El fin de semana pasado estuve en Málaga para un evento secreto, aunque en realidad, yo había planificado esa visita desde mucho tiempo antes, concretamente nada más regresar a los Países Bajos en enero y aprovechando las rebajas de las compañías aéreas, me había comprado un billete de ida y vuelta saliendo el viernes de la semana pasada por la tarde y volviendo el lunes por la tarde, con una de las aerolíneas de bajo costo, Isillé. La razón es que era el cumpleaños de mi amigo Sergio y este era un cambio de década. En principio no estaba prevista ninguna fiesta, pero yo compré el billete igualmente y puse el regreso el lunes para que coincidiera con su cumpleaños y así poder pasar parte del día por allí. Con lo que yo no contaba fue que al principio de marzo, cancelaron ese vuelo de tarde y me ubicaron en el de la mañana, con lo que me robaron siete horas adicionales en Benalmádena. Tres semanas antes del cumpleaños, apareció un grupo secreto con la organización de una fiesta sorpresa en ese fin de semana, aunque en realidad yo ya tenía noticias de algo desde dos semanas antes. El nombre de ese nuevo grupo era SECRETO, literalmente, para que la gente no la cague y le diga algo. En mi caso, lo primero era decirle que yo iba, algo que él no sabía, así que mentí y una semana antes le mandé los vuelos recordándole que iba para allá, pero que como nadie me hace caso, seguro que se había olvidado.
El viernes me planté en Málaga, con una tensión y una angustia existencial que seguramente me quitaron al menos dos cuartos de hora de mi vida porque durante las dos semanas previas hubo huelgas de transporte ferroviario y de tocar una, ir al aeropuerto se podía convertir en Misión: requetequeteque-Imposible. Por suerte, el miércoles la empresa mandó una última oferta a los sindicatos y estos la tienen que presentar a los empleados y ellos tienen que votar si siguen con la huelga o no y eso me salvó de la debacle, que esa misma semana el lunes no pude ir a la oficina por la huelga. Como el vuelo era por la tarde, trabajé por la mañana y al mediodía, trinqué mi mini-mochila, esa que cabe debajo del asiento y que tiene las medidas aceptadas por raianer e isillé, con lo que llevaba muy poco o casi nada, fui en mi cutre-bici a la estación de tren del barrio y desde allí pillé el tren a la estación central de Utrecht y en la susodicha cambié al tren que me llevó al aeropuerto. Tenía reservada hora para el paso por el control de INseguridad, que para mí es un servicio muy conveniente y fascinante, ya que las aerolíneas se lo venden a sus clientes pero en realidad es GRATIS-TOTAL, si accedes directamente a la página. Llegué al aeropuerto en hora, subí a salidas, les enseñé mi pase de acceso y en menos de ciento veinte segundos estaba en el otro lado, el super-hiper-mega seguro. Como volaba con isillé, la salida era en la terminal de pobres y de bajo costo del aeropuerto de Ámsterdam, que es la más cutre del universo conocido y por conocer. Cuando faltaba un poco para que anunciaran la puerta ya me posicioné en la zona, que está al final de un pasillo larguísimo en el medio de la nada, que allí no hay ni baños y llegas después de caminar por lo menos un kilómetro y tras recibir la extremísima unción por parte de un presunto, que hoy en día volar parece ser un nuevo deporte de altísimo riesgo. Me tocó el primerísimo en la cola sin prioridad alguna, la de los pobres, pobres. Poco a poco se fue llenando el cobertizo de pasajeros y como es bajo costo, todos de pie porque no hay dinero para asientos en ese lado del aeropuerto, te dan el tratamiento completo del lujo del bajo costo, que es ninguno. En la lotería de los asientos, como no pagué para elegir, me asignaron pasillo y cuando nos permitieron ir al avión, corrí como si alguien me pudiera robar mi sitio y me apalanqué en el mismo. A mi lado se pusieron dos ancestrales, aunque lo interesante era en la fila anterior, en la que se sentaron dos tortilleras con bebé, que visto que ninguna de ellas tenía la nuez de Adán, está claro que hubo banco de lefa de por medio y seguramente el padre es el mismo tío que le ha cogido el gusto a esos negocios y han encontrado más de mil niños del mismo padre, con lo que la probabilidad de matrimonios entre hermanos en el futuro es altísima. El avión se llenó y a su hora, el chófer, una vez cerraron las puertas, quitó el freno de mano y salimos por patas.
Después de despegar y de que apagaran la señal para que la gente se suelte el cinturón de seguridad y así puedan tener su momento de gloria en caso de turbulencias, las dos bolleras decidieron que era la hora de cambiarle el pañal al bebé, pero al parecer no saben que en los baños de los aviones se puede hacer en una especie de tablero que se baja y lo hicieron allí, con lo que nos regalaron el hedor más abominable de la historia de la humanidad, que el querubín aquel caga residuos tóxicos. El pestazo en toda la cabina se mantuvo al menos por diez minutos, en los que todos pusimos a prueba nuestra capacidad para no respirar. Hasta una de las azafatas, a la que pilló la nube tóxica, les explicó que para eso está el tablero ese en el baño y que si son gitanas, que viajen en caballo y no usen los medios de transporte de los payos. El resto del vuelo pasó entre el mercadeo habitual en esas aerolíneas, en las que te tratan de vender de todo. Aterrizamos con algo de turbulencia, el chófer entró al aeropuerto desde el Caminito del Rey y no veas los bandazos que daba el cilindro de metal. Según me bajé, metí el turbo, utilicé las reservas de aire que adquirí durante el vuelo para aumentar significativamente mi velocidad e hice el recorrido gigantesco para salir del aeropuerto y llegar a la estación de tren del susodicho. Allí pillé el primer tren, que venía hasta la bandera de gitanos, payos y guiris y el aire acondicionado no funcionaba, afuera la temperatura era de treinta grados y en el tren, probablemente de cuarenta o más, con lo que en la siguiente media hora, sudé hasta tinta china y sobre las siete y media de la tarde, vine llegando a la keli de mi amigo Sergio. Me recogió su mujer en la estación de tren y allí hubo un cónclave para elegir la excusa para que no sospechara que íbamos a una fiesta sorpresa al día siguiente, pero no llegamos a ningún acuerdo.
Como esto se alarga, lo estiraré como un buen chicle y sigo otro día, que los vídeos de buceo son mucho más entretenidos y lindos.
Una respuesta a “El viaje secretísimo a Málaga”
De verdad que yo alucino con tus viajes. Te lo montas requetebien, y siempre llegas a donde tienes que llegar y a la hora que quieres. Si te dedicaras a planear viajes o eventos, seguro que yo contrataría tus servicios; a organización no te gana nadie.