Las cinco del viernes


1. Salió corriendo del vehículo. Abrieron la puerta trasera y sacaron la camilla. Corrieron hasta el lugar en el que la gente se había arremolinado. Había un olor dulzón en el aire, una fragancia muy conocida por ellos, el olor de la sangre. Llegaron junto a los coches accidentados. En el suelo, un joven cubierto de sangre y con un terrible corte en su pecho boqueaba tratando de respirar mientras sus pulmones se anegaban de sangre. Un policía lo sujetaba para mantenerlo medio sentado. Ambos nos vieron acercarnos. Agarré al joven y le dije al policía: Déjalo en mis manos.

2. Me quedé de piedra. El tiempo se detuvo a mi alrededor. Podía sentir como las milésimas de segundo se deslizaban lentamente sobre mí. La imagen me quemaba los ojos. Sobre mi colcha favorita mi marido desnudo trataba de cubrirse y junto a él la vecina del cuarto, la ciega, se movía inquieta tratando de salir de la cama para coger sus ropas, que estaban sobre el baúl. Yo sólo tenía ojos para él. ¿Cómo has podido hacerme esto a mí? le dije.
Sin mirarme a los ojos respondió: … no es lo que parece.

3. En un segundo cambió todo. Nubes oscuras y espesas cruzaban el cielo a velocidad de vértigo. El sol desapareció. La gente comenzó a andar más deprisa. El aire se espesaba por momentos. Olía a agua. El viento la golpeaba mientras pedaleaba. El aire era cada vez más frío. Buscó donde detenerse y se subió la cremallera.

4. Mejor no me hubiera levantado. Primero lo del accidente por la mañana, con aquel chaval que murió en mis brazos, después mi marido en la cama follando con la ciega, luego el frío y la lluvia cuando iba al supermercado con la bici. Hay días que es mejor no despertar, siempre lo he sabido, pero algo como lo que he vivido hoy nunca antes me había pasado.

5. Podrás ser todo lo rica que quieras y tener todos los pretendientes del mundo, pero jamás me podrás superar porque no tienes clase ni estilo. Quiero que sepas que me das lástima. Mírate la pinta que tienes con ese careto y ese hocico de mala pécora. Grita, llora y patalea porque no tienes culo y el mio es más grande.


2 respuestas a “Las cinco del viernes”