Me despierto a las tres de la mañana con el ruido de la lluvia golpeando las ventanas. Llueve durante horas y horas sin parar. Por momentos tengo tanto calor que me destapo y cinco minutos más tarde me estoy pelando de frío y acabo cogiendo un resfriado. A todo ello se une que estoy borracho como una cuba y eso que solo me he tomado cuatro cervezas, pero eran Leute Bokbier y cada una de ellas tenía siete grados y medio. Cada cerveza tiene un vaso y el de la Leute es el más hermoso que he visto nunca. Viene con un soporte de madera en el que descansa el vaso, el cual no se puede mantener de pie. Otro día le haré una foto para que lo vean. El diseñador de dicho vaso se merece ir al cielo porque logró la perfección absoluta. Acompañé las cervezas con un costillar como nunca antes había comido. Quedé con un colega del trabajo para ir al Cartouche a comer costillas. Llego tarde y el hombre está hablando con un tipo con pinta entre piojoso y gitano. El tío da un mal rollo de cuidado y los tatuajes que asoman por todos lados no inspiran más confianza. Nos escucha hablar en inglés pero no dice nada y al rato se marcha a tirar monedas en una máquina tragaperra.
En el Cartouche solo se puede ocupar mesa cuando te lo permiten los empleados porque no tienen muchas y las optimizan al máximo. Según acabas de comer te mandan a la barra y entra gente nueva. A nadie le importa porque sus costillares son legendarios, los mejores del mundo. A veces derramo una lágrima pensando en esos gilipollas musulmanes de mierda y en lo que se pierden. En este bar también hay un montón de cervezas especiales además de las que traen cada mes para probar. El cielo debe ser un lugar semejante.
Lo que yo no sabía es que el pordiosero que estaba hablando con mi amigo y al que desprecié hasta el infinito era el cocinero, el virtuoso que prepara la comida. Cuando lo veo aparecer desde la cocina con nuestros platos me quedé planchado. Y no solo eso, nos trajo una ración triple de costillas. Casi me muero pero no dejé ni una. Lamí todos y cada uno de los huesos y los chupé hasta dejarlos limpios como una patena. Limpié el plato hasta que parecía no haber sido usado y pensé que me moría allí mismo de lo requintado que estaba. La comida la bajamos entre teorías sobre el invierno nuclear en Afganistán y las ventajas del uso de la dinamita para alicatar las mezquitas, conversaciones como las de cualquier hijo de vecino cristiano.
No recuerdo la mitad del viaje en tren así que o me dormí o el exceso de alcohol en la sangre ralentizó mis biorritmos. Llegué a mi casa y fui directo a la cama después de mear por lo menos dos litros. A las tres de la mañana, cuando me desperté por primera vez, me arrastré al baño como pude y seguí meando como una fuente. Aún estaba como un globo. Me pesé y la báscula marcó setenta y dos kilos y medio. La mañana anterior estaba en setenta kilos cuatrocientos gramos así que gané dos kilos cien gramos en un día, sin almorzar y desayunando un tazón de All-Bran. No me lo podía creer. Me acosté y me volví a despertar a las cuatro, a las cinco, a las cinco y cuarto y en todas las ocasiones fui al baño a mear y a tomar agua. La barriga era como un grano de esos enormes y a punto de explotar. Después de tanto viaje se me quitó el sueño y a esa hora me puse a mirar la lluvia por la ventana. Todavía seguía borracho. Veía las gotas caer como difuminadas y con distorsiones variadas. Hasta las oía cortando el aire con reflejos de aurora boreal. Sobre las seis de la mañana me volví a acostar y media hora más tarde estaba en la ducha con el agua a treinta y ocho grados tratando de resucitar mi cuerpo.
Ha sido un día terrible pero no cambiaría ni una sola coma.
4 respuestas a “De costillas y cerveza Bokbier viviría yo”
Mmm… ese fue el día en que me escribiste en el msngr que ibas borracho???
Seguramente. Si la palabra mobile formaba parte de mi nombre, no hay ninguna duda.
típica noche rompepelotas de un acompañante en la cama cuando está cieg@ y sin sueño. Ni duerme, ni deja dormir. Garrotazo o a otra habitación, pero a tocarle las narices a otr@. En tu caso, quizá la mayor consecuencia pueda ser la cagalera mañana. Que fantástico.
Que negativa estás, me recuerdas a aquel entrenador del Barcelona que ha terminado haciendo anuncios comerciales para Media Markt en Holanda.
Yo borracho duermo de puta madre y ronco que no veas pero cuando tengo el estómago abarrotado al parecer se producen algunos problemas y se alteran los procesos de recuperación habituales.