Charlar


Estando en la playa de la Garita escuchando un audiolibro descubrí que soy un experto en charlar, que es la forma más aproximada en el español que encuentro para lo que en inglés llaman small talk, aunque ahora que lo pienso, igual también se puede traducir como paliquear o cháchara. De siempre lo he sabido aunque nunca lo había etiquetado como algo que algunas personas tienen y otras no. Al hacerlo de manera regular y en todos lados, creía que todos los seres humanos según salen a la calle charlan con otros pero resulta que no, que los que iniciamos la comunicación somos un grupo muy específicos, en el que también se incluye a las noveleras y alcahuetas como las que vivían en la Isleta, el barrio de la ciudad de las Palmas de Gran Canaria en el que me crié y por supuesto mi madre, que hizo el doctorado en al menos tres universidades en este tema.

Quizás por esto, siempre me fascina la preocupación que tienen muchos conmigo porque me voy todos los años a Asia de vacaciones solo y sobrevivo allí durante varias semanas sin problemas. Lo que esa gente parece desconocer es que yo estoy creando nuevas relaciones todos y cada uno de los días, conozco gente, charlamos y hasta nos convertimos en amigos o enemigos gracias a aquello que se inició como una charla. En cualquier entorno en el que me encuentre, una de las primeras prioridades es construir una red de comunicación. Lo hago de manera instintiva y por eso, soy una de las dos personas en la oficina que recibimos invitaciones para comer tarta en todos y cada uno de los cumpleaños que suceden en el edificio o cualquier otro evento. Todo el mundo me conoce, hablo con todo el mundo y recuerdo detalles banales de cada uno que me sirven para intensificar los enlaces y que la gente me asigne una prioridad mucho mayor que al resto. Hoy por ejemplo en la oficina me invitaban a comer tarta en el departamento logístico y a la misma hora los programadores me invitaron a comer galletas (o galletones porque cada una es del tamaño de un disco compacto y gordas como libros de doscientas páginas) y la recepcionista me trajo un trozo de un pastel que hizo ayer. Por supuesto, para no perder mi cuerpo noréxico-bulímico fui a los dos primeros eventos sin probar nada y me comí el pastel de la señora, que no era muy grande y estaba de cagarse. Por mi capacidad para charlar, el lunes estaré ayudando a un colega a hacer fotos de un producto en un escenario muy determinado, los de marketing están haciendo otras cosillas conmigo y tengo un par de misiones secretas que culminarán ese día y que me encargan porque saben que todas las barreras que se han creado entre los diferentes departamentos de la multinacional no me detienen y puedo evitarlas sin que se me cambe la peluca.


3 respuestas a “Charlar”

  1. Ciertamente. Igual que tampoco hablo en la guagua o el tren. Los medios de transporte públicos están excluidos de mi zona de interés