Siempre me han fascinado las grandes iglesias y las catedrales. Son edificios fastuosos, de columnas inmensas, techos arqueados cubiertos de venas que parecen querer rozar el cielo y con detalles arquitectónicos de todo tipo que las embellecen. Es una lástima que se haya perdido la tradición de hacer edificios de ese tipo en los que la belleza está en el volumen y en el mimo de todos y cada uno de los rincones. La Catedral Nueva de Salamanca se puede visitar gratuitamente. Solo hay que pagar si se quiere entrar en la Catedral Vieja o subir a las torres de la catedral.

Del interior de la catedral, impresiona el inmenso órgano y un brazo disecado de algún santo o mártir que no creo que se ande muy satisfecho en el cielo sabiéndose incompleto.

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