El tocayo


No sé si esto ya lo he contado por aquí, aunque seguro que los lenguarazas si se están tomando las pastillas para la memoria me lo recuerdan. Esto es algo que tengo en mi inmenso y vacío kabezón desde hace tiempo pero por un viaje de buceo, unos vídeos de despegues y aterrizajes y otros de buceo, como que se me olvida. Una de las cosas más super-hiper-mega especiales en mi nueva chamba, que ya no es tan nueva, que dentro de cuatro días se cumplirán los nueve meses, tiempo en el que cualquier julaya a la que se la hayan empetado hasta los pelos de los güevos y la hayan empreñado, puede tener y hasta las hay que han tenido sus chichones. Bueno, volviendo al concepto que me difumino como casi siempre, decía, que una de las cosillas de la nueva chamba es que tengo un tocayo, que nunca antes lo había tenido y esto es flipante y fastuoso. Resultó que más o menos al mismo tiempo que me contrataron a mí, en Italia contrataron a otro julay que tiene exáctamente el mismo nombre que yo, sulaco y su apellido se diferencia del mío por una sola letra, teniendo la misma primera sílaba y estando la diferencia en la segunda. Cuando el chamo vino a los Países Bajos para su ceremonia de bautizo en la empresa, moví cielo y algunas tierras para conocerlo y hasta lo conocí. La cosa es que mi tocayo trabaja para una de las otras tres empresas de la multinacional, no está en la mía, pero gracias al sistema de correíllos telelectrónicos, ambos estamos en el mismo sistema con la letrita que nos distingue y muchas veces a él le llegan los marrones que lanzan contra mí y en menos ocasiones a mí me llegan los suyos, que son mucho más benignos. Al ser mi tocayo, le he solucionado un par de problemas, ya que me entero incluso antes que él sepa que el problema existe y cuando lo descubre, gracias a mi bondad de la que se dice que es finita, ya le doy la solución y lo hago, gratis total.

La semana pasada, acabé metido en medio de un fregado de esa otra empresa, que aunque pertenece al mismo dueño, es diferente a la mía. En este caso, como la gente tiene dudas, pues nos meten a los dos en la conversación y así minimizan el riesgo a cagarla. El Elegido estaba manteniendo un perfil bajísimo casi a ras del suelo cuando alguien me pregunta directamente por mi opinión, así que yo les digo lo que me parece su cagada y como habría que solucionarla, al menos como se solucionaría si sucediera en el patio de mi chamba, que es particular. Ellos trabajan de otra forma pero se quedan flipando y buscan la manera de solucionarlo a mi manera, que no pudieron. Entonces me piden nuevamente asesoramiento y yo, con mi bondad casi finita, se lo doy y les suministro munición de la buena para darle candela a los amarillos hasta que rebosen sus pañales de adultos como los que usan algunos que no mentaremos.

Ellos me dan las gracias y me quitan de la conversación con los amarillos, que a mí me la traía al fresco y mientras tanto, esta semana, yo le estaba contando a mi jefe que en el otro patio de la empresa en Europa hay mucho trapo sucio y que les está costando limpiarlos y mi jefe alucinando y preguntando como es posible que yo me entere incluso antes que él, que lleva treinta y pico años en la empresa y yo le digo que lo que cuenta no es el tiempo, sino que te metan en los fregaos y estar en el centro de los huracanes, que es donde más a gustito se está porque allí la cosa es muy tranquila. En estos días, los del otro patio empezaron a bombardear como yo les había dicho y esta tarde mi nombre vuelve a ser añadido a la conversación global y ahora los amarillos están jodidísimos porque ellos habían hecho tanto esfuerzo para esconder su mielda debajo de la alfombra y gracias a algún Uitverkorene, esa mielda está a la vista. Miro como va la conversación, elimino a todos los amarillos y les mando otra tanda de datos para que puedan seguir repartiendo candela de la peor. Después llamo a mi jefe y lo pongo al día de los dramas del otro patio y el hombre alucinando hasta con más colores y yo descojonado porque esos amarillos no me conocen y si se creen que esta guerra la van a ganar, mejor se van comprando ya los cuchillos porque no será así. Están perdidos y no lo saben, desconocen como averiguan los otros la ubicación exacta de los trapos sucios y ellos no les dicen que son tan tontos que en ese otro patio usan el mismo sistema que en el mío, y yo llevo meses dándoles por todos lados y están tan jodidos que ya no hace ni falta usar la vaselina, que yo siempre, siempre, siempre, ofrezco vaselina para que les duela menos porque los voy a joder igual.

Y en otras noticias, aun sin confirmación oficial y por escrito, a ser posible en piedra como los mandamientos, mi contrato de un año será extendido, aún no se sabe si indefinidamente o por un periodo de tiempo definido y tengo una libreta con suficientes notas para joderles la vida a diez, veinte y hasta cincuenta amarillos, que van a pasar el otoño más negro de su puta vida. Y cuando acabe con los míos, soplo a los del otro patio los detalles para que también repartan por allí y ya tengo apalabrado que los gringos hagan los mismo con los suyos, con lo que muchos que viven en el país del sol caguiente van a sufrir mucho.


6 respuestas a “El tocayo”

  1. Y tu tocayo tambien es africano?
    eso seri ya la releche en bicicleta y 27 tomos del Espasa… 🙂
    Salud

  2. Italiano, de Milán, con lo que seguramente eres más africano que él. Milán es lo más pijo que se puede encontrar en Italia.

  3. Ni de vaina, yo soy asturiano de pura cepa y varias generaciones, desde Pelayo :), desde el principio de los tiempos, osea, una raza superior.
    Conozco Milán, y no veas la morralla humana que puedes encontrar, los pijos desprecian a todo italiano que no sea del norte, como sabes, y a los sicilianos, pa que te cuento el desprecio que les tienen…
    Salud

  4. Si ya sabía yo que tenía debilidad especial por Genín… gallegos y asturianos…

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