El viernes estuve en Amsterdam para una sesión combinada de cena en chino seguida de cine y luego copas en Rembrandtplein. A la cena sólo íbamos yo y mi amigo el chino.
Lo que para nosotros aquí arriba es una cena, para los españoles es una merienda, más que nada por la hora. Nos fugamos del trabajo a las cuatro y media para coger el tren de las cinco y estar por allí antes de las cinco y media. Con la película comenzando a las siete y media, no teníamos mucho tiempo. Elegía yo el restaurante, así que fuimos al New King, mi favorito. A la hora de pedir, con mi amigo el chino de cuerpo presente, siempre me entra un sudor frío porque se pone a hablar con la camarera en su puto idioma y uno nunca sabe lo que van a traer. Yo después de que una vez apareció el camarero con un plato de «patas» de pato, que parecía que habían talado a los putos animales, no me fío nada de nada. Me sugirió repetir un plato que ya habíamos comido en otra ocasión y por no partirle el alma le dije que sí. Es un plato de chicharrones del cerdo, sólo que sin freír. Como aún puede haber alguien que no sepa lo que son los chicharrones, es el cuero del cerdo y su grasa en grandes trozos fritos hasta que se achicharran. Los chinos para este plato le quitan el cuero y lo hierven, aunque poco. Se queda muy blando y la grasa se deshace en la boca, más o menos. Es un poco repugnante, pero como ya le hago ascos al pescado en el restaurante chino y al pato, si le digo a esto que no el pobre hombre no querrá volver más. El pescado no lo como porque eso de que te traigan un pez lleno de espinas para comer con palillos y que el puto chino se pase la comida escupiendo espinas delante de uno, como que no me mola.
Tuve suerte y para los chicharrones había que esperar más de 40 minutos, así que nos fuimos por unos calamares con salsa picante y un cerdo con salsa de judías negras fermentadas (parecido al Pollo con salsa de judías negras fermentadas que yo cocino). La comida estuvo deliciosa.
Después nos fuimos al cine, cogimos las entradas y a esperar al turco en un pub, bebiendo una cerveza. A las siete y veinte el turco llama para advertirme de que a lo mejor no llega a tiempo. Mando al chino a que compre las bebidas y coja asiento y me quedo esperándolo. A las siete y media, con la película a punto de empezar, aviso al turco de que la entrada se la dejo en la taquilla y elijo a una hindú fea como Tizio para asegurarme que no se entretiene a flirtear. El turco llegó como quince minutos más tarde, pero con anuncios y trailers aún no había comenzado la película.
A mitad de película el chino me dice que tiene que salir a buscar algo y que le tomará diez minutos. Estuvo media hora fuera. Como el turco me preguntaba que donde se había ido, le dije que se había ido de putas, que tenía una cita con una muy muy china y muy guarra y así se quedó tranquilo. Antes de que volviera el asiático aparecieron en la sala una pareja de hippies alternativos que debían haber visto otra película y pretendían ver el final de la nuestra. Trataron de sentarse en el asiento de mi amigo pero me los toreé limpiamente. El colega volvió al rato con un sobre grande y no dijo ni pío.
Cuando acabó la peli lo interrogamos pero sólo sacamos en claro que una amiga le tenía que dar unas cosas y que había quedado en la estación de tren con ella. Por supuesto no nos tragamos el cuento. Este o trabaja para las Tríadas o está follando con alguna y no lo quiere reconocer.
Después de la película nos fuimos a Rembrandtplein a tomar unas copitas. Según enfilamos la calle nos vemos en la puerta de una tienda a cuatro gorilas con gafas de sol, trajes y zapatillas deportivas (playeras en canario) que no pegaban ni con cola. Le comento a los otros la pinta de guardaespaldas que tenían los tíos, así que nos paramos a mirar a quien protegían. Parecía una pareja de moros de mierda, yo diría que paquistaníes o de los alrededores. Dentro de la tienda tenían otros cuatro gorilas. Si lo que querían era ir de incógnito, hay que reconocer que consiguieron un fracaso rotundo. Si lo que buscaban era que todos sus enemigos supieran en donde han estado, entonces han triunfado. Cuando llegamos al bar y nos sentamos en la terraza descubrimos que justo enfrente hay un Mercedes aparcado con dos guardaespaldas más, una moto de la policía y en todas las esquinas cantosos gorilas tamaño armario empotrado. Para cuando salieron de la tienda ya había una multitud en la calle mirando. Nosotros desde nuestra cómoda posición y al amparo de nuestras cervezas, disfrutamos del espectáculo.
Después de que se fueron nos centramos en el supremo arte de la observación de los putorros ingleses. Las británicas son las únicas mujeres fabricadas con calefacción de serie. Con treinta grados o menos diez, en Amsterdam siempre se les puede ver vestidas con un trapito, enseñando el potorro y andando tranquilamente de un sitio a otro. Había algún tipo de fiesta lesbiana en el pub de al lado y eso afectó mucho a la calidad del material. No sé, parece que para conseguir el certificado de boyera hay que ser una jartada de fea. En aquella fiesta todas estaban certificadas. Dios, que desfile de callos. Terminamos por mudarnos a otro sitio porque aquello era repugnante. Del resto de la noche no hay mucho más que contar y si lo hubo, no me acuerdo.
4 respuestas a “Chino, cine y copas”
Jaja.. te entiendo, mi mejor amiga de la Universidad es China y siempre a la hora de almuerzo me da a probar de su comida y yo con la mejor sonrisa tengo que comer lo que me ofrece… afortunadamente el 85% de las veces es algo sabroso no demasiado picante.. pero algunas cosas.. uffff, mejor ni me acuerdo
Besos
KUKU. Lo de las inglesas es veridico, mira que son poco atractivas…y lo mal que visten.
Por cierto, has vuelto a ver a Patricia?
No he sabido nada de la chola Patricia. A veces la veo por su casa cuando me doy el paseo en el almuerzo. Sigue igual de enana que hace tres años y con ese pelo tan falso. Eso sí, las patas de gallo se han independizado y ahora tiene cañones a ambos lados de los ojos.
NaDa, dile que te invite a comer patas de pato. Dicen que son buenas para la piel. Y un día deberías ir a su casa y abrir la nevera. Como esté como la de mi amigo, fliparás.