Macao


El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Mi tercer día comenzó muy temprano. Me levanté sobre las siete porque tenía que ir al ferry para ir a Macao y quería llegar con tiempo. Salí y la calle estaba vacía, algo raro ya que hasta ese momento siempre había una multitud. Supongo que el domingo se lo toman más relajado.

El metro también iba vacío y llegué con abundante tiempo a la terminal del ferry a Macao, lugar en el que parecía que se habían juntado la mitad de los que han de atender el Juicio Final. Pregunté en una ventanilla porque no sabía si tenía que luchar con la multitud y me dijeron que fuera por la zona VIP. Allí pasé y ya pensaba que me ahorraba las colas cuando llegué a los mostradores de inmigración. Tuve que volver a rellenar el impreso de salida (ya que al parecer el del aeropuerto hay que entregarlo en el mismo) y para cuando había pasado faltaban cinco minutos para que saliera mi jet-foil, el cual iba petado de gente que a mi entender, iban a jugar a los casinos ya que Macao es el único lugar de China en el que está permitido el juego de ese tipo y esta gente está loca por los mismos. En el barco todos gritaban y se agitaban frenéticos y ni siquiera el meneo de las olas los calmó. Tardamos cincuenta y cinco minutos en llegar. Si tienes en cuenta el dinero que pagué, aún no entiendo como los de Transmediterránea los quitaron de la ruta Gran Canaria ? Tenerife, aunque supongo que los precios abusivos que cobraban tuvieron algo que ver. El servicio que tiene esta gente entre Hong Kong y Macao es de al menos cuatro barcos por hora en cada sentido y si es necesario se ponen más y salen llenos. Por la noche se reduce la frecuencia creo que a uno o dos por hora. El precio es muy barato, sobre todo si tenemos en cuenta que lo compré al final y sin descuentos de ningún tipo.

En la terminal de Macao tuve que pasar por la aduana de nuevo. Todo estaba escrito en Chino, Portugués e Inglés. Me llamó mucho la atención que tenían un mostrador reservado para minusválidos (la palabra en portugués es deficientes pero no creo que se refirieran a esos o todos podíamos haber pasado por la misma) y mayores de sesenta y cinco. Las chinas viejas se intentaban colar por allí y cuando les pedían la tarjeta de identidad o pasaporte gritaban y voceaban como ofendidas porque duden de ellas y cuando el funcionario finalmente lo miraba, las mandaba a las colas normales. Otras chinas (y chinos) se hacen los tontos e intentan colarse pero había un montón de policías que los placaban y los ponían al final. Pasé el trámite y añadí un nuevo sello a mi pasaporte que ya empieza a escasear de hojas libres.

Las de información turística me habían ayudado mucho y sabía en donde encontrar los autobuses, cual debía coger y demás, así que cuando salí y me asaltaron los taxistas y los tipos de los Tuk-Tuk, los ninguneé y me puse los auriculares para no escucharlos. También sabía que se podía pagar con dólares de Hong Kong y que te tienen que devolver el cambio en esa misma moneda. La diferencia entre ambos dólares es mínima pero por alguna extraña razón los chinos no han absorbido las monedas de sus dos últimas adquisiciones. Mirando más tarde en mi guía he descubierto que la razón es que el acuerdo con China, tanto del Reino Unido como de Portugal fue que ambas colonias mantendrán su estructura capitalista sin cambiar hasta cincuenta años después de la absorción, en un sistema denominado un país, dos modelos de sistema. En Macao las señales están en Chino y en Portugués (pero no en inglés). Por suerte para los españoles, el portugués es un idioma con el que nos podemos mover perfectamente por el lugar, al menos leyéndolo porque no vi gente hablándolo.

El autobús 15 me llevó al centro de la ciudad por unos treinta céntimos de euro. Yo era el único occidental ya que el resto habían caído atrapados en las redes de los touroperadores y similares y preferían que se lo den todo masticado. Para aquellos que hayan vivido en un universo paralelo, Macao fue una colonia portuguesa hasta diciembre de 1999 y en los últimos años se ha convertido en el equivalente a las Vegas de Asia, solo que aquí hay mar y la gente habla a gritos.

