El Julay de las Mantas


Si todavía queda algún julay en el universo conocido o por conocer que duda que tengo un Ángel de la Guarda excepcional, quiero que esa o esas personas se laven los ojos con lejía para que no vuelvan a ver nunca más la luz del día porque es lo que realmente se merecen. Hoy llegamos a mi segundo día de buceo en el Parque Nacional de Komodo y el plan era salir más tarde, o sea, a las siete, varias horas antes de la hora Virtuditas por la que se rigen los comentaristas y nuestra primera parada era para ir a un lugar a ver tiburones, los de la punta de la aleta o como se llame esa cosa que tienen por arriba de color blanco o negro. Hasta ahí todo bien, salimos, fuimos al lugar y nos preparamos para la inmersión. Hoy a mi grupo, que somos yo y una japonesa, nos dijeron que saltábamos los últimos, algo difícil de entender porque somos los que más tiempo aguantamos con las botellas de aire y al final todos los demás tienen que esperar por nosotros. En el barco había cuatro nuevos y se había marchado uno, casualmente mi compañero del día anterior. Saltamos para la primera inmersión, que era siguiendo la corriente, todo como muy lolailo y vimos tiburones y particularmente uno de aleta negra que estaba como descansando, posado en rocas y que casi ni se inmutó cuando nos vio. Después pasamos como veinte minutos en un arenal buscando un puto pez rana, que es como una cosa de dos centímetros verde, que yo si paso ni lo miro si no me lo señalan. Salimos y nos informan que ha cambiado el plan y que por culpa de las mareas lunares, vamos a ir a otro sitio, uno llamado Mawan y en el que hay dos estaciones de limpieza de mantas. Preguntando a la basca y sobre todo a la japonesa, que ya llevaba quince días buceando en este sitio, me dijo que en total había visto diez mantas, en seis ocasiones, o sea, una o como mucho dos y uno de los Dive Masters me juró por las bragas más sucias de la madre que lo parió que fuera de la época de apareamiento, que no es ahora, las mantas son animales solitarios y que se ve una o como mucho dos en las estaciones de limpieza y eso, con muchísima suerte.

Nos tiramos al agua y sabíamos que habían dos en la estación de limpieza del inicio, algo especial. Bajamos y las vemos, una Ninja, que son totalmente negras, por arriba y por abajo y una manta de arrecife, blanca por la barriga. Espectacular y yo ya flipando y mi Dive Master me dejó un gancho para agarrarme y que la corriente no me llevara. Hice vídeos y flipé y finalmente, nos soltamos para que nos llevara la corriente, que era bastante fuerte, a la segunda estación de limpieza, supuestamente pasando por unos corales muy bonitos con tortugas y tiburones bambú durmiendo bajo las rocas. El tiburón lo vimos porque nos seguía pero es que como veíamos más mantas por delante, a tomar por culo con lo demás y de hecho pasé por encima de una tortuga que se había colocado para posar y le hice un vídeo de dos segundos y la ninguneé. Llegamos a la segunda zona y hay tres mantas, prácticamente pasando sobre mí, dando vueltas, jugando entre ellas, girándose, comiendo, limpiándose contra los corales, con los peces, se van y llegan dos más y aún más flipante y una ninja y una de arrecife que parecía que querían follar y todo delante de mis ojitos, que casi me salían lágrimas de la emoción y después vienen cinco mantas y tres mantas y una manta y dos mantas y así y así y así y seguía y seguía y los otros equipos se fueron y las mantas seguían con nosotros y estamos a tres metros de profundidad, ya hemos hecho la parada de seguridad por bucear tan bajo y nos quedaba aire y hasta el Dive Master se pone a nadar como una manta siguiendo a una ninja y vienen dos más y yo ya no puedo ni me acuerdo de contar y como todo el mundo me dice que soy exagerado, decidí decir que vimos como diez. Estuvimos sesenta y ocho minutos en el agua y salí con 50 bares y yo me habría quedado quince minutos más y vaciaba la botella, que estábamos a tres metros y se podía salir en segundos. Salí del agua temblando de la emoción, gritando, me abracé al Dive Master, a la japonesa, los tres juntos, corríamos de popa a proa y todo el mundo mirándonos como bichos raros porque ellos vieron cuatro o cinco y ya era épico, así que lo nuestro era L-E-G-E-N-D-A-R-I-O. Yo ya por mí me podían castigar a no bucear más, puede venir un tifón y yo ya estoy satisfecho. Al Dive Master que me dijo que no son animales sociales, fui y le dije que es un trolero, truscolán y que se merece todo lo peor, siempre, como el Marico Hechicero de Ginebra.

Después almorzamos, que yo no hice ni la foto de la comida de lo enrolado que estaba, es que saltaba muchísimo más que la compresa de una coja, es que pensaban en llamar a un exorcista porque no paraba. La tercera inmersión era en un sitio llamado Siaba Kecil y le dicen el Súper-man porque es una corriente endiablada y vas de un lado de la isla al otro extremo en ocho minutos a una velocidad de vértigo, volando, pasando corales duros, corales flojos, peces y más peces y tortugas y tiburones pero todo volando y al final se llega a una zona menos profunda y allí puedes ver con calma los corales y al parecer hay vacas marinas o algo así (Sea Cow), que son unos bichos enormes, pero no lo vimos y realmente, me la S-U-D-A-B-A totalmente. El agua estaba helada, a veinticuatro grados y mi Dive Master me obligó a quedarme cincuenta y seis minutos. En mi cabeza lo que seguía era las mantas y la experiencia vivida. Volvimos al complejo, llegamos, nos dieron tiempo para echar una meada y volvimos a salir quince minutos más tarde para ir en barco a una isla cercana en la que hay como un mangral y desde donde, tras la puesta de sol, salen miles y miles de murciélagos gigantes, todos juntos, durante unos veinte minutos en los que ves cientos en el aire y se van hacia las islas grandes a comer durante la noche. El espectáculo es épico, pero no son mantas. Lo disfrutamos como bellacos y volvimos y corriendo a ducharme en cinco minutos para no perderme la cena y tras la cena, la japonesa comenzó a revisar todos sus vídeos uno a uno, tomar notas y llegó a la conclusión de que en realidad vimos QUINCE mantas diferentes, al menos tres ninja. Yo pensaba que fueron más pero es que según el Dive Master, ella no llegó a hacer vídeos de al menos cinco que teníamos siempre en la periferia, con lo que el total es más cercano a las VEINTE y eso sin haber mirado mís vídeos ni comprobar cuantas eras, que al parecer las marcas de la tripa son únicas. Y aquí volvemos al inicio del relato del día. Llega el ELEGIDO, the Chosen One, de Uitverkorene, il Scelto, con su Ángel de la Guarda y lo que vivimos hoy en Mawan fue un milagro, porque ni siquiera íbamos a ir allí, porque ni siquiera había otros barcos y así, con alguien que cambia los planes porque le tiene miedo a la corriente que quizás sea muy fuerte para los seres inferiores que iban conmigo, acabo viviendo sesenta y ocho minutos que fueron milagrosos. En el complejo todo el mundo lo tiene claro, soy el Julay de las Mantas.

El relato continúa en El día de la bilonga

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3 respuestas a “El Julay de las Mantas”

  1. Tú eres el julay de los calzones sucios, pero tienes más suerte que la carracuca. Los vídeos son impresionantes. La envidia me corroe, como tus calzoncillos vivientes corroen tu piel del… culo.