La tercera


La primera vez que fui a ver Ciudades de papel – Paper Towns, según se resolvía la película y quedaba todo clarito como las aguas de una depuradora, algo se iluminó en mi tremendo cabezón. He visto la película tres veces más, no por eso sino porque me encanta y creo que fui injusto no dándole los diez puntos que seguramente se merece, pero lo que quiero contar hoy, aunque el gatillo fue Ciudades de papel – Paper Towns, no tiene relativamente nada que ver con la misma. Lo bueno que tiene el mes de agosto es que por aquí quedamos dos y puedo y quiero escribir sobre temas más obscuros y distorsionados.

En lo que llevo de vida, que gracias al síndrome de peter pan está congelada en cierto número que obsesiona al segundo hijo del Rubio porque año tras año celebramos mi cumpleaños con la misma cantidad, creo que he reiniciado mi sistema de interacción social dos veces y en la actualidad sigo funcionando con el tercer ciclo. Puedo creer que hay gente que vive toda una vida en un único ciclo pero ese no fue mi caso. Digamos que hasta los veinte años no fui plenamente consciente de lo que sucedía a mi alrededor. Con posterioridad, informes imparciales han iluminado esa etapa de mi vida. Mi profesora de literatura en el instituto me dijo que en el claustro de profesores me llamaban el Primer Ministro porque controlaba el instituto al completo. Gente que se cruzó en mi vida con posterioridad también me dio a entender que yo era el elemento que movía la báscula de un lado a otro y la persona que determinaba quien era chachi y quien no. Yo lo descubrí cuando una pelleja que salía con uno de mis mejores amigos vino enojadísima y me puso a caldo de pota. La razón: él la dejó porque yo se lo había dicho. Aluciné. En algún momento de aquella semana el chamo me había preguntado que me parecía su nueva novia y yo le había dicho que puesto que era un objeto desechable, ni me parecía ni me dejaba de parecer porque no iba a tener continuidad en el tiempo. Ese día, el día que ella me abrió los ojos comencé a prestar atención y me encontré, horrorizado, que todo giraba en torno a mí y a mis antojos. Nunca tuve problemas para que en las quedadas fuéramos a los sitios que me gustaban, a ver las películas que yo quería o a cenar en donde a mí me apetecía. Todos obedecían. De la misma manera, la clase de primero en teleco, con cuatrocientos julays en la misma, era mi pequeño coto, con todo el mundo tratando de anticiparse a su pequeño emperador. El sistema funcionaba perfectamente y yo era capaz de manipular multitudes prácticamente sin esfuerzo pero al saber que lo hacía, me comenzaron a aburrir. No había espacio para la sorpresa. Si yo quería ir de excursión al campo, la caravana de coches ya estaba preparada. Si decía que votaba por ir al Chino, esa era la comida. Si prefería ir a la playa, todo el mundo estaba cogiendo las toballas y buscando lugar en la arena, en la zona de Sensación de Vivir, ya que la parte de Melrose Place no me molaba (los nombres eran algunos de los que tenían las distintas partes de la Playa de las Canteras según el evangelio del Elegido). Saber que estás manipulándolo todo a tu alrededor te hace replantearte las cosas. Podía seguir, pero no me resultaba interesante, era como si ya supiera el final de la película. Me tomó un año y una cantidad increíble de horas el planear mi siguiente movimiento. No podía informar a mis marionetas pero quería darles la libertad que igual hasta se merecían. El intentar preservar una gran parte del grupo antiguo me llevó a crear un sistema muy complejo, brutal, con multitud de reglas y más reglas y excepciones temporales, por ubicación o por actividad. El sistema estaba en mi cabeza y en cada situación, actuaba según el mismo. Tenía un cuidado exquisito de no expresar mi preferencia a la hora de ir al cine, o de salir, o de hacer algo el fin de semana. Buscaba no ser el elemento que determina el proceso. Eso comenzó a volver loco a todo el mundo. Era como si estuviesen perdidos, sabían que había algo anómalo pero no terminaban de poner el dedo en la llaga. Si alguien me intentaba contar un secreto o pedirme consejo (que en realidad era pedirme que decidiera), yo evitaba las situaciones como agujeros negros. Algunas de las relaciones comenzaron a fracturarse y uno de mis mejores amigos encontró a otro que me sustituyó manipulándolo. Sencillamente, no podía moverse por el mundo por su cuenta. De ese segundo ciclo viene mi amigo Sergio, el cual llegó a mi mundo sin haber sufrido el pasado y jamás experimentó mi lado manipulador, algo que me fascinaba y por lo que creo que nos hicimos muy buenos amigos, con él tenía una libertad extrema y nunca sabía por dónde iba a salir. El sistema funcionó unos años, pero conforme pasaba el tiempo, cada vez me era más claro que adaptar y parchear las reglas propias para ajustarlas a todo tipo de escenarios, era un callejón sin salida. También me comenzó a molestar cada vez más la gente que buscaba mi Yo primigenio. Yo había evolucionado, era alguien distinto, pero ellos seguían tratando de sacar al otro, aquel que ya no era Yo. Mis reglas me permitían la manipulación, pero solo cuando estaba controlada por mis reglas. Si quería hacer algo y sabía que no lo lograría, terminaba añadiendo excepciones que me hicieran sentir bien porque habiendo excepciones, las reglas seguían siendo válidas. Las grietas del tinglado cada vez eran más enormes. Recuerdo una de las veces en las que alguien me pidió que manipulara. Era un amigo de informática que llegó a mi universo cuando ya estaba en su segundo ciclo. Probablemente a través de otro que fue mi mejor amigo durante unos años, se enteró que cuando yo quería, allí todos bailaban a mi antojo. Él estaba metido en una relación destructiva con una pava que lo chantajeaba emocionalmente cuando la intentaba dejar, le lloraba y le montaba unos números de cojones y después se lo contaba a la gente de su círculo para hacerlo sentir mal. El colega estaba hasta las pelotas y me pidió que hiciera algo y que sabía que yo podía. Elegí crear una nueva excepción para permitirme ese escenario de manipulación. En dos semanas, la pava estaba al borde del suicidio, era una descastada social y no había un solo motivo positivo en su vida. Yo iba como los toreros, a matar. Mi colega se acojonó y me pidió que parara, algo que me jodió un montón porque sabía que eso era como darle la victoria a ella, que consiguió seguir manipulándolo emocionalmente casi un año y medio más, dieciocho meses que él recuerda como los peores de su vida. En cierto punto, comencé a trabajar, conocía nueva gente y la distancia con los que venían del grupo Primigenio aumentaba. Aún así me faltaba algo, me faltaba la libertad de no tener reglas, de hacer las cosas libremente, de no tener que ser comedido con la gente que estaba a mi alrededor. Le busqué soluciones al problema por todos lados, lo miré desde todos los ángulos que se me ocurrían y por supuesto, no podía confiar en la gente porque eran parte del problema. Al final, la solución más elegante era comenzar de nuevo, en un lugar distinto, con mucha tierra y mar de por medio y así fue como más o menos comenzaron los planes que acabaron conmigo a tres mil seiscientos dieciocho kilómetros de distancia. El uno de julio del año 2000 por la tarde llegaba a los Países Bajos y aquí, todo era nuevo, nadie me conocía, todo era posible. Casualmente, el tres de julio, entre las nueve y las diez de la mañana me presentaban en la oficina al Rubio y es mi mejor amigo desde prácticamente ese momento. En esta tercera aproximación al universo, encontré un montón de gente nueva. NO los manipulo, ya que no saco nada con ello y acabaría aburriéndome y prefiero explorar hasta donde podemos avanzar por el mismo camino. Aprendí a fiarme de la señal de alerta interior que en algún momento se enciende y me indica que la relación se ha terminado. Cuando sucede, continúo mi camino, avanzo y no le doy más importancia al hecho. Esto sigue molestando en el entorno, mis amigotes me ven como la persona más cruel del universo conocido porque desecho a aquellos que de repente pasan a ser parias y por más que les explico que no tengo veinte siglos por delante y que cuando ya sé que hemos llegado al final del camino, no veo el motivo para alargar la cosa unos años y proceder a un distanciamiento progresivo cuando se puede cortar en seco y de manera más limpia. ¿Manipulo? PoZí, prácticamente siempre en el trabajo. Si tenemos que hacer algo y el camino más óptimo no responde adecuadamente, lo guío en la dirección correcta. Con mis amigos, casi nunca. Al Rubio lo desquicia que quedemos para ir a cenar en la ciudad. Si me obliga a elegir, yo termino con cuatro o cinco opciones, todas aceptables y me niego en redondo a acotar más. El Turco ha elegido otro sistema. Si queda conmigo, él sabe a donde vamos, qué vamos a comer y pasa completamente de mi opinión. Otros han encontrado su camino y dependiendo de la persona, la manera en la que interactuamos es distinta. También he renunciado a cierto tipo de amistades. El universo se divide en tres grupos. El de las ovejas, el más numeroso y que quieren que las controlen, el de los pastores, que controlan a las ovejas y el de los lobos, los depredadores de las ovejas y que tienen una relación problemática con los pastores. Yo paso totalmente de las ovejas pero tampoco soy un depredador de las mismas. Prefiero el mundillo de los pastores sin ser uno de ellos.