Comencé mi paseo en el centro de la antigua colonia, un lugar llamado Largo do Senado o la plaza del Senado, en la que por descontado se encuentra el edificio del Leal Senado, el cual se puede visitar gratuitamente. El nombre de Leal Senado viene porque se negaron en 1580 a ondear la bandera española después de que les diéramos candela a los portugueses y los absorbiera el reino de España. El edificio recuerda un montón al estilo portugués y ahora hospeda exposiciones de arte (o eso que llaman arte). En la misma plaza está la Santa Casa de Misericórdia, la cual no pude visitar porque no abren los domingos.

Desde allí me acerqué a la , la catedral, un edificio sin demasiado carácter en el que lo más relevante es que la misa era en portugués. Se nota que está decayendo el negocio porque no habían conseguido un lleno completo. Más interesante es la iglesia de São Domingos, construida en barroco del siglo XVII para los Dominicos. El exterior es precioso y el interior, aunque sencillo resulta también muy interesante.

Por la calle avanzaban enjambres de visitantes y todos iban en la misma dirección, hacia el monumento más famoso de la colonia y que por desgracia es una ruina. Se trata de la iglesia de São Paulo, construida en el siglo XVII por los jesuitas. La fachada, que es lo único que queda en pie, da cuenta de lo espléndida que tuvo que ser esa iglesia. Es de estilo español y de estar en pie, posiblemente sería una de las mejores iglesias de Asia. Por desgracia, después de que expulsaron a los jesuitas de la colonia la usaron para otros menesteres y un incendio en 1835 dejó únicamente la fachada. Por detrás de la fachada hay un museo de arte sacro y en la cripta han puesto los huesos y restos de algunos que estaban enterrados en la iglesia.

Justo al lado está la Fortaleza do Monte, un impresionante fortín que también pertenecía a los jesuitas. En su interior está en la actualidad el Museu de Macau, que repasa la historia del lugar desde el pasado hasta hoy en día. Desde la parte superior de la fortaleza hay unas vistas espléndidas de la ciudad y combinadas con los cañones las fotos quedan muy bien. El museo resulta bastante ameno y no se hace pesado.

Al salir del lugar me dirigí en dirección oeste hacia el templo de Hong Kung, el cual no tenía nada memorable. Mucho más curiosas eran las callejuelas que llevaban al mismo, llenas de casas destartaladas y que te hacían recordar a Oporto con tanta decadencia. Siguiendo con mi paseo llegué hasta la iglesia de Santo António, mediocre hasta el infinito y más allá en su exterior y en su interior. Al parecer esta es la cuarta encarnación ya que las tres anteriores han ardido así que imagino que se cansaron de hacerla bonita puesto que su Dios no la veía con buenos ojos.

Al lado de la iglesia está el Jardim Luís de Camões, un jardín tropical que se puede visitar lleno de terrazas con plantas y flores y que por ser domingo estaba lleno de gente que andaba por allí paseando y disfrutando del ambiente. El nombre le viene del poeta portugués del mismo nombre quien al parecer visitó Macao. Los jardines pertenecían a la mansión que está al lado y junto a ellos está el Cemitério Protestante, el cual se hizo porque se cansaron de que los chinos enterraran a sus muertos por todos lados ya que no lo podían hacer en el cementerio católico. Es muy bucólico pero no deja de ser un cementerio, con sus lápidas y demás. Hay una capilla en su interior y aparentemente, la parroquia la lleva una mujer sacerdote (supongo que anglicana).

Seguí por la calle y llegué al Museu dos Bombeiros con dos vehículos de apagar incendios de la época en la que Cristo aún andaba en la cruz y con un montón de fotos de los incendios que han asolado el lugar y sobre todo las casas de los pobres, que eran de madera y tendían a arder con facilidad.

En este momento me apetecía comer pero decidí retrasarlo y terminar la gira turística y seguí andando hacia el Cemitério São Miguel, el católico, entré pero salí con la misma. Muy cerquita está la biblioteca pública, en un edificio precioso de estilo colonial en una calle en la que todos los edificios son similares. La arquitectura de esa época era tan hermosa que no puedo entender como en lugar de respetarla y venerarla han acabado levantando esas moles amorfas en las que la gente se arracima.

