El capullo


Estaba en la playa manteniendo la distancia social en la zona conocida como la Peña la Vieja, ya que para evitar las aglomeraciones en la playa de las Canteras me he mudado desde la Playa Grande a esta parte, menos concurrida porque hay algunas lajas enormes a la altura del agua, unas rocas planas que según un cartel que está en la avenida, son el resultado de una época glacial en el planeta hace por lo menos tres décadas o quizás más, que al parecer en aquella época la playa que había allí se transformó en esas rocas, o eso dicen, que como lo escriben los expertos, pues yo no me lo acabo de creer porque todos sabemos que esa gente se invente sus teorías y cuando se descubre que son falsas, las cambian sin vergüenza alguna. Volviendo al tema. Estaba en la arena, tomando el sol y manteniendo unos cinco metros con la gente que estaba a mi alrededor. En eso que llega un julay seguramente truscolán y pone una toballa a un metro de mí y sus cholas Moises. Según las deja, pegado a mi se va hacia el agua. Yo recojo mi toballa y mi bolsa y me cambio de sitio. El tío que lo ve, vuelve, recoge su toballa y la pone a un metro de la señora que estaba más cerca de mi. Ella, cuando él se va hacia el agua, recoge y se muda. El tipo vuelve y agarra sus cosas y se aproxima a una pareja, solo que ellos, que ya estaban al loro, lo paran en seco y el chamo le dice gritando que como les ponga la toballa y las cholas al lado, se lo tira todo al contenedor de basura. Como informó al pollaboba ese sin ningún tipo de conciencia social a gritos, todo el mundo captó los conceptos y al truscolán de mielda solo le quedó la opción de irse a otra parte de la playa.

Probablemente, el chamo pretendía proteger su toballa y zapatos por si alguien se los robaba, una toballa que debía tener los mismos años que la Gran muralla de China y unas cholas que seguramente te infecten con todo tipo de enfermedades si se las quitas para ponértelas. El tipo además se movía por la playa sin máscara. Si hubiese tenido un ápice de educación, habría llegado con la máscara puesta, se habría acercado a alguien y le habría pedido que le vigilaran su basura mientras se bañaba y prácticamente el mil por ciento de la gente le habría dicho que sí y no habríamos tenido esta movida.

Igual que él tenemos al que se te acerca a centímetros sin máscara, el que se te mete en el ascensor, el que te echa el aliento a la cara o los que en los semáforos se ponen tan cerca de ti que puedes oír los latidos de su corazón. Esos son los que están en el primer círculo de gente que hace imposible acabar con el virus porque ellos jamás cambiarán, se creen de una naturaleza superior y es el mundo el que se tiene que adaptar a sus antojos.

Como lo vea mañana, según se me acerque simulo un ataque de tos directo a su cara y veremos la alegría tan grande que le entra en el cuerpo.


Una respuesta a “El capullo”

  1. Yo no me muevo de mi sitio ni de coña, le canto las cuarenta y listo, como hizo el último con toda la razón del mundo, y si, seguro que era truscolán… 🙁
    Salud