La desconexión


Una de las semanas más raras del año es la Semana Santa por la falta de sincronización entre España y los Países Bajos. Aquí, salvo por el viernes por la tarde que los supermercados cierran dos horas antes, es una semana normal, con los colegios abiertos y todo el mundo trabajando. Mi conexión española arranca la semana lentamente y después simplemente entra en un estado de hibernación. La gente va desapareciendo poco a poco, sobretodo cuando llega el miércoles y todos os piráis de mega-puente. Para cuando se recupera, es el lunes y ese sí que es un día festivo en este país y yo probablemente estaré distraído. Desde el uno de enero, el lunes de Pascua será el segundo festivo nacional y abre la temporada de esos días increíbles y asombrosos en los que no tenemos que trabajar y que en este país están totalmente agrupados en la primavera. Después tendremos el veintisiete de abril, cumpleaños del rey, que al caer en jueves muchos alargarán y se pillarán el viernes como festivo y la siguiente parada festivalera oficial es el veinticinco de mayo con el Hemelvaartsdag o la Ascensión que aquí es festivo y en el caso de mi empresa hacen uso de cierto derecho adquirido y el viernes veintiséis, además del viernes cinco de mayo, ambos serán falsos festivos, no trabajamos pero son días que nos descuentan de nuestras vacaciones, solo que no pertenecen a los días normales sino a cinco que recibimos cada año por coñas del convenio y de los que la empresa, según le plazca, puede fijar tres en las fechas que quieran. Esto es lo que hace que en el periodo posterior a la Semana Santa yo elija ir a Asia. Con trece días laborables, este año estaré veinticuatro días de vacaciones, prácticamente todo el mes de mayo. Nuestro último día de vacaciones será el lunes de Pentecostés, que este año cae el cinco de junio. Desde ahí y hasta el lunes veinticinco de diciembre, naíta.

Si alguno se ha montado el viaje épico y legendario a los Países Bajos durante la Semana Santa, se va a topar con una mierda de tiempo, con llovizna, nubes y más nubes, frío y lo peor de todo, viento. Es como si después de dos semanas fabulosas de primavera se nos ha acabado la suerte y hemos vuelto al otoño. Ni las babosas de mi jardín están cayendo en las dos trampas que tengo para ellas y en las que tienen una riquísima cerveza caducada que me regaló la Chinita y en la que se pueden ahogar y pasar a otra vida muchísimo mejor que esta que dejarán atrás.


4 respuestas a “La desconexión”

  1. Sería más correcto decir que los truscolanes JAMÁS trabajan, a menos que tocar los güevos ajenos sea considerado una profesión

  2. Pues como andarás despendolado, lo normal es que no te acuerdes, y mucho menos diciéndotelo con tanta antelación, me da por ahí hoy, pero el 24 brinda a mi salud hombre, con algo rico donde estés, que estaré cumpliendo 76 tacos, y ya ves, tan campante, a pesar de truscolanes, Maduro, Podemos y Gibraltar, mas cambio climático…jajaja 🙂
    Salud

  3. Tus babosas se ahogan en cerveza, y en casa de mi padre sirven de alimento a la tortuga, que está llegando el calorcito y repone todas las fuerzas juntas.
    Ah, y buenos días a todos, he vuelto de la semana santa 😉