El cine de terror tiende a ensañarse con los adolescentes. Junta a un puñado de estos y seguro que les pasa algo malo. Es como una maldición que tienen. Y siempre les sucede cuando se van al campo o de excursión o a la playa. De hecho, si hubiese nacido en los Estados Unidos, creo que en la vida habría salido de mi ciudad para evitar este tipo de desgracias. Por suerte en Europa las cosas no pintan tan mal y pude tener una adolescencia más o menos anormal, como seguro que ha sido el caso de todos aquellos que me leen. La última de estas películas de terror juvenil se llama All the Boys Love Mandy Lane.
La julay de la Mandy Lane está pa’ metérsela hasta los güevos
La tal Mandy Lane es un cacho de carne follable con ojos que está en plena ebullición hormonal y lo sabe. Se pasea por el instituto calentando a todos los machos mientras se hace la fría. Después de una entrada espectacular con muerte de compañero de clase incluida, se va de fin de semana con un pequeño grupo de compañeros de clase. Su destino es el rancho del padre de uno de ellos y allí se emborracharán, se bañarán y acabarán follando como conejos en cualquier rincón, o al menos ese es el plan. Después de llegar al lugar y comenzar las celebraciones, comienzan los problemas. Poco a poco irán cayendo de formas bastante crueles a manos de un psicópata al que no podemos ver pero que es definitivamente de este mundo.
Si hay algo que siempre nos fascina es la crueldad. Cuanta más, mejor. Aquí hay un montón de ella, hay ensañamiento sin razón aparente y esto mola un montón. Los jóvenes, por supuesto repelentes, con sus cuerpos perfectos y su estupidez tan característica, irán cayendo como moscas y nosotros, el público, lo celebramos. Algunos se lo merecen más que otros y para cuando llegamos a la traca final ya te estás comiendo las uñas de los pies con la angustia. Un guión entretenido, un montón de carne ligera de ropa, un cuchillo bien afilado y una buena dirección son razones más que suficientes para que el producto final sobresalga de la media y merezca nuestra atención.
Avisa a los colegas y vete a pasar un buen rato entre sustos y escenas que haces como que no miras por repulsión aunque todos sabemos que sí lo estás haciendo.