Casi veo esa luz al final del túnel


No es cierto que se vea la luz al final del túnel. En los momentos finales de mi vida que sucedieron esta mañana, ni luz ni nada de nada. Retrocedamos en el tiempo unas horas. Hoy mismamente tenía que viajar por motivos de nómina. Como me dan un salario indigno, me obligan a producir cosas para ellos y entre estas, una vez al año tengo que acudir a una odiosa reunión en Londres en las que nos sentamos en una mesa redonda y nos machacan con presentaciones aburridas hasta implorar que dejen de torturarnos. Por eso, esta mañana, en lugar de ir al trabajo, me hice unos Pannenkoeken para desayunar y sobre las ocho me iba en bici a la estación de Utrecht Centraal, rutina que tengo muy trabajada. Allí tomaba el tren que va directo a Schiphol, el aeropuerto junto a la ciudad de Amsterdam y me encontraba con el colega que me iba a acompañar en esta penosa tarea. Pasamos el control de pasaportes, ya que el Reino Unido está en la parte rastrera del aeropuerto, esa misma a la que añadirán truscoluña si alguien por fin los bota de nuestro continente para siempre y nos tomamos unos cafelitos en el aeropuerto mientras esperábamos el embarque en nuestro vuelo de British Airways, aerolínea del grupo lIBERIA. El avión era como muy grande, un Boeing 767. Embarcamos a la hora prevista y lo bueno de estos vuelos regulares es que no van muy llenos y el embarque es más relajado. Nos apalancamos, pasamos por las rutinas habituales, cerraron las puertas, nos soltaron los rollos de siempre, vimos el cutre-vídeo ese en el que en el poco probable caso de que el piloto aterrice sobre agua tenemos que quitarnos los zapatos de tacón y tirarnos al agua con nuestros maravillosos chalecos salvavidas que vienen equipados con luz, con pito, pero que carecen de un puerto USB para recargar nuestros dispositivos móviles que ciertamente nos llevaremos. Empujaron el avión y lo pusieron en carretera …. y no pasa nada. Pasan los minutos y el piloto nos informa que el sistema de arranque está escoñado, que por más que pone la llave en el contacto y le da a la cosa, no arranca y no sabe si es de batería o de otra cosa, pero que cree que cierta válvula se escoñó y por consiguiente, el motor no recibe el aire que debe para ponerlo en marcha. Lo sigue intentando y después de un rato nos dice que viene un experto. Yo que hice unas prácticas avanzadas universitarias con Uno+cero en tiempos muy pasados, me conozco el cotarro de las averías de avión como si yo mismo los diseñara. El experto vino, hizo el paripé y nada, que no arranca. Entonces nos dicen que nos van a volver a remolcar hacia la pasarela para intentarlo allí con mediación divina. Lo hacen y nada, que no arranca el motor. El hombre nos dice que necesitan soplar aire por un tubo o algo así pero que por normativa no lo pueden hacer mientras estamos conectados, así que nos desconectarán, nos empujarán hacia atrás, pondrán una máquina sopladera en la parte de atrás, soplarán hasta quedarse sin fuerzas, arrancará un motor y después el segundo va suave. O eso, o nos bajamos todos y empujamos. Para hacer esta tarea primero tienen que pasar unos quince minutos en los que el experto y sus amigos del sanedrín de expertos comprueban algunas otras cosas y hacen un montón de papeleo que tiene que firmar el piloto. Dicho en plata, se lavan las manos como truscolano-de-mierda y si algo sale mal, no será culpa suya. La aviación es la única industria chiflada en la que si se funde una bombilla de las luces de la cabina, el avión se queda en tierra y ni de coña puede despegar, pero si el sistema de arranque no funciona, haces un apaño y te dejan ir. El piloto nos daba tanta información que había algunos que ya caminaban de rodillas por la cabina implorándole a uno u otro dios que no existe que hiciera varios milagros.

