La clase de piano – Au bout des doigts


Todos los lunes a las ocho de la noche tenemos en uno de los multicines de Utrecht una película de las que solo estrenan en la filmoteca en Amsterdam y que suelen repetir al lunes siguiente, con lo que mensualmente, tenemos acceso a dos de esas pelis y me ahorro el viaje a Amsterdam. Al ser de la filmoteca, es cine extranjero y por aquí ya he comentado algunas. Todos sabemos que yo evito el francés tanto o más que a las enfermedades venéreas y a los truscolanes pero el trailer de esta tocó alguna fibra podrida en mi interior y por eso decidí ir a ver Au bout des doigts, la cual parece que se estrenó en febrero de este año en España como La clase de piano y he mirado en un traductor onDEline y ni de coña es una traducción literal, deberían haberla llamado truscoluña no es nación.

Un julay quinqui y pajillero va a un conservatorio y se encoña de una negra a la que no se cansa de darle plátano, pero no del canario.

Un pavo que vive en una barriada periférica jinameña no le cuenta a sus amiguitos quinquis que en secreto, el lo que quiere es tocar el piano, algo que aprendió de niño con un viejo que por lo mucho que se le arrimaba, es un milagro que no le hiciera otro tipo de tocamientos. El chamo aprovecha el piano en una estación para tocar (este concepto puede ser nuevo para muchos, pero en infinidad de estaciones se ponen pianos en el vestíbulo para que quien quiera toque, S-I-N P-E-D-I-R D-I-N-E-R-O) y allí lo escucha el director de un conservatorio que le ofrece un puesto en el mismo. Cuando al chaval lo detienen en un robo a una casa, le conmutan la pena por trabajar limpiando suelos en el conservatorio y allí empezará a tocar el piano y el chamo es como un prodigio, mismamente como yo pero con crímenes y ficha policial. Se encoñará de una compañera que toca otras cosas, incluyendo su instrumento y el director está tan convencido de que es un genio que lo propondrá para representarlos en un concurso de piano muy pijo y fastuoso y que te da fama a nivel mundial y tal y tal. El chiquillo, que viene de casa pobre, dudará pero vamos, que eso no le afecta a la hora de empalar a la otra. Hay final feliz así que todos sabemos como acaba.

Esto es una historia de esas melozas pero que entretienen y la música es fabulosa, así que no me da vergüenza reconocer que me gustó hasta siendo una película francesa, que mira que es bárbara esa lengua. Curiosamente, la relación intensa y que sobresale más no es la de Jules Benchetrit, que es el chaval, con su novia, con la que hay una química fabulosa es con Kristin Scott Thomas, que es su profesora de piano y con la que cuando tienen escenas juntos, hay un montón de energía en la pantalla, de cariño y respeto entre ambos. También funciona muy bien su relación con Lambert Wilson que hace de director de la academia. La película tiene muchos tramos totalmente predecibles y muchas boberías, sobre todo cuando los amigos criminales entran en escena pero pese a todo, es un buen entretenimiento y una de esas historias que te hacen salir del cine contento y con la sensación de haber presenciado algo interesante.

Esto no es cine para los miembros del Clan de los Orcos, que pueden quedarse ciegos si son expuestos a algo así y hasta me temo que los sub-intelectuales con GafaPasta la verán algo flojilla pero si tienes oportunidad y te sobra algo más de hora y media, tiene un pase.


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