Las ofrendas de la china


Un domingo cualquiera por la mañana escucho los suaves toques en la puerta y me pongo a temblar. Ella sabe que estoy levantado porque en estas casas de madera te enteras de todo lo que hacen o dejan de hacer tus vecinos. Por supuesto todos nos comportamos como si no nos enteráramos, por aquello de la buena educación, aunque también sabemos todos que no son más que mentiras piadosas. Por ejemplo en el apartamento de al lado vivían hace un par de años una holandesa con un turco. En una de las visitas de una pareja española, me contaron que por la noche, sobre la una de la mañana se despertaron cuando la rubia y el turco empezaron a desvencijar la cama a base de viajes, que del trajineo que tenían golpeaban la pared. Y los pobres que dormían en el sofá cama de mi casa se gozaron el traqueteo, además de escuchar claramente los gemidos de la rubia y los pujidos del de pelo negro. Ellos dicen que lo pasaron fatal, pero vete a saber si se animaron y se unieron a la maratón, que la gente tiene muy poca vergüenza.

Encauzando de nuevo el tema, cuando oigo acariciar suavemente mi puerta, no me queda más remedio que responder porque es un nuevo ataque de la china. Al abrirla siempre me la encuentro con un plato de comida. Y siempre es comida con un aspecto desconocido. Es la forma que tiene mi vecina de pedir un favor. Empieza por traer comida y después de dos o tres días lo pregunta. No sólo me trae algunas viandas, sino que me las trae en cantidades industriales. Ella sabe que vivo sólo, pero debe creer que me empacho como un chancho, porque me trae un menú para cuatro. A mí me da mucha aprensión, porque suelen ser cosas cerradas y con cosas extrañas en su interior, mejunjes que mi sucia imaginación cree destinados a acabar conmigo. Siempre me cuenta alguna historia de la China imperial que justifica el plato, pero su inglés no es muy claro y más que tranquilizarme, me provoca más recelos. Después tengo que rezar un par de padrenuestros (no os lo creeréis pero se me ha olvidado el Ave María, salvo el de Bisbal ;-)), besar la estampita del Sagrado Corazón de Jesús y me como lo que me ha dado. Casi siempre está bien. La última vez el ataque consistió el primer día de unas empanadillas rellenas de algún tipo de masa con carne picada, que según ella ya estaban cocinadas, aunque yo las veía super crudas. Por si acaso las pasé por la sartén. No me gustaron mucho. Al día siguiente era como un gazpacho con huesos, una cosa terrible, pero que estaba riquísima. El tercer día eran unas albóndigas de masa de harina rellenas con sustos de muerte, pero que si cierras los ojos y dejas la mente en blanco, se podían tragar. Al cuarto día me pidió que le instalara el nuevo vídeo que se habían comprado para grabarle programas a la china de su hija, la reina de los portazos, la hijaputa que me despierta los sábados a las ocho de la mañana a base de reventar la puerta de su casa para llamar la atención de su madre. Así que después de tres días comiendo por la jeta y tirando el resto de la comida, llegó la penitencia. Lo de deshacerme de los restos no es moco de pavo, ya que no puedo usar mi cubo de basura para no levantar sospechas, así que me la voy llevando en bolsitas y la pongo en distintas papeleras de la ciudad, para que no me descubra la tipa, porque por más que le explico que es mucha comida, ella mantiene las proporciones y yo paso de comer más de un día de esas cosas, que ya es un milagro que sobreviva.

Bajo a su casa y tengo a la china, a su hija y a su marido todos mirándome. Como tienen la tele en el suelo, me despatarro y les sintonizo el vídeo. Cosa de diez minutos, que estos trastos se configuran ellos solitos, pero me lo agradecen como si hubiera salvado sus vidas. La tanda de ofrendas anterior resultó ser que su portátil no estaba funcionando bien, que lo tenía que tener enchufado todo el tiempo. Le dí la vuelta y la batería se había soltado (porque esa delicia de niña le había arreado un trompazo, parece ser). Coloqué la batería en su sitio y sanseacabó. Problema solucionado. Mi reputación como informático alcanzó máximos históricos aquel día. Ojalá fuesen tan fáciles los problemas que tengo que arreglar en ocasiones.

Algo de lo que podrían aprender mis amigotes es de como esta mujer primero paga (o regala) y luego pide, que la mayoría me sableáis inmisericordemente y no soltáis ni un chavo, que sois más rácanos que los tampones Tampax, que no soltáis ni un muchas gracias.

Me pregunto cuando comenzarán las ofrendas de nuevo y qué será lo que tenga que hacer esta vez …

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5 respuestas a “Las ofrendas de la china”

  1. Si es que te quejas de vicio, encima que la mujer te obsequia con deliciosa comida china cada vez que te tiene que pedir un favor…. ¿Cuántos que se dicen tus amigos te piden el favor y después si te he visto no me acuerdo? 🙂 Besillos!

  2. ¿deliciosa comida? a veces tiene un sabor horroroso. Mis amigos ni de coña me dan nada. Menuda banda de malagradecidos. Eso sí, se muestran encantados de que pases horas frente a sus ordenadores reparándoselos.

  3. OK 🙂 Este sábado celebran los chinos holandeses su nuevo año y prepararán unas comidas espectaculares. El turco y yo tenemos pensado desaparecer del mapa, para no tener que pasar por ese calvario.

  4. es muy joven la hija?
    porque no la invitas a tu casa algun dia para jugar a la play2 ? 😉