La quinta y la anual


Yo me acuerdo como hace menos de veinte lunas, esto que voy a contar estaba de super-hiper-mega moda y todo el mundo lo hacía y ahora ya se han olvidado o algo así. Me refiero a lo de las vacunas, que durante la pandemia podemita y truscolana, de repente todos se hicieron fans y ahora como que pasan un kilo. Yo me descojono de mis vecinos, con casi ochenta años y les digo que cuando se vean con la puerta abierta y la luz al final del túnel, que no me vengan a llorar porque yo se los advertí, que ambos han pasado de devotos de las vacunas a negacionistas. También, gracias a ellos y al desinterés general, este año se ha acelerado un montón la lista de espera de la vacuna contra la enfermedad esa podemita y truscolana y la semana pasada, el lunes, pedí hora y el viernes, a las nueve de la mañana, ya la tenía, así que me acerqué al nuevo centro de vacunación y me sorprendió la cantidad de chiquillería y jóvenes que entraban, tanto que aluciné y pensaba que por fin esos han descubierto que no tienen que ser tan totorotas y subnormales como sus padres, pero me equivoqué y resultó que todos esos iban a que les pusieran la primera vacuna del virus del papiloma de herpes, que para los menores de veintiséis años es gratis hasta diciembre y si se ponen la primera, les darán la segunda dosis gratis y a partir del uno de enero solo será gratis para menores de dieciocho años. Por suerte habían dividido la nave en dos zonas y mientras ellos tenían una cola épica y legendaria, en la de la pandemia truscolana y podemita éramos menos y aquello fue relativamente rápido. Usan el sistema del practicante rodante, en el que van sentando a la gente en una fila y después te llega desde atrás, te pone la vacuna y te quedas allí mismito sentado cinco o diez o quince minutos, según te mole. Esta vez, para mi quinta vacuna contra la pandemia podemita y truscolana, de la que puedo confirmar y confirmo que aún no me la han pegado ni una sola vez y conozco gente que la ha pasado hasta cuatro y cinco veces por su estupidez y su ignorancia, me volvieron a poner la de Pfyzer, con lo que después del cambio a Moderna de la anterior, regreso al grupo de las tres primeras. Puedo confirmar y confirmo que no tuve molestias y como siempre, según me la puse me tomé un paracetamol de esos y ni siquiera me dolió en el lugar del pinchazo.

Seis días más tarde, o sea, hoy, tenía la cita para ir a mis médicos de cabecera a que me pusieran la de la gripe, que estos organizan una mega-orgía de vacunas y nos dividen en grupos que entran a diferentes horas y el mío era a partir de las tres de la tarde. Cuando iba allí durante la época de la pandemia, la cola en la calle era de cien personas o más. Ahora, cuando llegué, éramos tres entrando y dos que salían, con lo que no hubo cola ninguna. A mí solo me pusieron la de la gripe, pero a los ancestrales les ponían otra que no tengo ni puta idea de cuál puede ser. Después de llegar a mi keli, me puse la ropa de correr y me fui a hacer mis seis kilómetros, la cuarta carrera de la semana, de las cinco previstas, en cuatro días consecutivos y puedo confirmar y confirmo que no fue la más lenta y podría haber hecho un tiempo muchísimo mejor de no haberme topado con dos gilipollas que paseaban a sus chuchos y me bloquearon durante casi veinte segundos hasta que pude eludirlos por la hierba. Aún así, la velocidad media fue de cuatro minutos y treinta y cinco segundos. Como este año también me han puesto la vacuna de las fiebres tifoideas, como que la de hoy fue la tercera vacuna y espero que la última del 2023.


2 respuestas a “La quinta y la anual”

  1. Aquí a los ancestrales nos ponen la antigripal y la covid a la vez, estoy esperando a que me llamen, me extraña que estén tardando tanto…
    Salud

  2. Genín, pues si que están tardando en llamarte, aquí en las Gallaecias los sabios ya están todos vacunados…

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