La loba


La loba

La loba, originally uploaded by sulaco_rm.

Mi amiga la Gayola siempre ha dicho que yo soy super-refinado, una bellísima persona con la máxima de las educaciones que se podían haber adquirido en la Isleta, que fue el barrio en el que me crié, bajo el paraguas de la educación que me dieron Dolorsi, Marilola la Tetua, Carmita la Burra y todas aquellas sub-intelectuales que poblaron mi infancia y la convirtieron en una sucesión de eventos épicos y legendarios que si quisiese o quisiere escribir, se transformarían indudablemente en la Nueva Biblia que todo el mundo querría leer.

De aquella visión del mundo malévola y en la que todos tenían lenguas viperinas que desataban a la primera me quedó un aguzado ojo para ver las cosas más interesantes. En este invierno en el que he realizado una proeza imposible de todas las maneras posibles y he conseguido procesar prácticamente todas las fotos que tenía pendiente, estando a muy poco de acabar esa gesta ya que me quedan menos de mil quinientas fotos para terminar, he encontrado imágenes de todo tipo, como la de hoy, una imagen tomada el primero de septiembre del año 2011 en el Jardín Botánico en Gran Canaria. En aquella época, tanto Uno+Cero como Luis y un servidor nos prestábamos a salir por ahí alguno de los días en los que estaba en Gran Canaria de vacaciones e ir con las cámaras a hacer fotos. Ahora hemos mejorado tanto este proceso que preferimos quedar para encochinarnos a base de bien en algún lugar y las cámaras se quedan en sus respectivas casas y la mía, más concretamente, en los Países Bajos, ya que no la arrastro hasta Gran Canaria ni jarto de güiski del barato.

En ese primero de septiembre pasado y mientras recorríamos el Jardín Botánico se cruzó en nuestro camino una pareja con fotógrafo que debían estar haciendo fotos para su álbum de boda o para asustar a sus amistades. La imagen es explícita que no veas pero por si no queda claro, la loba encochinada y con una falda que le quedaba a tres o puede que cuatro milímetros de los pelos del piporro, posaba como una profesional con su coyote y el fotógrafo inmortalizaba aquel momento tan mágico. En el lugar estaban ellos tres y nosotros tres y nadie más, con lo que era muy cantoso el comenzar a hacerles fotos, que era lo que me pedía mi cuerpo, mi carne, mi sangre y mi espíritu, todos me gritaban al unísono que mandara a la mierda las fotos de cactus y flores y me centrara en aquellos dos y su amor tan verdadero que seguramente ya se acabó. Como la cámara canta mucho, maquinamos una escena en la que dos se ponían como posando para la foto, con el suficiente espacio entre ellos para que se viera el verdadero objetivo y el tercero hacía la imagen del mismo. En esta foto podemos ver el telón fucsia de un cine que ella usaba como minifalda y que malamente le tapaba las carnes. Él extendía los brazos al completo pero no podía abarcar aquel desbaratamiento absoluto. En otras imágenes que no veremos pero que merece la pena reseñar, ella se sentaba sobre una laja enorme, un pedrolo de varias toneladas que con su cuerpo delicado y cuasi-etéreo hundió hasta el mismísimo centro del planeta, ya que cuando se puso encima de la misma la presión sobre la roca fue tan grande que desapareció. Yo, gracias a mi educación isletera, mientras veía a estos dos orcos fuera de las tierras medias, pensaba con maldad en ese día de la boda y en el pedazo de grúa que tendría que alquilar el chamo para poder entrar a la bosta en la casa simulando que la llevaba en sus brazos. Una vez, en un pasado aún más lejano del que no quiero hablar, me quedé en la keli de una familia de noanoréxicos y nobulímicos y en los tres baños que tenía aquel chabolo, los retretes solo tenían la cerámica, el asiento y la tapa habían pasado a la historia después de reventar por las presiones a las que se les obligó a trabajar. No quiero ni pensar en lo que sufrí para echar el jiñote en aquellos retretes en los que no podía sentar y en los que por causa de fuerza de las más mayores, tenía que hacer el helicóptero acuclillado sobre la tasa y bombardear desde lo alto con mi mortífera carga.


5 respuestas a “La loba”

  1. Joder, pues una tapa nueva vale 10 euros en el sueco… que asquete tener los váteres en tu propia casa sin asiento ni tapa …

  2. No creo que el más anoréxico de esa familia pesara menos de ciento treinta kilos. Los padres y los dos hijos eran como ballenas. Dudo mucho que pudiesen ir en ascensor si querían salir en grupo todos juntos. Seguramente daban dos viajes o la máquina cae como una piedra.

  3. Coño, no me acordaba yo de la escena.

    Seguro que las tapas faltaban porque no aguantaban semejante tonelaje. Tendrían que pedir a Japón las que hacen especialmente reforzadas para los luchadores de Sumo.