron como bola de Navidad de alguno de ellos a cierta zorra zarrapastrosa que gana más que el presidente del gobierno y dice ser anarquista.

    También es muy significativo que el deshonorable se comprara una putita rumana, está claro que las truscolanas deben ser machorras asquerosas cuando hasta el primero de ellos prefiere una gitana rumana y tiene dos hijas con ella, que mucha pureza de raza no veo en esa familia. Espero que las chiquillas no saquen el flequillo o si tienen aún más suerte, el padre es alguno de los que se trabaja la madre por un puñado de leuros en algún callejón cercano al centro de la ciudad cuando va por allí a acosar turistas y tratar de sacarles dinero por darles una flor o en su defecto, robarles la cartera.