Kowloon


El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje

La península que está frente a la isla de Hong Kong se llama (o le dicen Kowloon), la transformación inglesa de la fonética de la palabra nueve dragones. En esta parte de la ciudad están los principales mercados y es la zona en la que los turistas van a comnprar, comprar y comprar más. Básicamente es lo que hay en esta parte de la ciudad.

Comencé alejándome lo más posible para ir volviendo desde ese lugar y mi primera parada fue el templo Wong Tai Sin el cual se construyó en 1973 y es el mayor de los templos taoístas de Hong Kong. Está dedicado a Wong Tai Sin, del cual trajeron un retrato a Hong Kong en 1915 que es la reliquia que tienen allí. Millones de personas pasan por allí cada año. Este dios fue un mítico niño pastor que tenía poderes para curar y es famoso porque da buena suerte a los jugadores, así que ya os imaginaréis quienes son los que se pasan por allí a quemar incienso a destajo. El templo es enorme y la visita está muy bien organizada. Aún más espectacular que ver el cuadro es la gente que está realizando sus oraciones y quemando el incienso. Es fascinante. En el templo hay otros altares y por detrás está el Good Wish Garden (Jardín del Buen Deseo), otro jardín típico chino al que hay que pagar 20 céntimos para entrar y en el que se alternan laguitos con puentes y rincones tranquilos. Me gustó más el jardín que el templo en sí mismo. Entre ambos hay una zona del templo llena de adivinadores y herbalistas (lo cual yo traduzco como curanderos). Los primeros te dicen si vas a tener suerte y aparentemente algunos hasta son buenos en su trabajo y de los segundos no puedo decir nada.

Desde allí retrocedí hasta Mongkok, una zona de la ciudad que hasta hace unos años estaba llena e bloques inmensos y controlada por las tríadas pero que ahora bulle de actividad con los mercadillos aunque aún se pueden ver esas colmenas en las que se arracima la gente. La zona es muy segura. Comencé en el mercado de las Señoras (The Ladies? Market) en el que se vendía lo de siempre y en cada puesto alguien te enseñaba un panfleto con relojes y bolsos y te preguntaba si querías comprar relojes, bolsos o carteras de imitación. En los diferentes puestos tienes tus calzoncillos Calvin Klein a precio de risotada, tus gafas Rocío Jurado por medio penique o ese bolso que vale miles de euros y que allí no supera los quince. Está lleno de extranjeros que pululan mirándolo todo y regateando para conseguir mejores precios. Las camisetas estaban tiradísimas de precio y lo mejor es mirar y comparar precios antes de entablar la conversación con alguno de los vendedores.

En una calle paralela está llena de tiendas vendiendo productos de electrónica, supuestamente auténticos y a buen precio. Me compré una bolsa para la cámara (sin marca) por cuatro perras gordas que me permitirá salir con la cámara y un objetivo sin tener que cargar toda la mochila. Tiene un buen tamaño y en ella entra con holgura mi 24-70mm que es como un cañón gordo y grande.

Siguiendo por la calle del mercado de las Mujeres, llamada Tung Choi se llega al Goldfish market, el de los pececillos de acuario. De repente la calle se llena de tiendas con acuarios y bolsas pequeñas en las que hay peces, tortugas, plantas y de todo para montarte tu fantástico acuario. Este me pareció fascinante y he de reconocer que lo disfruté mucho y al llegar al final de la calle, muy cerca está el Flower Market Road o la carretera con el mercado de las Flores, en donde pasamos de los peces a las flores y en particular a los puestos en los que se venden ramos y adornos para las novias.

Continúas avanzando por la calle y al terminar te encuentras con el mercado de los Pájaros (Bird Market), en un edificio con un jardín en el que se venden miles de pájaros y a donde la gente trae sus pájaros en jaulas para ponerlos junto a los otros y que así canten. Al parecer, sacar a tu pájaro a pasear y cantar es un pasatiempo muy popular entre la gente ya mayor de Hong Kong y efectivamente, por allí andaban. Esto sí que resultaba curioso.

