El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje
Mi tercer y último día de visita a los templos comenzó media hora antes de lo habitual. Quería terminar temprano para aprovechar un poco la piscina y le dije al señor Bun que me recogiera antes. Nuestra primera parada fue regresar al templo de Angkor Wat. El día que estuve no pude ir a la parte superior ya que estaban limpiándola y me quedé rascado así que volvimos y crucé de nuevo el camino sobre el foso para llegar a la muralla exterior, entré en el templo, corrí hacia el lugar en el que está el acceso a la parte más alta y allí me topé con una cola. Al parecer limitan la entrada de gente pero por suerte acababan de empezar y entré en el primer cupo. Subí esas escaleras empinadísimas casi temblando de emoción. Las escaleras son de madera y las han puesto sobre las originales porque en las de piedra la gente se caía, no como algo ligero y banal sino que rodaban decenas de metros y se escoñaban malamente y por eso lo tuvieron cerrado durante unos años. Ahora se sube en fila india y hay unas buenas barandillas a las que agarrarse. Arriba el espectáculo es fantástico, unas vistas increíbles y casi puedes sentir la presencia del Rey y del sumo Sacerdote que eran los únicos que podían estar allí. Estuve unos veinte minutos haciendo postal tras postal y cuando acabé bajé de nuevo las escaleras empinadas y corrí para encontrarme con mi conductor de Tuk-Tuk y seguir nuestra ruta.
El siguiente templo fue Prasat Kravan. Este es un santuario muy sencillo con una tira de cinco torres de ladrillos y piedras de arenisca que descansa en una plataforma baja y en la que no hay que subir escaleras. Su belleza está en su sencillez. Tiene unos relieves muy bonitos y allí me tropecé con una pareja de ancianos con los que fui coincidiendo en los otros templos.
Bastante cerca tenemos la piscina real de Srah Srang, en donde hay una terraza que mira hacia la enorme piscina. En realidad podía haberlo visto el primer día pero como se nos hacía tarde para la puesta de sol lo dejamos para el último. En este lugar hay algunos de los niños más latosos a la hora de colocarte pulseras, camisetas y demás. Te siguen y te siguen y no dejan de preguntarte cosas así que hice lo único que podía hacer: me puse los auriculares y los ignoré. Yo no soy Angelina Joile y no voy por estos barrios de compras para llevarme chiquillos.
Volvimos al Gran Circuito y nos dirigimos hasta el templo de Pre Rup, lo cual se podría traducir libremente como girando el cuerpo. Está hecho de laterita y ladrillo, lo cual le da un tono más cálido que a otros templos que se ven demasiado grises. Tiene la estructura típica de templo-montaña y por descontado hay que subir escaleras. Es bastante espectacular y en lugar de elefantes en este los que lo guardan son leones. Desde la parte de arriba se puede ver un poco Angkor Wat. Mientras estábamos allí al parecer a alguien se le perdió la cámara de fotos. Inmediatamente todos los guardianes y limpiadores se pusieron a buscarla como locos y nada más aparecer volaron para devolverla.
Con esto acabé con la zona principal y nos desplazamos hacia una zona a la que le dicen los Roluos. Fueron unos quince kilómetros o sea que unos tres cuartos de hora en el tuk-tuk dale que te pego por carreteras por las que pasaban tíos con cerdos muertos de paquete y furgonetas pick-up llenas hasta arriba de gente ya que al parecer esta es la forma más económica de viajar. También por aquí caí en la cuenta que las mujeres que vendían botellas de whisky llenas de meados en realidad lo que vendían era combustible para las motos. Están por todos lados y estaba por creer que hay mucho pervertido en este lado del mundo. Camboya está totalmente por descubrir para la iglesia católica, sobre todo teniendo en cuenta lo que les gustan los niños a los curas.
Cuando había perdido la esperanza llegamos a Lolei, un pequeño templo que ahora está dentro de los terrenos de una pagoda. En el pasado estaba en su propia isla pero hace mucho tiempo que está en tierra firme. Lo más relevante en este templo son las escrituras en sanscrito que hay en las puertas de las tres torres que se tienen en pie (la cuarta cayó).
Cerquita está Preah Ko, levantado en el siglo IX para honrar a los espíritus de los ancestros. En el centro hay tres torres guardadas por un búfalo sagrado (los otros dos los robaron). El templo tiene también un tono cálido que contrastaba con el azul y las nubes del cielo y el verde de la vegetación. Está decorado espléndidamente y mereció la pena llegar hasta allí solo por ver este pequeño y precioso templo.
También cerca está el templo de Bakong el cual se considera como el primero de los templos-ciudades levantados en el periodo de Angkor. Data del siglo IX y está rodeado por un gran foso con agua. El templo es grandioso y está guardado por elefantes en varias de las terrazas de la pirámide. Yo pensaba que aquí acababa nuestra gira turística ya que mi libro no daba para más y estos eran todos los templos que tenía explicados pero el señor Bun decidió hacer de Rambo, nos metimos por un camino de cabras en la jungla y después de quince minutos dando unos saltos posiblemente olímpicos llegamos a Prasat Prei Monti, el cual pese a lo que acabo de escribir, es más antiguo que los demás. Se levantó en el 802 D.C. y el templo no es nada espectacular pero al estar metido dentro de la jungla lo hace muy especial. Allí no hay nadie, solo tú y miles de lagartijas, pájaros e intuyo que serpientes que corrían por debajo de las hojas caídas. Es la guinda para toda esta sucesión de templos que he ido enumerando durante estos días. Al final llegamos al origen de todo, a aquel desde el que comenzó la fiebre por levantar templos en aquel lugar del mundo.
Para volver tomamos otra ruta pero así y todo, fue más de media hora y como ya no tenía más templos que ver y lo único que me apetecía era tirarme en la piscina a atorrarme, el señor Bun me dejó en el hotel y quedó que vendría a buscarme unas horas más tarde para ir a visitar el lago Tonle Sap. La visita nunca se produjo porque sobre las cuatro de la tarde comenzó a llover y le dije que lo dejábamos para el día siguiente. En lugar de esto, me eché una siesta de escándalo y después me fui a cenar al Café Indochina, justo al lado de mi hotel, recomendado por mi guía turística y que me decepcionó bastante ya que es caro y la calidad no está al nivel del precio. Esa noche tuve algún tipo de reacción a la comida y de tres visitas al Trono de Angkor lo largué todo y me quedé vacío como esos intelectuales que ven los programas rosa en la televisión. Así terminó mi visita a los templos, tres días fantásticos concluyendo con el festival de las jiñadas para honrar a tantos y tantos dioses que ya han sido olvidados.
El relato continúa en Por los alrededores de Siem Reap
2 respuestas a “Los templos de Angkor. Tercer día”
Cuando estaba leyendo lo del último templo me recordaba una peli con un templo en medio de la selva y lleno de monos, de lo que no me acuerdo es del título.
Hay varias. Mismamente TombRaider con la que se folla el Brad Pitt y que tiene un vicio de comprar niños camboyanos de película.