Días de playa en Koh Samui


El relato del viaje a Birmania y Tailandia del 2011 comenzó en la anotación De Utrecht a Bangkok pasando por Hilversum y Amsterdam

Mi estancia en Koh Samui fue plácida y relajada. Desayunar e ir a la playa a recibir una sesión masiva de sol y poco más, o eso creía yo. Lo primero que me sorprendió de Chaweng, la playa en la que me quedé y principal destino turístico de la isla, es que una vez te metes en el agua, no hay demasiada profundidad y terminas chapoteando sin poder nadar, algo que quizás a otros les guste pero no a mí. En Samui hay una mafia de taxistas que cobran precios galácticos a los turistas, precios que no pagas ni en Holanda, y mira que en los Países Bajos los taxis son caros, así que para poder nadar, cada día caminaba la playa de Chaweng hasta el extremo sur (yo me quedaba en el norte) en donde la playa es más normal. Son unos cinco kilómetros de playa totalmente construidos y en los que te cruzas con multitud de vendedores de morralla variada, como bebidas, helados, jaikes para las pibas, trapos, pulseras y otra parafernalia, gafas falsas de sol, flotadores, pelotas y unos que llevan braseros y preparan comida allí mismo, ademas de los que venden fruta. Son un tanto agobiantes pero con los auriculares puestos y las normas básicas que ya explicaré, les puedes amargar el día y vencerlos.

Cuando uno se mueve entre los profesionales del carroñerismo, la regla maestra y fundamental es no hacer nunca contacto con los ojos. Ya te griten, te hablen, te supliquen, se meneen, se la saquen, te enseñen una teta o lo que quiera que sea que hagan, tú no los mires a los ojos porque la habrás cagado. Contacto ocular equivale a invitación. La segunda regla y casi tan importante como la primera es no mostrar que los escuchas o detectas, no girar la cabeza ni mirar en su dirección. Si haces como que no existen podrás pasar a su lado sin más problemas. Yo recorría cada día cinco kilómetros de playa sin que ni uno de ellos me molestara mientras a otras personas tan estúpidas como para mirarlos los acosaban hasta el infinito y más allá y creedme, esa gente sabe muy bien como romper tus defensas y sacarte el par de euros que buscan.

Samui se supone que era un paraíso hasta que por culpa del tsunami que asoló Asia fue objeto de la especulación urbanística y ahora está demasiado construida. En la playa conviven complejos hoteleros de cien mil estrellas con otros cochambrosos aunque no es probable que veas a famosos ya que con la profundidad del agua, se quedarán en la piscina o alquilarán algún barco para ir a alta mar y poder bañarse, ya que lo de chapotear en el agua tampoco lo hacen las estrellas y queda muy mal en las revistas de verduleras.

El segundo día, mientras caminaba por la playa me desvié para pasar por el Samui Institute of Thai Culinary Arts el cual leí que organizaba cursos de comida tailandesa y fui para recoger información y de ser posible apuntarme para esa tarde. El menú que cocinaban ese día era el que más me llamaba la atención. El precio de los cursos es algo salado pero como a mí lo de comer es algo que no me duele pagar, puse con gusto los 1950 Bhats que equivalen a unos cuarenta y cinco leuros. Por ese dinero preparas cuatro platos que después te comes y puedes invitar a alguien más a comerse las cantidades ingentes de comida que haces. Tenían plazas disponibles y me apunté para esa tarde y lo que hice fue regresar al hotel temprano, ducharme, vestirme y regresar al sitio en el que daban las clases. Nuestro grupo constaba de tres danesas hiper-mega desarrolladas o eso que hoy en día se ha dado en llamar vaca-burros, cada una debía mover una tonelada de aire cuando caminan. También había una pareja norteamericana compuesta por dos hombres o eso que la iglesia católica de los tocadores de niños considera una aberración y a los demás simplemente es una opción sexual. La clase la dirige una profesora muy salerosa que por supuesto te intenta vender todo tipo de productos que tienen allí pero que con los fabulosos Tokos que hay en Europa no hace falta (Toko = tienda/supermercado de productos asiáticos normalmente regentada por un susodicho). Comenzamos preparando un pollo al vapor con mezcla de hierbas que se tenía que cocinar durante hora y media. Hicimos el mejunje y pusimos el pollo a cocinar. Después hicimos la pasta para el Curry Penang y una vez hecha preparamos Cerdo con curry Penang y a esto le siguió un arroz frito con gambas y finalmente una sopa de pescado picante con albahaca. Aquellos que siguen mi bitácora como debe ser habrán visto las fotos de todos estos platos ya que los he cocinado en más de una ocasión desde que regresé. Las danesas eran más secas que una finca en la Mancha pero los americanos eran la monda y nos estuvimos riendo las tres horas. Al acabar de cocinar nos lo comimos todo y fue un ágape de cuidado.

