Casi hemos acabado y no quiero dejar de insistir en el orden adecuado de las historias, que es el siguiente: Comienzo del viaje, Arabia Saudita, Qatar primera y segunda parte, Moscate, Camino de Sur y Sur, primer y segundo y tercer, cuarto día y vuelta a Moscate. Los últimos capítulos hasta el momento han sido turismo en Moscate I y turismo en Moscate II.
Cuando fui a facturar me encontré con dos chicas encantadoras en el mostrador de facturación. La que me hizo el trabajo se quedó fascinada con mi pasaporte español, que tiene en cada página un dibujo de un animal o de una flor. Se empapó el pasaporte completo admirando los dibujos y diciendo lo mucho que le gustaba. Las chicas me consiguieron ventana en ambos vuelos y se portaron como ángeles. Después de pasar los múltiples controles de seguridad en el aeropuerto, busqué un sitio tranquilo para escribir. La zona de salidas del aeropuerto de Seeb está dividido en cuatro. En uno de los cuartos está la tienda libre de impuestos, en otro hay restaurantes y oficinas y los dos restantes son dos inmensas salas de espera. Una de ellas estaba hasta la bandera, llena de gente, sobre todo hindúes. La otra estaba totalmente vacía a excepción de un policía. Me decidí por esta última y me senté cerca del poli. En las siguientes horas, todos los hindúes que trataron de sentarse en aquella zona fueron expulsados. Según el policía, esa zona estaba cerrada. Yo debía ser parte del mobiliario, porque a mí nunca me dijo nada. Más tarde vino una familia de alemanes y ellos también parecían estar exentos de cumplir la orden de cierre. El policía era hindú también. Da un poco que pensar. Está claro que mi origen me convierte en ciudadano de primera.
Como parece ser la norma en estos vuelos, nos llamaron para embarcar más de una hora antes de salir. En la sala de espera estábamos un grupo de europeos, algunos hindúes y dos grupos curiosos: unos eran jugadores de tenis de todos los países del golfo, que debían haber venido a algún torneo. Llevaban unas mochilas monstruosamente grandes en donde guardaban las raquetas. Los chiquillos estaban controlados por uno de esos ?hermanos, un tipo que vigilaba para que no se salieran del tiesto y no se mezclaran con nosotros. El otro grupo era un montón de azafatas y un capitán de Air Gulf, la compañía con la que volaba este primer trayecto. Las azafatas eran todas de distintos países. Parecía haber dos bandos, las europeas y las asiáticas. Todas se agarraban con ansia a sus teléfonos móviles y mandaban mensajes continuamente. Entre todas ellas resaltaba el capitán, un anciano de barba blanca que me recordaba mucho al capitán Nemo. Recé para que no fuese él nuestro piloto. Desde ya quiero pedir que pongan más ordenadores en los aviones y eliminen a los puteros que van delante conduciendo. Yo me fío más del equipo informático. Ese señor debía haber ido a la escuela con los grandes faraones. Entre las asiáticas me llamó la atención una que era idéntica a mi amigo el chino pero en versión femenina. Siempre he pensado que mi amigo es cabezudo, pero ahora veo que no. Aquella tenía por lo menos un veinte por ciento más de volumen en la testa. Como su uniforme incluye un gorro y un velo que cae por detrás de la cabeza, parecía un papahuevo como los que se pueden ver en la fiesta de los enanos en la Palma. Esa tía te arrea un cocazo y te manda a urgencias directamente, por no pensar como coño la echó la madre del vientre, que ese cabezón tiene que doler cuando iba saliendo.
A la hora de mandarnos al avión, uno de los que comprobaban las tarjetas de embarque se fue a abrir la puerta y el hombre lo intentó de todas las formas posibles, pero no lo consiguió. Se puso rojo de la vergüenza, con todos nosotros mirándolos y riéndonos abiertamente de él. Algunos se ofrecieron a ayudarlo, pero él rehusó las ofertas. Buscó ayuda y entre dos consiguieron destrabar el mecanismo. Nos metimos todos en la guagua que nos llevaba al avión y arrancamos. Ya he expresado mi poco aprecio por los aviones grandes. Este era un Airbus A340-300, un pajarraco monstruosamente grande. No éramos muchos y parecíamos estar agrupados en el mismo segmento del avión. A mi lado me tocó una de las azafatas europeas, una rubia guapísima. La tía se pasó el vuelo tratando de conseguir conexión con el móvil que no apagó para mandar SMSs. Sí, aunque parezca increíble no lo apagó y lo usó para mensajería todo el tiempo, aunque creo que sin éxito. Cuando no mandaba mensajes despellejaba a las azafatas asiáticas con una australiana. Las pusieron de putas para arriba. No se les escapó ni una. De vez en cuando hablaba conmigo, sobre todo porque veía que yo no me perdía ni un punto de su conversación. Aquella tía era Cruella de Vil reencarnada. Cuando nos trajeron la comida me dijo que ni me molestara en probar uno de los platos, que aquello era una mierda. Le hice caso, porque sólo el olor impresionaba. Aterrizamos en Bahrein sin problemas.
