El fondo de armario


El domingo me pasé la mañana desempaquetando y vaciando cajas y por la tarde ya estaba un poco hasta los mismísimos así que opté por ir a Ámsterdam a visitar al turco y de paso relajarme un poco e ir de compras. Mientras paseaba por la calle Kalverstraat comprando cosillas que necesito para mi casa hablé con el turco que parecía estar en medio de una crisis. Al limpiar la pecera de la tortuga, una mala bestia enorme extremadamente agresiva y que me tiene una tirria de morirse a pesar de que soy yo el que le compra la comida porque mi amigo nunca tiene tiempo, como decía, mientras limpiaba la pecera de dicho bicho se le derramaron unos cuantos litros de agua por el parqué de puro lujo María y al tratar de impedir el luctuoso suceso se escapó el bicho y no conseguía dar con ella. El turco corría por la casa a dos velas, buscando el bicho y tratando de secar aquello. Me ofrecí a ayudarlo pero me dijo que el se las bastaba para superar la crisis. Ya lo he convencido de que se tiene que deshacer de ese animal y enviarlo a una de esas granjas que por treinta euros se los quedan y prometen cuidarlos los más de cien años que les quedan aunque más tarde las venden a los restaurantes chinos para que hagan sopita de tortuga, destino que yo celebraré con gran algarabía.

Cuando me encontré con mi colega fuimos al cine y luego una sesión corta de cervezas. Andando por la calle nos cruzamos con una tía que paseaba un hurón amarrado con una correa de perro. La chorba, una tipa de esas que producen hasta mareos de lo guapa que era, iba toda seria con su hurón, sabedora que estaba llamando la atención de toda la parroquia, que la señalaba y la seguía para ver como se desenvolvía el bicho en la calle. El hurón resplandecía de lo limpio y arreglado que iba. Un poco más adelante nos cruzamos con otra beba aún más guapa. Esta llevaba un gato también con una correa de perro y de nuevo lo paseaba por la calle como si tal cosa. El gato parecía una figura de porcelana de lo cuidado y pulcro que lo tenía y era capaz de desenvolverse con la correa como si de un perro se tratara.

Las señales están ahí y todos las pueden ver. Es el problema de nuestro tiempo, la maldición de comienzos del tercer milenio: El fondo de armario.

Llevamos unos años que no dejan de salir machos del armario. Se salen de todos los estamentos. Los ricos, los pobres, los listos, los tontos, los de derecha, izquierda, centro y por salir, se salen hasta los curas. Y claro, de tanta gente que ha salido nos hemos quedado con el armario vacío y las hembras han de desarrollar estrategias creativas para llamar la atención de los pocos que siguen dentro, aterrorizados por su suerte. Ahora ya no vale una cara bonita y un coño dispuesto a despatarrarse a la mínima señal, hay que ser creativa, llamar la atención, vender el producto, desarrollar estrategias de marketing creativo. La época en la que la cosa venía rodada se ha acabado, ya no hay princesas en este mundo, sólo principitos como el de las galletas, con sus leotardos, su ramalazo y su orgullo homo. En estos tiempos oscuros lo que mola es ser metrosexual de mierda, que no es más que ser pajarón pero con ropa de marca y colonia cara y a fuerza de ver metrosexuales de esos por la tele se nos han escapado casi todos los machos del armario, sobre todo la masa de descerebrados y pollabobas que únicamente saben seguir las modas y que tarde o temprano se darán cuenta de que ese dolor persistente que sienten al sentarse es porque se están introduciendo cosas por el ojete que quizás no deberían meterse.

A pesar que estas hembras buscan un hombre de verdad como locas y de que mi amigo el turco no deja de enviar señales para que vean que está disponible, estas no calan en la fauna femenina. Yo lo achaco a los polos Lacroste y a las zapatillas Nique de las caras, porque parece que se está vendiendo a sí mismo como metrosexual y las féminas huyen de él como de la mierda. Ya le he dicho que se deje barba, se compre una camiseta floreada y se la abotone dejando entrever la matilla de pelo en el pecho y que sea un poquito más rudo. Le he sacado tarjeta amarilla en dos ocasiones y ni aún así. Un día se me presentó con un polo rosado, pulóver color pistacho y pantalones de pinzas. Parecía el niño repelente de cualquier serie de dibujos animados o el primito maricón de Mafalda. Le dije que mantuviera al menos cuatro pasos de distancia conmigo al andar por la calle porque me niego a que me asocien con algo tan andrógino. Otro día llega de la misma guisa pero con otros colores y trata de sostener la teoría de que iba muy cassual porque llevaba el polito por fuera de los pantalones. ¡Un poquito de Por favor!

Esta semana me ha dicho que ha roto con su novia fantasma de Francia y que necesita unidad femenina urgentemente. Preferiblemente que sea holandesa y que viva en Ámsterdam aunque a estas alturas cualquiera le vale, así que si tenemos voluntarias por favor que lo digan que este hombre ya está agarrándose al pomo del armario y como nos descuidemos se nos sale y lo perdemos para siempre y ya no queda tanto fondo de armario como para que nos podamos permitir una pérdida semejante. El turco es un partidazo de que te cagas. Rubio, de complexión deportiva pero sin músculos atrofiantes como esos pollardones que matan horas en el gimnasio para asemejarse a patéticas versiones de la Masa, simpático, le gustan las hembras que hablan poco y follan mucho y está más que dispuesto a manteneros y dotaros de una Viza Oro.

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7 respuestas a “El fondo de armario”

  1. Lo de los «pollardones que matan horas en el gimnasio», me recuerda a bleuge!!!

    Oye, tu no tienes bicha??

  2. no solo os meteis conmigo en mi blog sino tambien fuera
    se puede saber que hay de malo en hacer un poco de ejercicio?
    dios…. man among mice!!!

  3. Es totalmente cierto… mucho turco, mudanza, casa nueva, cine, bla bla bla…. pero a la chicha de verdad ¡no llegas! Solo o acompañado?

  4. Que a estas alturas haya gente que lea esto y piense que soy super-sociable es increíble. De pequeñito me extirparon unos módulos y tengo alergia a vivir acompañado.