Ayer fui al cine después de trabajar y por alguna razón de esas que escapan a mi escaso entendimiento, mientras esperaba a que comenzara la película pensaba sobre mi escasa conexión musical. Bueno, la razón no la pillo pero lo que provocó esa línea de pensamiento es que fui a ver una película por tercera vez solo porque me gusta un montón la selección musical que tiene. Se trataba de Con amor, Simon – Love, Simon y para mi, lo mejor de la película es la música, las canciones que alguien eligió para cada momento. Me pasó algo parecido el año pasado con Baby Driver, película que podría ver hasta con los ojos cerrados y seguiría pareciéndome un peliculón.
Ahora saltamos hacia atrás en el tiempo cienes y cienes de millones de segundos, a aquellos maravillosos años sin Internet en los que Virtuditas y Genín eran los amos del culocochismo. Si te paras a pensar, hace no tanto tiempo, la música a la que teníamos acceso era muy limitada. Las radios eran las encargadas de propagar los nuevos sonidos, básicamente gracias a campañas de promoción de las discográficas y era así como los usuarios finales descubrían nuevos sonidos, junto con la discoteca y los discos o cassettes que podían tener los coleguillas. En aquel mundo, yo me movía como pez en el agua. Tampoco era posible saber qué canción sonaba a menos que lo dijeran explícitamente por la radio o alguien la conociera o estaba en un película y podías buscar esa información en revistas o en IMDb, que está ahí desde siempre.
Después se desarrolló Internet y de repente, la música era más accesible, nos bombardearon con nuevos grupos y cantantes y hasta si eres un pervertido y te gustan los grupos del país de los josdeputas-kabezudos-koreanos-de-mielda, puedes encontrar su música sin problemas. Más o menos cuando la sobre-exposición a la música o más bien el acceso a una vasta cantidad de música se hizo posible, yo me comencé a desenchufar de la misma. La sustituí con audiolibros y podcasts y más o menos mis vías de adquirir nuevo contenido quedaron muy pero que muy limitadas. Ahora estamos en una fase posterior, prácticamente toda la gente que conozco paga suscripciones a servicios musicales y tienen en sus bolsillos acceso a una cantidad dantesca de millones de canciones y no veas lo pedantes que son con sus gustos musicales de una-y-no-más-santo-tomá.
Yo sin embargo en mi bolsillo, en el telefonino no llevo música alguna, solo libros y podcasts. En mi iPad si que tengo unas doscientas canciones y seguramente escucho un grupo de menos de veinte y solo lo hago en aviones, que por alguna razón es el momento en el que me mola escuchar música. No veo la tele, no escucho la radio y debo ser el último ser humano en enterarse de las canciones de moda. Para hacernos una idea, la primera vez que escuché el conocido Despacito fue cuando se convirtió en el vídeo más visto en el llutuve y fue por conseguir ese hito que acabó en las noticias que leo y despertó mi interés. Mi hilo musical, la forma en la que descubro canciones hoy en día, es a través del cine y en raras ocasiones con las series de televisión que veo. Este segundo escenario se limita a dos series que ya han cancelado/terminado y que solían tener un momento musical cerca del final y parece que los que se encargaban de la selección coincidían con mis gustos. Con el cine, de cuando en cuando, quizás en el trailer, quizás en la película, escucho una canción que me gusta y si no encuentro el título, es probable que vuelva a ver la película con el teléfono preparado para que me diga el nombre y el autor de la misma. Aún más raramente, una o como mucho dos veces al año, llega una película a los cines que tiene una selección en la que me gusta todo o casi todo. Esos casos son rarísimos y estoy convencido que si busco las personas que hacen esa selección encontraré uno o dos nombres que son los que deberían enviarme las treinta canciones que tengo que tener.
Internet nos ha traído un empacho de todo, de información, de música, de saber y resaber la vida de todo el mundo y quizás al principio la idea era buena, pero con la saturación, en mi caso, viene el desinterés. Me dejó de interesar la música, me dejó de interesar ver la tele y puedo confirmar y confirmo que no me interesa para nada el conocer la vida y milagros de mis amigos en sus CaraCuloLibros. Entre las cosas que descubrí gracias al empacho está el silencio, el pasar horas y hasta días concentrado en las cosas que me gustan. Algo bueno tenía que tener tanto exceso.
Una respuesta a “La conexión musical”
En mi trabajo suenan los 40 de fondo musical, así que al final te acaban sonando todas las canciones, es una de las emisoras que menos se corta en la emisión en directo por internet.