Sólo tenía una hora para hacer la conexión con mi otro vuelo, el que me debía llevar de vuelta a casa. Pasé el control de seguridad y de pasaporte que como siempre tomó una eternidad. No tuve tiempo de ver la tienda libre de impuestos que parecía absolutamente increíble. El aeropuerto es una pasada, el mejor que he visto en esa zona. Aparentemente a las dos de la mañana salen un montón de aviones hacia Europa y ese es el Hub. Habían vuelos previstos a Zurich, Frankfurt, Paris, Ámsterdam y Londres, así que se montó un cambalache de pasajeros entre aviones. Aproveché para ir al baño y he de decir que es el más guarro que he visto en mucho tiempo. Había un tipo sentado en la puerta que yo supuse que lo limpia de cuando en cuando, aunque cuando uno ve el estado en el que se encuentra, está claro que no. En uno de los lados del baño habían una especie de lavapies, rarísimos. Justo antes de entrar me fijé que el tipo que estaba al lado mío tenía el asiento 14A, exactamente el mismo que yo. Me dio un poco de mal rollo pero pensé que eran imaginaciones mías propias del cansancio. Cuando entraba al avión, me paró el que recoge las tarjetas de embarque y me dijo que me cambiaban el sitio. Me dieron el 15A.
Había una mujer que pretendía que le dieran dos filas completas para poder acostar a sus hijos. Los tíos le trataban de explicar a la mujer que no era posible pero ella seguía dale que te pego. Cuando entramos descubrimos la razón. El avión iba totalmente lleno. Ni un solo asiento vacío. Hubo tres o cuatro personas que tuvieron problemas con su equipaje. El concepto de equipaje de mano parece ser muy amplio y algunos se presentan con unos trolleys que no entran ni de coña en los compartimientos sobre la cabeza. Las azafatas lo intentaron todo, pero aquello no entraba. Al final se lo llevaron para adelante y supongo que los pondrían en algún rincón.
Sobre el vuelo, poco que contar. Dormí cerca de cuatro horas y el resto me lo pasé viendo los vídeos. Llegué agotado a mi casa, cerca de las ocho y media de la mañana. Han sido exactamente seis días y veintitrés horas de aventura.
Fin
4 respuestas a “Bahrein y vuelta a casa”
Vaya, parece que me he perdido todo tu viaje. En fin, que en un momentito me lo leo todo y me pongo al día. Generalmente, cuando el «equipaje de mano» no cabe en los bins (los huecos de encima de los asientos) los apartan para bajarlos a las bodegas, con el resto del equipaje. Qué malvada la australiana, venga a criticar a las pobres asiáticas. Habría que escuchar lo que decían las asiáticas de ella 🙂 Besillos!
Yumiko: ya puedes comprar un cubo de palomitas de maiz, porque esto no se lee en un momento. No bajaron los maletones a la bodega. Lo sé porque al llegar se los alcanzaron antes de que abrieron las puertas. Supongo que el piloto puso los bolsos junto al embrague y el acelerador.
…un papahuevo como los que se pueden ver en la fiesta de los enanos en la Palma
Por favor, creo que hablo en nombre de todos tus lectores peninsulares cuando solicito un post y encuesta sobre los papahuevos 😉
Ayer estaba comentando con bleuge que seguro que los que no son de Canarias no saben lo que es un papahuevo.
Copiando descaradamente de http://www.microlapalma.com/guanche.htm he encontrado esta definición:
Papahuevo: Figura gigante utilizada en los pasacalles de las fiestas.
Otro artículo bastante completo lo podéis leer en http://www.infonortedigital.com/index.php?target=reportajes/index.php&seccion=27&id=62&npagina=1
Creo que los papahuevos equivalen a los gigantes y cabezudos de otras fiestas peninsulares ….