Con la falsa de la histeria


En todas las conversaciones de máquina de café en la oficina, que son muchísimas, yo repetía durante toda la semana pasada que a mí, más que la purriada de casos que estaba apareciendo en España, Alemania y Francia, los que me preocupaban eran los que no estaban apareciendo en los Países Bajos, que aquí el turismo a Italia es muy popular y las dos semanas pasadas han sido de vacaciones de primavera, una semana la gente del norte y a la siguiente los del sur y es de esperar que en ambos grupos muchos o muchísimos fueron a Italia y lo agarraron. Todos me miraban con cara de ser ignorantón y yo me reía de ellos, porque estos se creen que su medicina curativa, esa en la que jamás vas a un doctor a hacerte un análisis, las mujeres no van a un ginecólogo hasta los treinta tacos para el primer control y a partir de ahí solo cada cinco, esa en la que puedes estar hasta tres semanas sin aparecer por el trabajo sin tener que presentar una baja y esa que obviamente hace que las mujeres cuando pasen de los treinta y cinco se transformen en machos, pues precisamente esa medicina no es, ni ha sido, ni será jamás mejor que la preventiva y por eso hay tantos casos en los países en los que la medicina es preventiva y tan pocos en los que solo es curativa. El tiempo, contado en días me dio la razón y ahora no dejan de aparecer casos, a punta pala y ya es demasiado tarde porque todos los que pillaron el virus, lo repartieron a conciencia y aquí lo vamos a pillar toditos.

Esta mañana, tiré para la oficina, como siempre y en el tren, la gente no se te acerca y se mantienen las distancias. Me bajé en Hilversum, como siempre y llovía, como siempre, que ya se me olvidó lo que debe ser el buen tiempo tras el febrero más aguado de mi vida y camino de la oficina, en bici, no notaba nada raro porque eran las siete y poco de la mañana, aunque llegué con retraso porque los dos trenes que tomé iban retrasados. Al entrar en la oficina no noté nada raro, subí a mi planta, encendí el ordenador y me preparé para sacar lo más importante de mis cosas porque me lo tienen que reinstalar. Cuando llegó la bruja esa asquerosa, roñoza y zarrapastrosa con la que estoy en plena guerra, para no respirar ese aire emponzoñado, me marché de la sala y me fui a dar un garbeo a otra planta. Allí, nada más entrar, me dijeron que me tenía que ir a casa, que el virus ese de nombre de objeto de la nobleza había llegado al ladito y que habían dado la orden de la evacuación inmediata de todo el personal y su marcha a sus casitas para trabajar desde allí. Pura histeria. Empezaron a echarnos a todos y al final, tuve que volver a ponerme el pantalón chubasquero, el chubasquero y todo lo demás y pedalear a la estación para regresar a Utrecht. Ya que iba camino de mi casa, decidí pasar por el super y comprar harina y azúcar, dos elementos indispensables en mi dieta y en mi repostería. Entré al Lidel ese y me acerco a la sección del azúcar y está más pelada que el chocho de una calva y sigo para la harina y tanto de lo mismo. La gente ha arrasado con todos los productos básicos, ha llegado la histeria y ha sido a lo grande. Como en el mismo lugar hay otro super, fui por allí y aún les quedaba, con lo que me pillé un paquete de kilo y medio de azúcar y dos kilos de harina, que me duraran como mucho tres semanas haciendo las cosillas que hago, que todos sabemos que yo no paro de cocinar. Después seguí bajo la lluvia hacia mi casa y el resto del día lo pasé trabajando requete-remotamente desde la misma. En la prensa apareció que un chamo de la multinacional esa de nombre de diosa griega que tiene todos y cada uno de sus edificios de su campus para África, Oriente Medio, Europa y Rusia, sucedió que el chamo era familiar íntimo del primero que descubrieron con el virus en Holanda y que él siguió yendo a la oficina después de haber visto al otro y que se supiera y ahora él también ha dado positivo, con lo que es más que probable que en su oficina abierta como la nuestra haya un montón de gente infectada. Han cerrado los edificios para fumigarlos y mañana al parecer vuelve a abrir el nuestro, o eso nos han dicho, que con la histeria, las cosas cambian cada cuarto de hora.

Mi mayor preocupación en toda esta crisis mundial es que como no pueda ir a Gran Canaria en abril, se me acaba la manteca de cerdo y eso sí que es un drama, que ya me veo volviendo a comprar unos kilos de grasa de estómago de cerdo, sacando el calderón de las pociones y haciendo manteca casera, que está muy rica pero te deja la casa apestando dos semanas. Una catástrofe total. También estoy convencido que ya la pillé, aunque no estornudo, no toso, no tengo fiebre, no moqueo, no nada de nada, pero es que llevo desde el viernes tirándome unos peos que no son los míos, que yo de siempre he sido de peos venenosos casi mortales, pero es que estos te obligan a huir porque el pestazo a podrido es máximo. O quizás es que le he podido al virus ese y esto es solo el anticipo de un jiñote que de suceder, será épico y legendario.


5 respuestas a “Con la falsa de la histeria”

  1. Si, mucha paranoia por aquí también.
    También me extrañaba lo de Países Bajos.
    Te estás replanteando Maldivas y Laos?
    Que igual te ponen en cuarentena y después no te dejan entrar en Europa.

  2. Una vez asumamos que todos toditos la vamos a pillar, y la pasta que se va a sacar el laboratorio que consiga tener primero un tratamiento o una vacuna, por lo que les interesa a rabiar, personalmente estoy muy tranquila.

  3. Evelyne, No, no me estoy replanteando las Maldivas, pero igual me voy de playas por Tailandia o Malasia. Si no me dejan entrar en Europa, las vacaciones serán épicas.

  4. Interesantísimo el tema de tus peos venenosos y tu jiñote épico, ya contarás como fue la truscolada… 🙂
    Salud

  5. sulaco, y si te sale la jugada como a los que estuvieron aquí en tus islas, que se pasaron los quince días en un hotelazo a gastos pagados, mejor!