Cuando me encochinan


Como la semana pasada andaba todos los días saltando a la comba y sin tiempo de nada, nunca llegué a dejar constancia en mi diario del importante evento que sucedió ese fin de semana. Aparte de lo de correr, que odio tanto hoy como lo odié ayer y lo odiaré mañana y lo hago porque me obligan, el sábado de la semana pasada me habían invitado unos amigos a su casa para una barbacoa. En realidad lo que querían era enseñarme las miles y miles de fotos de la boda de su hija y la nueva casa que han comprado y que recién comenzaron a construir. Estos amigos viven en Nimega, o lo que los holandeses llaman Nijmegen (pronunciado truscoluña no es nación). Esta ciudad está cerca de la frontera con Alemania y desde Utrecht se puede llegar en tren en unos cincuenta y cinco minutos. Está también a la vera de uno de los múltiples trozos en los que se divide el río Rín cuando llega a su delta holandés. Desde hace unos años el ayuntamiento ha descubierto la vera del río y es increíble lo bonita que está quedando la zona, con zonas para pasear o pedalear y el agua que lo envuelve todo. Hice mi viaje sin problemas, aprovechando para hacer mis ejercicios del Duolingo y al llegar me recogieron en la estación y nos fuimos directos a la zona en la que han comprado la casa que les entregarán en febrero del año que viene. Está al norte de la ciudad (que hasta ahora, estaba mayormente al sur del río), en un área nueva en la que están urbanizando un montón, pero al estilo holandés, con casitas pequeñas, mucho parque, aún más carriles bici y colegios y demás para que sean familias las que viven por allí. El lugar en el que se encuentra su futuro hogar no es más que una obra, con movimiento de tierras, alzado de paredes y demás, pero como siempre, cuando alguien te enseña algo si no quieres que se reboten hasta el infinito y tres metros más allá, tienes que comentar lo increíble que es el lugar, lo bella que es la obra y lo maravillosa que será la vida allí, aunque seamos honestos, a mí me la suda totalmente. Lo mejor fue el paseo cerca del río por las avenidas y paseos que han hecho por allí.

Después fuimos a su casa y a la hora de la cena encendieron una barbacoa eléctrica, moda nueva entre mis amigos que de repente parecen haberle cogido alergia al carbón y al fuego y ahora todo es eléctrico. Igual es que yo me hice un experto en barbacoas en la época universitaria y ahí no nos sobraba el dinero pero yo calculo bastante las cantidades de comida suficientes y necesarias para cada ser humano que come. Esta gente no, calcularon unas dosis brutales y pronto comenzó a salir la carne del grill aquel. Las dos primeras andanadas las aguantas pero hay un momento en el que la mera visión de la comida te produce arcadas y ellos que no paraban de sacar más y más. Comprimí tanto la materia en el estómago que temí irme por las patas pa’bajo si me tiraba un peíllo. Para cuando llegamos al postre yo no me veía capaz de absorberlo por ningún lado. Sobre las once de la noche y con un embarazo express que prometía un parto múltiple me metí en el tren que me llevaba de regreso a Utrecht. El tramo entre la estación y mi casa en bicicleta fue un suplicio. Subí por las escaleras arrastrándome como una babosa y tuve una noche de digestión brutal, tratando de romper la comida en trozos que se podían digerir y asimilarlo todo. Por la mañana, a las seis de la mañana, ya dilataba un montón de centímetros y llegué como buenamente pude al retrete para dejar a mi primer niño del día en un jiñote épico. Seguí durmiendo y a las ocho y media me desperté cuando el gemelo quería nacer e hice otro jiñote, aunque este último tiraba más bien por el camino de los legendarios. El domingo, pasé de desayunar, almorzar y cenar. Estaba tan encochinado del día anterior que la mera visión de la cocina me hacía huir aterrorizado.

En fin, que no creo que me vuelvan a invitar hasta el año que viene cuando inauguren su casa y de hacerlo, ya me encargaré de encontrar bellísimas escusas para rechazar la invitación.


3 respuestas a “Cuando me encochinan”

  1. Pero hombre, estás en baja forma ¿Dos jiñotes para una sola ingesta por muy copiosa que fuera? Así no hay manera que sigas tupiendo los WC, lo suyo era una sola y épica total…jajaja 🙂
    Salud

  2. Cada uno era como un antebrazo. No creo que tenga kilómetros suficientes de intestino grueso para crear uno solo, no tras la embolia del día anterior.

  3. Jajajaja, me recuerda a la comida en casa de mi madre, si comes un sábado no vuelves a probar bocado hasta al menos la comida del domingo, 24 h. de digestión!