Desde Nusa Lembungan a Kuala Lumpur


El relato comenzó en Desde Utrecht a Kuala Lumpur

Todo lo bueno se acaba y el buceo en Indonesia llegó a su fin. Ahora que he estado allí, creo que podría haberme saltado Amed e ir directamente a Nusa Lembungan, allí hay cosas más curiosas para ver. Aún así, en ambos lugares me divertí. Me levanté como siempre, desayuné a las siete y después me centré en tomar el sol y bañarme en la piscina. Pasé allí unas horas y sobre las once ya me duché, me vestí, empaqueté agrupando las cosas en dos equipos, las valiosas que van dentro de mi bolsa a prueba de agua y el resto que iban sencillamente en la bolsa de cuarenta litros. En esta ocasión y por las restricciones de AirAsia, que a veces pesan, tenía que facturar, aunque creo que el total fueron cuatro kilos. Me despedí de la gente del club y me pasaron a recoger sobre las doce y cuarto en una camioneta que va recolectando pasajeros para uno de los barcos. La compañía se llama Rocky y es muy conveniente porque en el billete también está incluido el traslado al aeropuerto. Te llevan a su oficina y allí haces la facturación, que no es otra cosa que comprueban que estás en la lista de los pasajeros que han pagado, te preguntan por tu destino y te ponen una pegatina en el pecho con el destino y el número de personas de tu grupo. Después esperamos a que cargaran en el barco las mochilas y maletas, tenemos que quitarnos los zapatos y ponerlos en unas cajas grandes y como el barco está en la arena, entras en el agua, que en este caso llegaba a las rodillas para acceder al barco, con cinco motores fuera borda. Me senté en la parte de atrás porque sabía lo que había y se petó, un lleno casi absoluto. Los que van adelante llegan con la almorrana medio estrangulada de los culazos épicos que se dan. Los que iban en el lado izquierdo además tenían que cerrar las ventanas porque les entraba agua y después de un rato también de nuestro lado, con lo que nos atorrábamos allí dentro. Por suerte el viaje es de media hora hasta Sanur. En ese momento la marea estaba muy baja y para colocar el barco en la zona de la playa en la que paran les costó un güevo y parte del otro. A todo el mundo les entra histeria colectiva por salir pero aquello hay que vaciarlo, tanto de pasajeros como de equipaje y la operación toma unos minutos. Después nos agruparon en la zona, nos pusieron un barreño para que mojáramos los pies y quitarnos la arena y a mi me pusieron con los que iban al aeropuerto. Nos llevaron a un aparcamiento y allí nos vino a recoger una furgoneta que vivió sus años de gloria en la época del NoDo. Por supuesto las salidas del aire acondicionado eran puramente ficticias. El viaje al aeropuerto tomó más o menos una hora, no por la distancia, sino por el tráfico horrible que hay siempre alrededor de Kuta. Además, se han inventado un peaje para entrar en la carretera que lleva al aeropuerto y las colas para pagar el peaje son horrendas.

Al bajarnos, fui a facturar y les expliqué que por culpa de Genín no podía hacerlo por Internet. Como al viejo se le antoja el ver esas mierdas de vídeos, intenté comprar un asiento de ventana, que valía dos leuros pero a la hora de pagar, mi banco o MasterCard consideran que esa compañía aérea no es un medio seguro de pago y me exigían que use el aparato que genera códigos, que obviamente, me dejé en Holanda porque Agoda ya está en la lista blanca y no lo necesitaba. En su programa para el teléfono, la opción de cancelar parece no existir y tampoco en su página web, así que se pegaron la semana mandándome dos correos al día diciéndome que tenía que pagar y yo sin poder hacerlo y acordándome de Genín. Finalmente la chica de la facturación me dijo que ella tampoco lo podía quitar pero que allí podía pagar en efectivo, así que les di el dinero de lo que me quedaba de las rupias indonesias y espero que Genín disfrute el vídeo de ese despegue porque el resto de vuelos NO PAGARÉ y ellos jamás me asignarán ventana. La maleta facturada pesaba cuatro kilos y después de dejarla fui al control de pasaporte, que fue lentísimo y al de seguridad. Una vez en el lado seguro del aeropuerto de Bali, busqué un sitio para comer algo y gastarme el poco dinero que me quedaba. Después se trataba de esperar hasta la hora del embarque y me dediqué a pasear, hacer mis ejercicios de Duolingo y jugar con el iPad. Embarcamos en hora y salimos en hora. En el asiento detrás de mi se sentó una china gilipollas que apoya las rodillas contra tu asiento y se pasa el viaje dándote golpes en la espalda. Espero que pueda volver a andar porque en una de esas recliné el asiento y el golpe en sus rodillas fue épico. Cuando se quejó, le dije que se sentara como una persona normal y que si ella podía reclinar su asiento, yo podía hacer lo mismo con el mío. No volvió a moverse en todo el vuelo y cada cuarto de hora le echaba un mal de ojo, con lo que esa va a parir una colección de subnormales truscolanes sin parangón en la historia de la estadística.

El vuelo fue de unas tres horas y vinimos llegando a Kuala Lumpur a las nueve y media de la noche. Ni me molesté en grabar el vídeo porque afuera no hay nada y tres minutos de pantalla en negro no molan nada. Salimos y me aseguré de dejar pasar a la china para ir detrás de ellas por el avión pisándola y dándole golpes en las piernas y sonriendo como un cura desquiciado en la puerta de un colegio de niños a la hora del recreo. El control de pasaporte fue súper-rápido, me compré una tarjeta prepago para la semana que me queda, recogí mi bolsa y caminé al centro comercial que está adosado a la KLIA2, la flamante y espectacular terminal de bajo costo. Había reservado una suite por doce horas en el Plaza Premium Lounge – Transit Hotel KLIA2 ya que me salía lo mismo que pagar el hotel en la ciudad con el tren de ida y vuelta y como mi vuelo de la mañana era a las diez, ganaba horas de descanso y además, te daban tanto la cena como el desayuno. La idea está genial pero les fallan algunas cosillas. Las puertas deben ser de cartón porque se oye todo afuera y hay gente entrando y saliendo continuamente. Además, en mi habitación había como una segunda puerta cerrada con llave que supuse que era para conectar habitaciones, cuando ya me iba a acostar, cerca de las doce, me tocan y un empleado me dice que tienen que pasar a esa habitación porque es un cuarto de control y hay algún problema con algo que tienen que apagar y encender. Los dejé entrar pero lo flipé y mi comentario para ellos en ciertas páginas de críticas de hoteles será como para mojar con pan. Y así acabó el día en el que me levanté en Indonesia y me acosté en Malasia y por si alguien ha perdido el hilo, salí de los Países Bajos, pasé por los Emiratos Árabes Unidos, después llegué a Malasia, de allí salté a Tailandia, desde esta di un salto a Singapur y desde allí seguí a Indonesia, desde donde volví a Tailandia. Aún me queda pisar otros dos países antes de llegar a los Países Bajos.

El relato continúa en Viajando a las islas Perhentian desde Kuala Lumpur

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