Desde Kuala Lumpur hasta el trabajo en Hilversum


El relato comenzó en Desde Utrecht a Kuala Lumpur pasando por Abu Dhabi

El día del regreso es siempre el más raro. Se acaban las vacaciones, estás a más de diez mil kilómetros de tu casa y sabes que te espera una panzada de horas en uno o varios aviones. Por eso, ese día, lo último que quiero es darme un palizón y me lo tomé con mucha calma. Me levanté tarde, desayuné, volví a empaquetar, esta vez con vistas al gran retorno y salí del hostal en el que me hospedaba en Kuala Lumpur para ir al centro comercial Berjaya Times Square, uno que creo que he nombrado en algún relato de viajes anterior y que sin ser el más nuevo de la ciudad, es el más espectacular porque tiene un parque de atracciones en su interior con montañas rusas que van entre pisos. Es un centro comercial monstruoso, de diez plantas y lo elegí porque el cine que hay en el mismo tiene la pantalla más grande de Malasia y quería ver por tercera vez Star Trek Into Darkness en tres dimensiones y a lo bestia. La entrada me costó al cambio cinco leuros y noventa y tres céntimos, incluidas las gafas y la empleada estaba empeñada en ponerme en la punta de atrás y yo insistía en que soy más de las primeras filas y al final, como el cliente paga y tiene la razón, se tuvo que joder y darme la entrada en el sitio que yo quería. La sesión comenzaba a las once y media de la mañana y como los precios son baratísimos y la película dura más de dos horas, me compré un cubo pequeño de cotufas y un refresco. La película fue tan buena o incluso mejor que las dos veces que la vi en Bali y aunque pueda parecer increíble, tuvo el mismo final. Al salir, deambulé con rumbo fijo hacia el centro comercial Pavilion, uno más nuevo y espectacular y que tiene una planta de restaurantes fabulosa. Allí almorcé, combinando una sopa tailandesa de marisco con unos pastéis de nata tanto en versión portuguesa como en versión china (tartaletas de huevo) y me relajé en el centro comercial, disfrutando de no hacer nada salvo dejar pasar el tiempo. Sobre las cuatro de la tarde me acerqué al hostal, recogí mi mochila, fui al monorail y en lugar de ir directo hacia Kuala Lumpur Sentral tomé el camino menos obvio, que era ir en dirección contraria hasta la siguiente estación y allí conmutar al metro (o tren rápido), ya que con ese llego directmamente a la estación y con el otro me deja en la calle y tengo que caminar unos quinientos metros rodeado de gente ofreciéndote de todo.

En la estación, fui a comprar mi billete y el tren salía en unos minutos. La empleada estaba sin baterías y atendía a la gente con una pachorra molesta y para cuando me llegó mi turno, faltaba un minuto para que saliera el tren. Compré mi billete y corrí hasta el andén, entrando más o menos al mismo tiempo que cerraban las puertas. En los siguientes veintiocho minutos salté desde el centro de Kuala Lumpur hasta el aeropuerto y una vez allí subí a la quinta planta para facturar. Yo tengo una bolsa en la que meto mi mochila para que viaje más segura y suelo cerrarla con un candado que también cierra la mochila cuando la dejo en algún lugar (como la recepción del hostal). Bueno, ese candado decidió morir en ese momento y no pude abrir la mochila o quitarle el candado, algo que no me supuso un gran problema ya que lo había organizado todo muy bien. Facturé y me dieron mi asiento en fila de emergencia, ya que procuré tener un buen sitio para repatingarme y no ir apretado. Crucé a la zona segura aunque previamente me di un paseo por las cinco plantas del lado inseguro, solo por el placer de ningunear a todos los que me ofrecían taxi. Fui en el tren hasta la terminal satélite y me dediqué a caminar durante dos horas, ya que sabía que después tendría tiempo más que suficiente para estar sentado. A la hora de llamar al embarque yo estaba en la zona adecuada del avión y subí de los primeros. Encontré mi rinconcito sin ventana y con puerta de salida y me apoltroné. A mi lado se sentó un chamo que parecía árabe y un holandés de por lo menos un metro noventa. El embarque en esos vuelos toma casi una hora y cuando estaban a punto de terminar viene la azafata y nos cuenta un rollo de un pobre pringado de metro noventa que está encajado en su asiento y que si alguno queremos cederle el nuestro. El pollaboba árabe dice que sí, se va con ella y a los dos minutos vuelve con una chama de metro sesenta. La azafata viene y me dice que esta es la zorra que le come la polla al largo y que casualmente tiene claustrofobia y justo en este asiento se sienta mejor y que ahora quiere que yo me quite para que venga su maromo y así poder comerle el nabo y tomarse sus biberones de cremita fresca durante el vuelo. Le digo que yo elegí ese asiento seis meses antes precisamente porque tengo unas circunstancias de la vida difíciles que me provocan espasmos musculares y que debo viajar por prescripción de mi brujo con la pierna estirada así que si la zorra quiere ir con su macho, que se vuelva a su asiento. El largo le dijo que él ya mide un metro noventa y ni de coña cedía su asiento, así que la triquiñuela de la puta asquerosa esa fracasó. Por si alguno no lo sabe, ese es un truco más viejo que la peseta, que hacen muchas parejitas. Se tuvo que joder y quedarse encajada entre el holandés y yo y como los dioses castigan con saña y mala leche, su pantalla no funcionaba y se pegó todo el puto vuelo amargada sin poder ver la tele ni hacer nada. Por supuesto no le hablé durante las seis horas y media del vuelo, tiempo que dividí entre tres horas durmiendo y tres y media comiendo o viendo series en mi iPad. El vuelo era no solo de Etihad pero en un avión de Etihad, algo que me sucedía por primera vez ya que en los dos vuelos anteriores eran aviones de Garuda Indonesia y Virgin Australia. El avión era un Boeing 777, el cual, repito que es mi avión favorito, aunque no sé explicar la razón.

