Llegando a Saigón


El relato comenzó en El salto a Hanoi

Por increíble que parezca, dos meses y pico después de haberlo abandonado retomo el relato del viaje a Vietnam de este año, aunque mucho me temo que por razones ajenas a vuestra voluntad, la semana que viene lo volveré a pausar. Nos habíamos quedado en mi último día en Nha Trang. A la siguiente mañana, madrugón de campeón y a las seis de la mañana me recogía el taxi para llevarme al aeropuerto. A esa hora de un domingo las calles de la ciudad estaban llenas de gente paseando, haciendo ejercicio y hasta en la playa había gente, supongo que para evitar el calor tan grande que llega unas horas más tarde. El taxista me llevó por la misma ruta que hice al llegar y me dejó en la terminal no sin antes hacer unos cientos de metros en dirección contraria por una carretera de dos carriles, aunque me temo que todo el mundo lo hace ya que a alguien se le fue la mano y se pasaron con la última salida de la carretera. Facturé rápidamente y me apalanqué cerca de la puerta de embarque aprovechando la conexión WiFi gratuita del aeropuerto. Al rato veo llegar a un monje budista más viejo que el abuelo de Tutankamon y que necesitaba de dos chamos monjes budistas que lo empujaban y dirigían. Si el hombre fuera de la secta católica, aprovecharía para hacerles unos tocamientos como manda su biblia secreta pero como no lo era, se conformaba con abrir y cerrar la boca para enseñarnos la falta completa de dientes.

Cuando anunciaron el embarque, me levanté como disparado por un resorte y en menos que canta un gallo estaba pasando a la zona segura. Mi prisa extrema estaba motivada para evitar quedar atrapado tras el monje, algo que le sucedió a la mitad del pasaje y los obligó a entrar en el aparato como si estuvieran de romería de Semana Santa y el hijoputa de la cabeza se paraba a cantar saetas cada cincuenta centímetros. Como la ley de Murphy no perdona, el monje iba sentado en la punta de atrás y consiguió retrasar el despegue diez minutos. Uno de sus asistentes tenía un iPad y el otro una Nintendo 3DS con lo que el cuento ese de lo desprendidos que son los Budistas y como no tienen propiedades no se lo cree ni Ritita la Cantaora. Con todos dentro, cerraron las puertas del Airbus A321, petadísimo de gente, arrancaron los motores y salimos por patas. En el vuelo sin incidencias hasta Saigón nos dieron nuestra botellita de agua de rigor y nuestra toballa humedecida para secarnos el sudor. Aterrizamos y por lo que había leído el aeropuerto tiene dos terminales, una nueva para vuelos internacionales y la antigua para los nacionales. La teoría es sencilla pero la práctica es otra cosa y las pasarelas para entrar y salir a los aviones parecen estar todas en la nueva terminal solo que al llegar nos desviaron por pasillos infinitos hasta la antigua. Por suerte salí antes de que el monje bloqueara el pasillo con una nueva procesión. Mi mochila me esperaba en la cinta, algo increíble porque yo camino rápido y aún no me explico como consiguieron sacar el equipaje y llevarlo allí en tan poco tiempo.

Teóricamente me venían a recoger para llevarme a la pensión y hasta el día anterior me lo habían confirmado mediante eSeMeSe pero por más que miré, no había nadie con un cartel enorme diciendo EL ELEGIDO así que llamé a la pensión y la mujer me dijo que me volvía a llamar en un minuto. El gandúl que mandó, que resultó ser familiar suyo, estaba distraido charlando con un chochillo juguetón que seguramente se la ponía morcillona. El hombre vino corriendo, se disculpó y me juró por los lamparones más sagrados de Buda que había pasado con el cartel en multitud de ocasiones. Como a las ocho y algo de la mañana ya habían como treinta y dos grados y una humedad infernal, le dije que le daba la bendición y lo perdonaba si me llevaba inmediatamente al coche y metía el aire acondicionado a todo meter, algo que hizo con gusto y sin sarna para que no le picara.

