La buenísima educación


El tirachinas

Desde que compré mi casa en el año 2005, la batalla con los gatos de los vecinos ha sido una guerra sin cuartel que por ahora voy ganando. Por supuesto que los dueños sueltan a sus gatos para que meen y caguen en las casas de los demás y se cogen unos mosqueos del copón cuando alguien se los mata o lo tortura. Tras barajar varios tipos de estrategias de eliminación de plagas dañinas, elegí una que funciona tan bien como una gran orquesta. En ambos lados de mi jardín y pegadas a las vallas hay zarzamoras, del tipo con más espinas que pude encontrar y que crecen alocadamente creando un búnker. Además de recoger entre diez y quince kilos de moras cada año, no hay gato en el barrio que salte esas trampas mortales, o al menos no lo hay que lo haga y viva para contarlo. A mi vecina de la izquierda, que hasta el año pasado tenía un gato que gustaba de cagar en mi césped, le jodía un montón que su precioso animal no pudiese saltar hacia mi lado. También le jodía encontrar mierda de gato en su jardín ya que yo la recogía con unos guantes de estos de cirujano y se la devolvía a su terreno, ya que si el gato es suyo, la mierda también. Lo hice de una manera sibilina, poniendo todas las mierdas en un rinconcito cercano a donde jugaban sus nietos y para cuando lo descubrió, tenía en el lugar tal colección de mierda que no había manera de acercarse y optaron por lanzar lejía sobre la tierra para ver si así podían quitar la mierda. Su gato desapareció el año pasado, no se si murió de viejo o lo mataron, muerte bastante habitual entre los gatos en las barriadas holandesas, donde siempre hay alguien dispuesto a tomarse la justicia por su mano. Para la parte posterior de mi jardín, elegí un método disuasorio bastante efectivo. Compré un aspersor con un sensor de movimiento y cuando un gato salta en mi jardín subiendo por la puerta, lo recibe un baño de agua fría gratis total. Los animales huyen desquiciados y aprenden que esa puerta es mejor no escalarla y el resultado es que en dos años no he visto una sola mierda en mi jardín, me pego unos banquetes de moras que no veas y todos somos felices. De cuando en cuando veo algún gato por detrás de mi casa, en los jardines comunes y para entretenerme con ellos y educarlos me he comprado un tirachinas, una maravilla armamentística con una precisión fabulosa y que los enseñaré a reconocerme y tenerme miedo. Mi vecino ya me ha pedido que le compre uno a él también. Estos deportes son muy adictivos.


3 respuestas a “La buenísima educación”

  1. jajaja Pues ya ves tu, aquí hay multitud de gatos porque la gente los tiene en el campo a su aire, son prácticamente salvajes y se tienen que complementar la dieta cazando ratones y topos, culebras y demás, que para eso les dan poco de comer, pero la verdad es que hacen una labor excelente y jamás he visto una cagada de gato, no así de los perros cabrones…
    Lo del aspersor con detección de movimiento me encanta… 🙂
    Salud