Aterrizamos más o menos en hora en Abu Dhabi, pasadas las once y media de la noche y mi siguiente vuelo salía a las dos y diez. Tenía que cambiar de terminal y pedir la tarjeta de embarque para el siguiente vuelo, lo cual toma bastante tiempo por la legendaria ineptitud de los empleados hindúes que contratan en esos países y que pese a tener seis tíos haciendo el trabajo de dos, son incapaces de hacerlo a una velocidad consistente. Me sobró un rato para sentarme en la terminal y seguir viendo una serie. En este segundo vuelo tenía un asiento cerca del final y a mi lado iba un indonesio al que ignoré completamente. Según despegamos nos dieron un tentempié y al poco me dormí otras tres horas. Me desperté a las cuatro, hora local en el centro de Europa (y en Madrid o la Coruña) y decidí no dormir más y comenzar con el ajuste horario. Maté las últimas tres horas volando viendo series, desayunando y caminando por el avión. Aterrizamos con un poco de retraso, cerca de las siete y media de la mañana y mi maleta fue la penúltima en salir, con lo que perdí casi una hora y no tomé el tren para ir de vuelta a casa hasta las nueve menos cuarto. Al llegar a Utrecht hice el tramo final a mi casa en guagua y al llegar mi plan original era poner la lavadora, ducharme e irme a trabajar pero se complicó por culpa del candado que no podía abrir. Lo primero que hice fue coger una pequeña sierra y cortarlo, lo cual me tomó un cuarto de hora. Una vez abierto, toda la ropa fue a la lavadora, en programa de sesenta grados y todas las mochilas sufrieron un lavado a los casi setenta grados que es capaz de generar el calentador de mi casa. Cuando estaba satisfecho y convencido que no me había traído conmigo ninguna chinche, me duché y me fui a trabajar. Llegué a la oficina sobre las once de la mañana y así, con la transición brusca desde Malasia a mi trabajo en Hilversum culminó este viaje.

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7 respuestas a “Desde Kuala Lumpur hasta el trabajo en Hilversum”

  1. Supongo que tendrás que adaptarte, el contraste debe de ser tremendo, ya solo con volver a acostumbrarse a que hay que currar, debe de ser un trauma,yo ya no lo recuerdo, hace tantos años que no doy golpe…
    Pero me asombra hoy día que la gente tenga tiempo para trabajar, a mi no me da tiempo…:)
    Salud

  2. Genín, la transición directa al trabajo evita el periodo de adaptación. Es fabulosa. No entiendo como hay gente que regresa el sábado para ir a trabajar el lunes. Eso sí que es duro.

  3. Me he perdido con el tema del calentador de tu casa y la lavadora…. que tiene que ver el calentador con la lavadora?? Las lavadoras que yo conozco tienen sus propias resistencias para calentar el agua a la temperatura que le marques, siempre les entra agua fría, jamás del calentador, me ha descolocado… una cosa si que es cierta, yo haría lo mismito que tú, todo a máxima temperatura, y porque no se le puede echar lejía a cañón, que si no…. una vez el enano me llegó del cole con una nota diciendo que estuviesemos atentos que había piojos, y solo leerlo me bastó para desinfectar a base de lejía y temperatura toda nuestra ropa de cama y baño «por si acaso»… argh argh.

  4. Las mochilas no se pueden meter en la lavadora, hay que lavarlas a mano y el calentador de mi casa es capaz de calentar el agua a sesenta y ocho grados, temperatura que usé para aniquilar cualquier alimaña que durante esas tres semanas se pudiese haber colado en las mismas.

  5. Lo tuyo con el cine es casi patológico. Jajaja….

    La excusa que pusiste para quedarte en tu sitio, es casi mi realidad; aunque aún no la he utilizado (todo se andará).

    Y sigo alucinando con que puedas poner toda tu ropa en la lavadora a 60 grados. Si yo hago eso, con gran parte de la mía, tendría un buen fondo de armario para las muñecas.

  6. A mí me alucina que vayas a trabajar tal que llegas. Yo necesito un período de adaptación porque me muero toda tal que llego de viaje, si es un viaje largo peor, claro que soy más mayor que tú. Por cierto, estoy en pleno proceso de organizarme un viaje a Tailandia para después del verano y como eres lo primero que miro, antes de organizar nada, por si ya lo has hecho antes, he visto que sólo hiciste Bankgoh de paso para otro viaje, o se me ha perdido un viaje tuyo completo a Tailandia. Si es así, dime si lo tienes, para copiarte a base de bien.

  7. De Tailandia solo he estado dos medios días en Bangkok y cuatro o cinco días en Ko Samui tomando el sol. Está en mi lista de candidatos para el año que viene, compitiendo con Filipinas. Puede que vaya e incluso combine parte de las vacaciones con el Rubio, su primera mujer y sus tres unidades pequeñas.