El aeropuerto no está lejos de la ciudad pero el tráfico de Saigón es como de otra galaxia y en muchos momentos optaba por cerrar los ojos para no ser testigo del accidente que parecía estar siempre a punto de ocurrir. En algo más de media hora recorrimos los diez u once kilómetros desde el aeropuerto y llegamos a la calle Pham Ngu Lao street. Ya había leído que la pensión está en un callejón y como yo para perderme soy único, preferí que me recogieran por siete euros y así llegar sin problemas. La pensión se llama Vy Khanh Guesthouse, es la número 1 de todos los alojamientos de ese tipo en Ho Chi Minh (o Saigón, su antiguo nombre) y todo lo que os digan de ella es poco. La dirección es en el 241/11/6 Pham Ngu Lao street y si tenéis memoria fotográfica y recordáis explicaciones anteriores, esta es de premio, ya que primero hay que entrar en un callejón en dicha calle que corresponde al número 241 y que está entre dos hoteles, después hay que llegar hasta un restaurante hindú que está en el número 11 y ahí surge otro callejón paralelo a la calle principal y en el sudodicho era en el número 6. Está en el distrito 1, en la zona de los mochileros con lo que abundan los bares, pensiones, restaurantes, touroperadores y demás. Todo lo que yo os pueda jurar y prometer de Vy es poco. Nada más recibirme se sentó conmigo, me dio un mapa de la ciudad y me explicó todo, me sugirió rutas turísticas y en menos de quince minutos me había organizado mi excursión por el Delta del Mekong, mi visita a los Túneles Cu Chi y hasta sabía en donde encontrar los cines del centro de la ciudad. Además su inglés es excelente. El negocio lo llevan entre ella y su madre, aunque la madres es muy voluntariosa y servicial pero tiene un inglés limitado. Mi habitación para esa noche estaba en la planta superior de la casa, un cuarto muy cuco en el que me refugié para descansar unos segundos antes de salir a la calle y patearme Saigón un poco, relato para el que tendréis que esperar al próximo capítulo. Ah, comentar que el precio que pagué por noche en la pensión era de diez dolares o siete leuros al cambio en ese momento y os aseguro que en muy pocos sitios me han atendido tan bien. Por último, mencionar que esta pensión fue considerada por los usuarios de tripadvisor como la tercera mejor de Asia hace un par de años.

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6 respuestas a “Llegando a Saigón”

  1. Seguro que aunque me dieran un millón de Euros seria incapaz de llegar a una dirección tan enrevesada como la de la pensión…
    Salud

  2. Me encanta saber que aún existen precios como los que comentas de ésa pensión; y que encima te tratan estupendamente. Aunque aquí también tendríamos tema con el asunto del clima. Y sobre las infraestructuras y la precaución en carretera?? ya ni te cuento.

  3. Se me olvidó poner (ya lo he hecho) que esta pensión fue elegida como la tercera mejor de ASIA por los usuarios de tripadvisor (entre los que me cuento). Mirando hoy, los precios parecen variar según la época y ahora están en unos 15 leuros.

  4. Oye y ¿tenía baño privado y todo y estaba limpita?, porque es una pasada. Lo de los callejones ya es otro cantar, a mí me daría cague tanto callejón, es que he visto muchas películas en que en los barrios chinos y los callejones se cargan a la gente.

  5. Darliz, cada habitación tiene su baño. Puedes incluso ver fotos en tripadvisor. No es el hilton pero estaba impecablemente limpio y cada día te arreglaban la habitación. Tenía, hasta sobre de champú y cepillo de dientes GRATIS TOTÁ. Casi todos los hoteles de la zona están en esos callejones y son S-E-G-U-R-Í-S-I-M-O-S. Además, tienen la ventaja de no tener tráfico de coches. Al final yo me movía por los callejones cuando iba hacia el mercado porque hacía la mitad del recorrido sin ir por la calle principal. Si quieres ciudad peligrosa, Madrid o Barcelona si que son como para evitar callejones, o Las Palmas a partir de las diez de la noche en el casco antiguo, en donde tienes tíos siguiéndote para robarte todos los días de la semana.

    Mi hotel para la última noche estaba más metido en los callejones y creo que es el 3 del ranking de hoteles de verdad de la ciudad y por supuesto, no se podía llegar con coche, así que cargabas tu maleta cien metros hasta llegar allí o avisabas y un empleado te la cargaba.

    Y por si alguno se hace ilusiones, no daban desayuno pero habían varios sitios para comer por la zona por prácticamente nada.

  6. Pues entonces es una pasada de barato. Yo es que soy cagona por naturaleza, pero me imagino que serán seguros, pero de pensar meterme en esos callejones me cago de miedo.