El otro día en casa de mi amigo el Rubio celebramos el cumpleaños de la Unidad Pequeña número 2. Por casualidades de la vida coincidía que ese era el día verdadero del cumpleaños de la criatura, ya que suelen pasar las celebraciones al fin de semana para que puedan venir los distintos clanes familiares y como mi visita a su casa coincidió con el día, le preparé un brownie.

Lo más complicado es transportarlo y lo hice en un tupperware que era un poco más pequeño y sufrió algún daño. Iba con un montón de cosas más ya que como siempre llevaba la mochila totalmente llena. Cuando llegué a la casa, en el último día de verano (si olvidamos el calendario y nos fijamos en la temperatura), con casi treinta grados, no había nadie así que me fui directo al jardín y me senté en una de las butacas a tomar el sol. El Rubio estaba haciendo la ronda de recogida de unidades, aunque la Unidad Pequeña número 1 apareció por su cuenta, me vio y se sentó conmigo a charlar. Después llegó la menor y finalmente el que cumplía años. Como sabía que mantener el brownie a salvo hasta el postre iba a ser una odisea, me llevé una bolsa de lacitos de hojaldre para calmar los ánimos y desaparecieron en segundos. Entre todos preparamos la inscripción del brownie, usando un molde que hice en el trabajo y que tenía el nombre del agraciado y su edad, ya que a menos que padezcas el síndrome de Peter Pan como yo, hay gente que hasta luce su edad con orgullo. Usamos azúcar de repostería y después lo tuvimos que guardar en el estante más alto de la cocina para que nadie caiga en la tentación, ya que demasiadas manos querían pillar un trozo.

Encendimos la barbacoa y mientras la carne se cocinaba, me fui con los chiquillos a saltar en la enorme cama elástica que tienen en el jardín, mientras los progenitores nos miraban sin hacer esfuerzo alguno por unirse a nosotros. Para ellos, cuanta más energía quemen los pequeños, más fácil será meterlos en la cama. A la hora del postre, el brownie desapareció, literalmente, fue hacerle alguna foto con la vela que le pusimos encima y perderlo de vista por completo. Después seguimos de tertulia en el jardín hasta que llegó la hora de ir a la cama y como la Primera Esposa se había ido a clases de tenis, me tocó a mí meter a las Unidades Pequeñas 2 y 3 en la cama. La número 3 quería que le leyera un libro de princesas y príncipes en el que una chama busca la manera de engatuzar a un chamo y demás y como la conozco, me salté páginas en el medio de la historia o estoy leyendo hasta por la mañana. Con el otro fue más complicado porque me obligó a leer un libro sobre geología y creedme cuando os digo que esa rama de la ciencia y el idioma holandés están peleados y las palabras se convierten en palabrotas, aunque estoy seguro que el chiquillo lo hace adrede para descojonarse de mí.

Después el Rubio y un servidor seguimos la tertulia en el jardín hasta casi las once de la noche, momento en el que la Primera Esposa me alcanzó a la estación y me marché a mi casa. Decir también que les llevé de regalo un bote de mi exclusiva y deliciosa mermelada de moras, la cual hice al regresar de España y encontrarme con más de un kilo de moras ya maduras. El año que viene espero recoger unos cuantos kilos más y ya sé lo que haré. La mermelada es una delicia y de hecho, laPrimera Esposa quiere que le pase uno de los hijos de mi zarzamora para ponerlo en su jardín, porque se le han antojado moras y sabe que yo ya tengo un montón de plantas y estoy básicamente fortificando mi casa con estas plantas que tanto adoran los gatos.

Saltando en el tiempo hasta hoy mismo, después de cuatro días de lluvia continua esta tarde salió el sol y aproveché para podar el árbol que está en la parte delantera de mi casa. Pese a que troceo las ramas para que no ocupen mucho espacio, saqué cerca de un contenedor y medio (le pedí prestado el de mi vecino para rellenarlo) y después me fui con el vecino a mirar las canaletas que recogen el agua del tejado y limpiarlas porque la temporada del monzón está comenzando y si están sucias (como ayer) se terminan por rebosar. Lo de ayer fue épico, en una sola tarde tuvimos la misma cantidad de lluvia que cae normalmente en un mes. Fue como si el cielo fuera un océano. Esta mañana al salir a la calle el suelo arenoso estaba tan empapado que no podía absorber más y por todos lados teníamos pequeñas charcas.