I don’t do weddings


La traducción pachanguera del título de hoy es que no voy a bodas aunque soy consciente que no es muy literal. Esta frase es mi respuesta a mis amigos holandeses, alemanes, americanos, británicos, turcos, australianos y todos aquellos con los que me comunico en inglés cuando llega el fatídico día en el que me invitan a su boda. Tampoco suelo ir a cumpleaños o como diría en inglés: I don’t do birthdays. Este año ya he declinado dos invitaciones de boda y tres de fiestas de cumpleaños. No es nada personal y aquellos que me invitan saben que la probabilidad de mi ausencia en sus fiestas es diez veces mayor que la de mi presencia. También conocen mis razones para no acudir a esos eventos y las respetan.

Si fuera psicólogo o parapsicólogo argentino seguro que tendría unas explicaciones increíbles sobre el tema en las que se mezclarían traumas con los biberones en mi más tierna infancia, el tamaño de las tetas de mi profesora de preescolar y aquellas uñas negras que tenía el conductor del micro que me llevaba al colegio y que siempre me hizo sospechar que aquel hombre era un Orco camuflado entre los nuestros, esperando el momento para llevarse la guagua y despeñarla por un monte. Igual hasta lograba convencerme y aceptaba el tratamiento a base de leche entera y el visionado completo de la infausta y tediosa trilogía del Señor de los Mongolos.

Si ese profesional del diván me pregunta a mí, le diría que la razón para no acudir a estos eventos está en mi aproximación al tema de la amistad. Tal y como yo lo veo, aquellos que tienen amigos se dividen en dos grupos: Uno muy numeroso en el que tus amistades están en el entorno de una banda, es decir, tu ecosistema social se limita a un grupo en el que satisfaces todas tus necesidades gregarias y con el que continúas toda tu vida y los otros somos los que elegimos nuestros amigos en lugares distintos, pertenecientes a diferentes grupos, sin contacto entre ellos. Nuestras necesidades también quedan satisfechas pero no se puede decir que pertenezcamos al clan. Saltamos de persona en persona. Supongo que a todo el mundo le pasará lo mismo que a mí. Yo la primera vez que conozco a alguien, ya sé con una certeza casi plena si esa persona tiene alguna posibilidad de llegar a entrar en mi círculo de confianza. La amistad tardará en ser reconocida pero en esa primera conversación, en ese primer contacto, se tiran los dados y si no me gusta el resultado en lo que a mí respecta ya no habrá continuidad alguna.

Y no me ha ido nada mal. Tengo un elenco de amigos increíble, una gente maravillosa que se reparte por el planeta. Lo más parecido a una banda está en Gran Canaria, en donde vive el núcleo de amigos con los que crecí. El tiempo y mi mal carácter nos ha llevado por mares revueltos pero siempre volvemos a tropezar y en los últimos tiempos hasta congeniamos, algo en lo que tiene mucho que ver el suavizamiento de mi legendario mal carácter y mi infinito carisma que los hace desechar los posibles reparos.

En los Países Bajos he hecho un montón de amigos, tanto neerlandeses como extranjeros que viven aquí. A veces hay gente que cuenta lo difícil que es llegar a tratar con los holandeses y yo disiento porque en estos años, voy sobradísimo de buenos amigos. Mi mejor amigo es holandés. Es como un hermano y aún así no fui a su boda porque I don’t do weddings. Conozco a sus padres, la familia de su esposa, prácticamente a todos sus amigos pero decliné la invitación en su momento, algo que todavía me reprocha. Lo mismo sucedió con el Turco, el cual a día de hoy todavía sigue rebotado conmigo por no haber ido a Estambul para su boda. La lista de damnificados por mi ausencia de sus bodas es bien larga. Y seguirá creciendo con el tiempo.

No pongo ningún impedimento a la hora de ver a mis amigos y pasar un rato juntos, ir al cine, a cenar, a pasear por el monte o tumbarnos en la playa. Forma parte de la amistad, del vínculo que hay entre ambos. La semana pasada tuve cinco de esas reuniones y esta semana no pinta mucho mejor. Ando siempre recibiendo invitaciones para ir a cenar o al cine o a hacer fotos al campo de ranas que viven en árboles, de círculos de setas o de tulipanes. Hoy puedo estar sentado en una terraza con algún amigo cenando y mañana en el cine con otro y dos días más tarde tirado en el suelo sobre una bolsa de basura enorme mientras hago fotos con un tercero. Cuido con mimo esos momentos de calidad que paso con los amigos porque para mí eso es la amistad. Ir a una boda y pasarme un montón de horas rodeado de gente que no me interesa lo más mínimo y con las que siento que estoy perdiendo el tiempo no forma parte de mi idea de la amistad, no hay ningún valor añadido a mi presencia en el lugar y por más que sea sociable, me aburro de repetir las mismas conversaciones casuales y estereotipadas en esos eventos. Ya no tengo paciencia. Prefiero atacar el problema de raíz y evitar los malentendidos: I don’t do weddings


8 respuestas a “I don’t do weddings”

  1. Ahí metiendo el dedo en la herida. Este finde tengo boda, de mi prima, con la que he jugado de cría. Me da en la nariz que porque soy joven e inexperta pero creo que llegaré algún día a tomar la misma decisión que tú.

    Por cierto, ¿y a tu boda irás?

  2. oria, no, no invitaría a nadie a mi boda. Me iría a las Vegas y me caso allí con un cura falso vestido de Elvis sin molestar a nadie.

    waiting, con lo de las bodas se ponen pesados y hay que explicarlo siempre. No entienden que no quiera compartir el gozo y la alegría de ese día tan especial en el que a mi me toca aburrirme como una ostra con gente desconocida que no me interesa y vestido como un payaso.

  3. Las Vegas siempre ha sido para mi la primera opción en un caso de emergencia como ese, en donde debes decir sí. Pero a ver quien convence al otro…

  4. Tengo un amigo alemán que lo hizo. Se fue de vacaciones con la novia a los EE.UU. y de paso por las Vegas se casaron a lo Elvis. No estoy muy seguro de si tiene validez alguna en Europa pero para ellos fue suficiente y encima se lo pasaron pipa con el show completo que te montan.

  5. Me imagino, debe ser una pasada, a mi me dieron ganas desde que escuché el cuento que echaba Alex de la Iglesia de cuando se casó en Las Vegas, me reí tanto que me pareció una buena opción. Besos.

  6. No hace falta irse tan lejos para casarse sin baile de disfraces ni paripés. Basta ir al ayuntamiento, o al juzgado, llevarte a tu futuro/a, dos testigos, y ventilas el trámite en 10 minutos escasos. Pero a ver quién tiene los huevos de dar el disgusto a los padres, y quedar mal con los amigos, esos que sí que van a las bodas…

    Yo lo hice, y lo volvería a hacer si me casara de nuevo… Ah, y a mi madre se le pasó el disgusto a los pocos meses.