Después de cuatro semanas recuperándome tras la dramática operación a corazón cerrado en la que me rempujaron las tripas y me quitaron el paquetote de torero que tenía y que era la auténtica sensación playera, esta semana volví a correr. Por suerte no sucedió en los Países Bajos, en donde están con temperaturas al filo o por debajo del cero cerolo, sino en Gran Canaria, en donde por la mañana cuando me gusta ir a mí ya estamos cerca de los veinte grados. Como estas cosas se planean y después los planes se van al garete, el día antes ya había pensado que lo mejor sería comenzar suave, con un máximo de cuatro kilómetros y a partir de ahí ir subiendo hasta los seis kilómetros habituales. El lunes, después de levantarme, la parte maligna de mi cerebro ya lanzaba un ataque de excusas para posponerlo, así que me puse el pantalón de correr y las playeras, cogí la [cutre]riñonera que uso en Gran Canaria para guardar el telefonino y las llaves, agarré una mascarilla porque para entrar y para salir del edificio la tengo que usar y con los auriculares empetados en las orejas, salí a la calle.
Activé el programa para absorber todos los datos de la pulsera esa mágica y cuando guardé el telefonino en la riñonera, no la podía cerrar, la puta cremallera se trabó y al final tuve que ir a correr con la cremallera abierta. El primer kilómetro, que además es en cuesta arriba, fue el que más me costó, iba como una babosa sobre un campo de picón y de hecho, ha sido el kilómetro más lento de todo el año. Después, cuando los músculos empezaron a recordar y a coger ritmo, fui mejorando, aunque aún así, los tiempos estaban alrededor de cinco minutos por kilómetro, que es una vergüenza. Lo que sí que conseguí fue comenzar directamente con seis kilómetros, cuando llegaba al cuarto ya notaba que me quedaba combustible y opté por seguir y como iba tan lento, al menos la distancia lo compensaba.
A las dos horas de acabar, mientras tomaba el sol en la playa, ya tenía unas agujetas dantescas que fueron a más y más y que ya por la tarde me obligaban a caminar como las muñecas de Famosa cuando van hacia el portal, con pasitos cortos. El martes las agujetas vivían su edad de oro, en músculos que ni sabía que tenía. El miércoles, fui a por mi segunda sesión y bajé el tiempo en dos minutos y medio y ya tengo tiempos lamentables pero aceptables. De la misma forma mágica con la que llegaron, las agujetas mayormente han desaparecido, o se han atrincherado en un par de músculos y han dejado al resto, nada como lo del lunes que cuando me quería levantar de la arena en la playa tenía que hacer complejas operaciones para cambiar del estado horizontal al vertical.
Ahora lo interesante es recuperar la rutina, que calculo que es algo que sucederá en un par de semanas. Esta semana, si todo va bien, volveré a correr mañana y dependiendo de las impresiones del cuerpo, intentaré correr el sábado por la mañana, aunque no es seguro porque el domingo iré a hacer una caminata en el centro de la isla y tampoco es plan de llegar agotado y para la semana que viene calculo que iré a correr el lunes, el miércoles, el jueves y el sábado, con la posibilidad de quitar el jueves de la rutina si estoy muy cansado porque ese día iré a bucear por la tarde, que por aquí hay muchos que sueñan con nuevos vídeos de inmersiones en las que acosamos algún pulpo o alguna sepia.
2 respuestas a “El re-inicio”
Tómatelo con calma hombre, lo mas importante ya lo has conseguido, romper la inercia con tu consabida fuerza de voluntad.
¡Felices fiestas navideñas para toda la gente que pase por aquí y lea esto!
Salud
Felices Fiestas a tí y a los tuyos también Genín!.
sulaco: uy si, morimos por los vídeos de las sepias… ehem…