Al salir regresé paseando por la calle principal (y prácticamente la única calle) de Chaweng. Ya había obscurecido y la iluminación de la calle no era muy buena. Un tipo con una chocha de esas que alquilas por las vacaciones iba en una motocicleta a todo meter y no vio el tremendo agujero que había en el asfalto a tiempo y se dio una hostia épica. Los vi salir por el aire, caer y arrastrarse por el asfalto durante varios metros y casi acabar bajo un taxi que se detuvo bruscamente. El chamo era del tipo Farruquito y se levantó haciendo como que no le pasaba nada y estaba bien mientras yo y decenas de personas más nos partíamos la polla de risa, requisito previo a ofrecer ayuda, ya que se sabe que primero te ríes del prójimo y después lo que haga falta. Los sacaron de la carretera y ahí se le fue pasando la euforia del bochorno al inglés y fue comprendiendo que su brazo no respondía y que estaba más bien malherido. Yo seguí andando, ninguneando a los vendedores que salen de las tiendas a capturarte y que buscan a cualquier precio que entres en las mismas y a los Leidibois o travelos que trabajan en un teatro y que antes de la función promocionan el espectáculo y tratan de conseguir espectadores. Igual es porque trabajé con uno que se puso el rabo entre las nalgas y se declaró mujer y después de un montón de años de hormonas se cambió el sexo pero yo lo identifico al vuelo y no entiendo como la gente puede decir que parecen mujeres de verdad. Por Dios, la nuez de Adán es patrimonio exclusivo nuestro y lo mismo las manos enormes, por no decir que a menos que una mujer sea anoréxica con restos de bulimia, no consigue esa figura ni de coña.

Cerca de mi hotel hay un hospital internacional y cuando pasaba junto al mismo veo llegar la motocicleta con la novia de alquiler conduciendo y el inglés agarrándose el brazo y llorando detrás de ella. Ese se jodió sus vacaciones, seguramente por no leer la sección de las guías de viaje que dicen que las carreteras son terribles y que en esa isla hay una de las mayores tasas de accidentes en motocicleta de Tailandia por culpa del estado de las vías. Supongo que los tres o cuatro hospitales de la isla que trabajan a piñón harán lo imposible para que no las arreglen nunca.

Y así más o menos transcurrió uno de los días en los que mi rutina era ir a la playa, tostarme durante unas horas y regresar al hotel, ducharme y salir a cenar.

El relato continúa en El Parque Marino Nacional de Ang Thong


2 respuestas a “Días de playa en Koh Samui”

  1. ¡Que hostiazo se pegó el tio!
    Por lo que veo a la niña no le pasó nada, que la pobre estaba trabajando y seria accidente laboral…
    Salud

  2. Totalmente contigo a lo del contacto visual, aunque en mi caso siempre lo hago con los niños, porque como hagas contacto visual con ellos en un bar, por ejemplo, lo tienes pegado a tu mesa hasta que no puedas más. Así que mi máxima es también no hagas contacto visual. En cuanto a la comida, aunque mi estómago está siempre hecho una mierda, me he propuesto probar alguna comida oriental, que la verdad es que me da un poco de tirria, a ver si puedo.