¿Cómo he llegado hasta aquí? Como dije al principio, en la película Ciudades de papel – Paper Towns, la chica que se pasan más de media película buscando porque ha desaparecido, al final resulta que se ha ido porque se ha cansado de ser la imagen de lo que todos quieren ser o admirar y quiere encontrarse a sí misma. No es lo mismo a lo mío pero se asemeja. Cuando arrastras un rebaño, algunos acabamos por darnos cuenta que no es lo nuestro.

Vaya, esto se ha alargado un montón. ¿Volveré a cambiar? No lo sé. La capacidad de modificar mi comportamiento y ajustarlo a las circunstancias está en mi código genético. Ahora mismo no lo necesito pero tampoco sé lo que me depara el futuro …


2 respuestas a “La tercera”

  1. Si, si, mucho presumir de manipulador y tal y tal, pero has sido incapaz de follarte a nadie y que te compre la camarita de los cojones…jajaja 🙂
    Tampoco has logrado que Truscoluña reflexione y vuelva a su ser…jajaja 🙂 🙂 🙂
    Salud, manipulador de vía estrecha 🙂

  2. Truscoluña me pilla lejos. Y no, si quisiese que me compren algo, no sería eso. Yo soy más de efectivo en cuenta corriente.

    Además, manipular, como nos recuerda la RAE, es intervenir con medios hábiles y arteros con distorsión de la verdad o la justicia y al servicio de intereses del Elegido. Lo de machacar con la cámara es provocar y aguijonear sabiendo a ciencia cierta que nadie la comprará, lo cual hace el juego más interesante. ¿Por qué te crees que dejé lo de las donaciones para mantener la bitácora? Todos ustedes pagaban y la última vez que lo hice, creo que saqué unos doscientos dólares. Me cortaron en seco y no pude seguir durante dos años con mi campaña victimista. Por eso ya no lo hago, porque no solo Virtuditas, que tiene un candado en el monedero que ni en la caja fuerte del banco central europeDo, hasta tú, Genín, aflojaste guita.