Corriendo para que no me pillen


Supuestamente el mes de agosto es un mes tranquilo y aburrido en el que no sucede nada y nos limitamos a sentarnos en el jardín a hacer la fotosíntesis siguiendo al sol acompasados con los girasoles. Supuestamente. La realidad es otra muy distinta. En los últimos siete días he cenado UN solo día en mi casa y fue el sábado. He estado dos veces en el Cartouche, una vez en el New King en Amsterdam y en varios otros sitios de los que no me acuerdo ni del nombre. Para esta semana ya tengo apalabrados un par de eventos mañana y el viernes y el fin de semana estoy tratando de cancelarlo todo para poder quedarme en casa y tocarme los huevos hasta que se me pongan como pelotas de tenis.

Es muy sacrificado ser popular. En primer lugar me estoy encochinando porque todo el mundo se empeña en atiborrarme a comida. En segundo lugar, se me caducan las cosas de la nevera porque nunca estoy en mi casa para comer. En tercer lugar así no hay quien mantenga una bitácora de forma regular. Durante el día en el trabajo somos cuatro gatos y tenemos que hacer todas las tareas de la tropa que no está y no me queda tiempo ni de respirar y a las cinco, cuando estoy expulsando ventosidades para incrementar la velocidad de la Dolorsi comienza la intensa jornada social y llego a casa en condiciones lamentables, incapaz de formular una o dos ideas en el mejor de los casos ya que el grado de alcohol en sangre debe ser escandalosamente alto.

Espero volver a recuperar el paso hacia el fin de semana pero hasta entonces que nadie se extrañe si únicamente tenemos la foto diaria. Aquellos que patrocinan esta bitácora con sus donaciones tienen derecho a quejarse. Al resto ni agua, que diría el hijoputa que fue mi último jefe en España antes de emigrar.

No me he olvidado ni del relato de Planta 33, ni de la serie de el Extraño Viaje y además tengo al menos dos nuevos episodios de la vida del Chino, un relato espeluznante con musulmanes de mierda como protagonistas y quiero contar el último y más espectacular episodio del viaje a Nueva Orleans en el año 2004, algo que hasta ahora solo conocemos dos personas y que puede cambiar el destino del universo.

Os dejo. Estoy cocinando magdalenas porque no tengo nada para desayunar y a primera hora el hambre aprieta y si me despisto se me queman.


3 respuestas a “Corriendo para que no me pillen”

  1. Anoche hice mis doce magdalenas y en este momento no me queda ninguna y solo me he comido dos. El viernes me levanto a las 6 de la mañana para ir de safari fotográfico a Oostvaarder (o algo así), desde allí nos vamos a ver pájaros en Naardermeer, luego pájaros pescadores en otro sitio y acabo en casa de unos amigos cenando.

    Y luego me dicen a mí que los holandeses no son sociables. Joder, si me acaba de llegar una invitación para el 15 de septiembre porque es la primera semana que tengo días disponibles tras las vacaciones y ya me están chantajeando emocionalmente para que acepte ir a una boda en algún lugar del sur del país en agosto del año que viene.