La tromba


Ayer leía en la página del instituto de meteorología holandés que septiembre ha sido el mes más húmedo desde el año 2001 y tenía que reconocer que acostumbrados como estábamos a septiembres soleados, con temperaturas por encima de los veinte grados y un solito fabuloso el septiembre pasado ha sido de pesadilla, sobre todo en la primera quincena en la que llovió lo que no está escrito. Estábamos en tregua desde el fin de la semana pasada y ayer decían que hoy llovería y que podía ser localmente fuerte.

Esta mañana me levanté como siempre, salí de mi casa a la hora de costumbre y en el cielo pasaban nubes a velocidad de avión, cada una más negra que la anterior. Ya estaba cerca de la estación cuando comenzó a diluviar, no una lluvia ligera o una lluvia fuerte, aquello era más bien como si alguien hubiera estallado un tanque de agua sobre nuestras cabezas. Al instante las tomas que hay en las calles para recoger el agua dejaron de ser eficaces y el camino se convirtió en un lago. Por culpa de esto llegué a la estación con un minuto de retraso y perdí el tren. Al poco dejó de llover y mientras iba hacia Hilversum comprobé Buienradar y vi que la misma nube iba a estar sobre esa ciudad cuando yo llegaba. Efectivamente. Al parar el tren y abrirse las puertas nos recibió el monzón. En la estación principal de Hilversum, en el nivel inferior, el agua alcanzaba los diez centímetros y al salir a la calle noté que eran ríos que iban de una banda a otra rebosando sobre las aceras. El recorrido hasta el trabajo se convirtió en una carrera contra reloj para minimizar la exposición al agua, ya que por más que tengas un pantalón chubasquero, una chaqueta y unas botas que repelen a los políticos y al agua gracias al Goretex, todo eso puede fallar cuando la cantidad de agua es excesiva y en este caso, era más que excesiva. Al entrar en la recepción de la empresa la señora que trabaja allí se despelotaba de risa conmigo porque era un enorme condón azul chorreando líquido. Dejé el ascensor con un charco que parecía como si alguna guarrilla se hubiese echado una meada allí y al entrar en mi despacho colgué de los radiadores la chaqueta, el pantalón chubasquero y al comprobar la mochila descubrí que tenía un charco dentro, lo cual nos recuerda que los productos de cierta compañía francesa de tiendas con nombre de competición deportiva de diez pruebas son muy baratos pero tampoco obran milagros. Puse la mochila del revés en los radiadores y durante el día le fui dando una vuelta de cuando en cuando para secarla. Las seis magdalenas que llevaba al trabajo sobrevivieron porque las tenía en dos bolsas con cierre ZIP y ni se enteraron de lo que sucedió a su alrededor. Después miraba la página del periódico de la zona y allí hablaban de una tromba de agua que había caído a las ocho de la mañana.

Al parecer, la previsión de lluvias que podían ser localmente fuertes se cebó conmigo, que me mamé dos trombas de la misma nube en dos ciudades separadas por quince kilómetros.


6 respuestas a “La tromba”

  1. Pues a mi me paso algo parecido, solo que yo no vi la prevision del clima, me pillo la lluvia en la bici y llegue hecho una sopa a la oficina, por lo que me pase el dia esperando que la ropa se secara teniendola puesta mientras sufria porque aqui aun no encienden la calefaccion… pero bueno, de la experiencia se aprende…

  2. No se puede salir de casa o de la oficina sin mirar Buienradar desde media hora antes. Tener un chubasquero extra en la oficina también es algo útil. Yo tengo uno cutre y un pantalón de lluvia cutre que si me lo pongo sudo como un cerdo pero al menos solo me mojo con mi sudor.

  3. Pero con las previsiones de tanta lluvia, ¿aún así vas en bici o tienes otra forma de llegar al curro, cuando las condiciones son adversas?

  4. Un video de la entrada al trabajo del “condón azul”, hubiera estado de muerte. Solo con imaginármelo…me parto de risa.