Después me desplacé hasta el Kowloon Park, una parque en el centro de la zona de rascacielos muy popular entre los locales. Caminé un poco por allí y fui a comer a un local de Dim Sum recomendado por mi guía y llamado Tao Heung. Según la guía tenían el menú en inglés y efectivamente, junto con todos los papeles que te dan para pedir me dieron uno con las cosas en inglés. Me sentaron en una mesa con vistas al parque y la llenaron con niñas de algún colegio cercano y empleados de algún negocio de los alrededores. Todos se portaron muy bien y me ayudaron a elegir y lo organizaron todo para mí. Tenía una selección fantástica de Dim Sum que devoré con ganas y que me costó en total cuatro euros. Al salir me acerqué a la zona cercana al embarcadero del Star Ferry que es por donde están los monumentos. Aparte de las vistas del otro lado, por allí está la mole horrenda del Hong Kong Cultural Centre, un edificio sin ventanas que más bien parece un muro. A su lado está la torre del reloj (Clocktower) de cuarenta y cinco metros de alto y que se debe estar preguntando qué hizo mal en otra vida para que la castigaran con ese edificio.

Siguiendo por el paseo te encuentras con el Paseo de las Estrellas (en el que ya estuve la primera noche) y otros edificios representativos como el museo de Arte. Cuando acabé de deambular por la zona y hacer fotos regresé al hotel ya que aunque no lo parezca, estaba agotado. Organicé mis siguientes segmentos del viaje, comprando billetes y reservando hoteles y al atardecer decidí ir a ver de nuevo el espectáculo de las luces. Fui en metro y cuando llegué a la zona casi me caigo muerto. ¡No había niebla! de repente se abrió el cielo y la vista era preciosa. Hice fotos del espectáculo hasta hartarme y salí corriendo para ir en el primer ferry de vuelta, en el mismo muelle tomé el autobús y media hora más tarde perdía la dignidad corriendo hacia el mirador que hay en The Peak para hacer mis fotos nocturnas desde allá arriba. Gracias a Dios que me traje mi gorillapod el cual engancho en cualquier barandilla y las fotos no me salen movidas (y me sirve de substituto de un trípode). Todavía temblando de emoción y con la suerte de cara veo que no hay casi gente para el funicular así que bajé por ahí y en un salto me puse en la estación de metro y volví al mercado nocturno de Temple Street para cenar de nuevo en el mismo sitio. Esta vez me pedí un plato de cangrejos, unos fideos fritos y un plato de almejas (o algo parecido). El chino me miraba con incredulidad pero cuando vio el arte que tengo para chupar y romper los cangrejos y la cara multiorgásmica que se me pone comiendo esos bichos, se quedó asombrado. En la mesa de al lado unos franceses me miraban con cara de asco pero ellos nunca sabrán lo que se estaban perdiendo.

Para cuando terminé de comer eran más de las once y después de pasear un rato y comprarme un par de camisetas turísticas regresé al hotel. Así acabó mi cuarto día en Hong Kong, bastante lleno de actividades como todos los anteriores.

El relato de este viaje continúa en Tránsito de Hong Kong a Kuala Lumpur


3 respuestas a “Kowloon”

  1. Tienes que terminar el día hecho porvo, tio.
    Menudas palizas te das. Claro que los viajes son para aprovecharlos.

  2. No es tan cansado como ustedes de lo imaginan. Se llama turismo. Vas viendo cosas, te paras a comer o beber algo, continúas, te paras. Además, alterno sitios relajados con sitios de moverte más. Después de Hong Kong en Kuala Lumpur no di un palo al agua y en Phnom Penh en donde estoy ahora también he usado y abusado de la piscina. Ahora salgo para Kampot en donde espero hacer varias excursiones y después seguiré a Sihanoukville en donde pienso atorrarme en la playa.