Tras el papeleo, nos empujan, nos enfilan de nuevo en la pista y después de diez minutos escuchamos como si hubiese un chamo en algún lugar del avión con un taladro haciendo agujeros por todos lados, un ruido fortísimo y preocupante. El colega estaba desarretado con su equipo de manitas, con unos ruidos espeluznantes hasta que oímos como que el primer motor arranca. A esas alturas, los que tienen un poco de miedo a volar ya tenían sus asientos canelos de la diarrea tan grande que les había entrado. Las señales que apuntaban hacia el túnel ese que tiene la luz eran clárísimas. Arrancó el segundo motor y tuvimos una nueva tanda de ruidos de taladro espectaculares tras la que el piloto nos dijo que podíamos salir. Nosotros íbamos con los dedos de los pies cruzados, esos con las uñas enormes que uno no se corta para poder agarrarse a un tubo como cuervo a un cable eléctrico si fuera necesario. Yo pensaba que como se le cale el motor, estamos jodidos y mal pagados. Aún daba más mal rollo que un coche amarillo nos seguía por la pista todo el tiempo, como documentando todo haciendo un vídeo con el teléfono por si nos escoñábamos para ponerlo en el llutube. Aproveché para mandarle un par de mensajes al Rubio informándole de mi muerte casi inminente, de que mi precioso teléfono Nokia LUMIA no era para él ni de coña y también recordándole que era fácil identificar mis restos si nos escoñábamos. Hasta la señor que limpia el retrete tiene un iFone o un Androitotorota, pero un Güindos Fon es algo muy exclusivo que solo llevo yo, así que en el poco probable caso de que nos escoñemos, que les diga a las autoridades que el del teléfono ese soy yo.

Nos hicieron ir hasta la puta Polderbaan, la pista que está como a un montón de kilómetros del aeropuerto, con el coche amarillo siguiéndonos. Yo le decía a mi colega que nos estaban colocando en línea directa con los bloques enormes de pisos para terroristas-musulmanes-de-mierda, ya que así, si nos estampamos, nos llevamos por delantes unos cientos de esos. En la cabecera de pista el colega del coche amarillo se quedó esperando a que sucediera, nosotros despegamos y el piloto consiguió que no se le calara, ya que todos sabíamos que ni de coña volvía a poner el motor en marcha. Cruzamos lo que nos separa del Reino Unido en cuarenta minutos, pasamos media hora dando vueltas sobre Heathrow hasta que se nos permitió aterrizar y cuando lo hicimos respiramos tranquilos. Por culpa de este drama que podía haber tenido consecuencias brutales para el mejor blog sin premios en castellano llegamos a la reunión medioambiental de mi compañía con una hora y cuarto de retraso, nos ahorramos la primera siesta y entramos directos para el almuerzo.

Mañana regreso al país de los tulipanes futuros que aún no tenemos y si no aparece nada publicado por la noche, seguramente regresé en el mismo avión y se me acabó la suerte … … y después hay julays que me preguntan como puedo volar tan tranquilo con Ryanair, Easyjet o Wizzair … con esos estas cosas no pasan porque sus aviones son nuevitos ….


5 respuestas a “Casi veo esa luz al final del túnel”

  1. No te preocupes, yo estoy haciendo mi cruce especial de dedos y la polla para que no pase nada y te pueda seguir leyendo, si palmaras seria un aburrimiento sin poder leer nada sobre truscolanes, ni terroristas moros, ni cabezudos coreanos, ni…en fin todas esas cosas que tanto me gusta leer, así que tranquilo, mañana estarás en comequesoslandia sin problemas o con ellos, pero estarás, palabra de carcamal asturiano… 🙂
    Salud

  2. Tendría huevos que después de coger troporromil vuelos por ocio y vicio al año, te fueras a escoñar justo en el casi único que haces por trabajo. Tu ángel seguro que no lo permite, sería una mancha en el currículum!

  3. Estoy con Virtuditas, palmarla en un vuelo de trabajo NO MOLA X-D

    De todas formas, la luz aparece cuando la palmas y tu cerebro emite las últimas instrucciones de alarma, donde las neuronas entran en pánico y se produce algo parecido a la instrucción «Halt & catch fire» (estupenda serie, por cierto), no antes. Lo que sucede justo antes es que pasa toda tu vida por delante de tus ojos. De ahí que hayas recordado aquella maravillosa práctica de «expertos» que hicimos en la universidad.

    Como te sucede a ti, la gente se sorprende que constantemente vuele con Ryanair. Y yo no me canso de decir que, hasta la fecha, y mira que van ya vuelos y vuelos con ellos, no he tenido más problema que el que montan los viajeros en la puerta de embarque porque no se leen las putas instrucciones e intentan colar contenedores industriales como equipaje de mano. En cuatro años que llevo volando con ellos casi todos los fines de semana, apenas recuerdo tres o cuatro retrasos considerables y ningún otro contratiempo que, como decía antes, no haya sido originado por el pasaje.

  4. Uno+cero, ese es el único vuelo en el que no puedo elegir, me obligan a ir con la línea inglesa del grupo liberia. Yo veo la luz mucho antes porque soy un precursor y un pionero.