El encuentro


No todos somos iguales a la hora de afrontar los cambios. En mi caso, cuando suceden, si no puedo hacer nada al respecto, dejo de preocuparme por aquello que tuve y me centro en lo que tengo, dejo atrás las cosas sin darle más importancia de la debida porque si lo hago, no sirve de nada, así que me ahorro esos ciclos eternos de lamentaciones. Sucedió tal cual cuando me echaron, evento que esperé por una década y cuando ocurrió, fue como si se hubiese apagado la parte de mi cerebro relativa a ese trabajo y quedó mayormente desconectada. Al otro chamo de mi grupo al que echaron, al parecer le da mucha pena, penita, pena, ay, ay, ay (guarda pa’ cuando no hay) y al poco tiempo mandó un correo diciendo que quería invitarnos a todos a su casa para una pequeña fiesta/despedida. Yo no respondí, por supuesto y el chamo acabó llamándome. Le comenté que yo no tenía ningún problema en ir a su casa, a su fiesta, siempre y cuando la zorra rastrea y zarraspastrosa no estuviera de cuerpo presente, la asistencia mía la excluye o la puede invitar a ella e ignorarme a mí y ambos escenarios para mí eran iguales y no tendría ningún problema en ser el excluido. El chamo se quedó traumatizado, aunque sabía que entre nosotros había movidas pero estábamos en la oficina sentados a menos de tres metros, así que le dije que una cosa es mi prostitución, el recibir una nómina y por ello debo tolerar algunas cosas cuando estoy allí siendo jodido y otra muy distinta es el escenario actual, yo ya no formo parte del equipo, no tengo por qué tolerar a mi alrededor las cosas que no me gustan y en este caso, sin guita de por medio, yo no quiero a esa perra zurriaga en mi entorno, no quiero que consuma el mismo aire que yo en el mismo recinto cerrado. Lo captó y me preguntó si tenía algún otro problema y le confirmé que no, pero que debía ser consciente que el puto vicepresidente iba a ponerse en las antípodas mías en el lugar porque ambos nos detestamos, pero no tengo problema con verlo de lejos y practicar mis dotes para el mal de ojo.

Tras esto el chamo intentó fijar una fecha y acabó con el jueves de la semana pasada, que era el único día en el que al parecer podían todos. Yo me fui a Gran Canaria, regresé y entre medias, el gobierno neerlandés cambió las normas por culpa del virus truscolán y fijaron un máximo de seis personas para visitar una casa y diez en los restaurantes, así que el chamo tuvo que cambiar la fiesta/encuentro desde su casa a un restaurante o tenía que des invitar a cuatro. Esa reunión sucedió la semana pasada el jueves.

Yo, que no tenía el más mínimo interés en la misma, confiaba en que la cancelara pero al final no tuve suerte así que el jueves por la tarde, fui a la estación de Utrecht Centraal y desde allí pillé un tren a Baarn, villorrio cercano a Hilversum en donde vive el chamo. El día era gris y lloviznaba pero así un poco antes para evitar la hora punta y el tren más lleno. Lo que hice, una vez allí, como tenía que comprar algunas cosas, me fui al supermercado y para cuando terminé, era la hora del evento, al cual venían todos los miembros de nuestro equipo, la gilipollas danesa que fue mi jefa en años anteriores y el vicepresidente ese de los cojones. Esos dos, junto con mi último jefe, al que de siempre he detestado y al que no dejo de restregarle en su cara que si ha llegado a donde ha llegado, no es por lo que vale sino por lo bien que las chupas, porque retrasado es, pero debe tener una garganta increíble y una lengua que te deja el culo como una patina, digo, que ese trío se pusieron en el extremo más alejado de la mesa y el resto de la gente se arracimó a mi alrededor, así que todos pasamos una velada hablando y riéndonos mientras aquellos tres miraban de lejos, seguramente conscientes que yo ni perdono ni olvido y menos aún cuando no respeto y ella aún no lo sabe pero se está cayendo de mi Linc-in pero que ya, que voy a hacer una limpieza del copón en el susodicho y toda la gente que no me interesa perderá la conexión conmigo, ya que frente a los que presumen de tener cienes y cienes de miles de millones de contactos laborales, yo soy de los que quieren tener los justos y necesarios pero auténticos.

En la cena me quedó claro que el barco se hunde, que cada vez hay más movidas chungas allí, que están dando bandazos y que en uno o dos años no quedará ni el Nani en esa oficina. También les sorprendió mi profundo conocimiento de lo que sucede allí, algo que dado que mi red de información sigue funcionando y la gente me sigue pasando informes, es evidente, aunque como nunca se supo quienes eran mis informadores, igual pensaron que cuando yo me iría se acabaría esa red y de hecho, a la bruja de Recursos inHumanos, le he montado un pitote interno que le ha provocado que se le corte el reglote de este mes, ya que ella es una rastrera cuando contacto con ella para cualquier motivo del despido y a cambio, yo le jodo la vida laboral y tal y tal y me descojono de ella, que ahora no me puede culpar porque no estoy allí y se debe estar preguntando como pueden ser los ataques a su sacrosanta persona tan efectivos.

Salimos del sitio con la lluvia de nuevo presente, volví a la estación y regresé a mi casa. Este, muy probablemente, es el último evento de esa compañía al que acudiré. Veré a algunos que me caen bien y mantendré el contacto con el Moreno, pero en lo relativo a los demás, para mí forman parte del pasado, ya muy lejano y mi cerebro funciona en el presente y el futuro, no mirando hacia atrás.


4 respuestas a “El encuentro”

  1. Mientras leia me daba la sensación de que todo seguia igual y seguias trabajando en la misma empresa, y es que es el mismo tono y estilo de aquellas antiguas entradas, y no tan antiguas… 🙂
    Salud

  2. Genín, ese relato ha sido una historia que abarca toda la vida del mejor blog sin premios en castellano, así que es normal que el estilo sea similar. Supongo que cuando encuentre un nuevo trabajo y pase el periodo de fascinación y descubrimiento, encontraré los garbanzos podridos y acabaré enfrentándome a ellos … o no.

  3. Si que es una sensación rara cuando te ves «obligado» a acudir a un evento de esos, sobre todo cuando tú has pasado página y va gente que sigue currando allí , es como ser parte y no serlo a la vez, lo dicho, es raro.

  4. A partir de ahora, si voy a alguno, será alguna celebración de aniversario de 40 años en la empresa o retiro y de los que quedan, cuento con dos o tres dedos a los que consideraría ir, el resto no me verán.