Muy cerca está el Jardim Lou Lim Leoc, un jardín de estilo chino con sus laguitos, rincones idílicos y gente practicando artes marciales. Las chicas de la oficina turística me habían dicho que ese día era el único que abría en todo el año el faro de la isla y que de ninguna de las maneras me lo tenía que perder, así que llegué hasta la colina de Guia y me compré mi billete para el mini-teleférico que te ahorra el pegarte el palizón y subir. Es una especie de parque mezclado con cutre-zoológico en el que lo más relevante es la Fortaleza da Guia, de la que hay unos túneles en donde se refugiaban en los bombardeos y para almacenar munición y una pequeña capilla en la que restaurante han encontrado las pinturas originales. A su lado, un pequeño faro y como estaba abierto, para arriba. Se escribe fácil pero la ejecución fue complicada. La escalera es minúscula así que repartieron gente por varios puntos y se gritan unos a otros controlando el flujo. El problema es que a los chinos les dicen que tienen que bajar y ellos pasan de todos y en ese momento deciden ponerse a hacerse fotos, a hablar o a pensar en las musarañas y el resultado es que los tíos gritan y gritan sin que a nadie le importe y te quedabas atascado en cada tramo. De alguna manera conseguí llegar a la parte superior en la que éramos como treinta personas en un espacio minúsculo de un faro hecho hace la retira de tiempo y que me hizo temer por mi vida porque allí nadie tenía en cuenta el peso y dudo que lo hicieran pensando en un montón de gente visitándolo. Logré escapar y regresé al teleférico para bajar al nivel del pueblo y desde allí anduve un rato larguísimo hasta el restaurante que había elegido, uno de comida que mezcla la portuguesa con la local y que estaba recomendado en mi guía. En el camino paré de nuevo en la catedral para descansar y hacer fotos ya que con la misa no las pude hacer. El restaurante estaba en el quinto coño pero mereció la pena por la cigala crecida que me comí junto con un caldo verde. Salí de allí inflado y tras otro paseo volví al centro y compré el dichoso plato que mi madre siempre me obliga a conseguir y una camiseta y de paso me comí unas natas, dulce supuestamente importado de Portugal y que viene a ser un flan metido en algo de masa. Está rico y creo que lo probaré a cocinar cuando vuelva.

La zona del centro estaba animadísima, con una banda tocando en la plaza principal y miles y miles de chinos moviéndose sin orden ni concierto. Bajé hasta el Hotel Lisboa el cual tiene el edificio con el diseño más curioso y cachondo que he visto en mi vida. El interior es de decir ¡guau! y quedarte corto y el casino es brutal y abarrotado de chinos que juegan como locos gastándose todo el dinero. Estaba llenísimo.

Después de un rato noveleriando y como ya lo había visto todo decidí volver y tomé el autobús para ir a la estación de los ferrys. Les dije que me quería ir antes y no hubo problema. Volví a pasar el control de pasaporte, de nuevo esperando un rato y me dirigí hacia el siguiente jet-foil que salía. Tenían una zona reservada para los pasajeros que querían ir en lista de espera y te pones allí y se va entrando por estricto orden de llegada. Si tienes suerte consigues un sitio y si no pues a probar en otro ferry. En mi caso hubo suerte y salí una hora antes de mi salida oficial.

Llegué de vuelta a Hong Kong y tras volver a pasar el trámite de la aduana, pasé por mi hotel a dejar algo de carga y como estaba nublado opté por irme al mercado nocturno de Temple Street, en Tsim Sha Tsui. Como en los otros mercados, es de ropa falsa, imitaciones de relojes y bolsos y camisetas y similares.´También hay muñecos de Bruce Lee, películas pirateadas y demás. El mercado está bien pero lo mejor son los puestos que hay hacia la mitad con comida. Son unos cutre-restaurantes de marisco y pescado en el medio de la calle, con mesas y sillas de plástico. Me pedí un plato de langostinos, un arroz cocinado con tinta de calamar y un plato de mejillones que estaban para morirse. Lo acompañé de cerveza china, nada del otro mundo. El precio era de risa y salí como un boliche. Paseé un rato más por el mercado y después regresé al hotel para dar por concluido mi tercer día en Hong Kong.

El relato del viaje continúa en Kowloon

,

3 respuestas a “Macao”

  1. Confundí el aeropuerto con un elipuerto.
    En el blog de una chica vasca que ha vivido en varios paises asiatícos y que hacia el viaje macao hong kong en elicoptero y parecia que la iban a dejar en medio del mar, porque era pequeñisimo.

  2. sulaco, esas «natas» a las que te refieres, son los Pasteles de Belem, he comido muchos, y te aseguro que a muy buenos que te parecieran, no son los originales que ponen en la Pastelería de Belem, casi pegada al Monasterio de los Jerónimos de Lisboa, si esos te parecieron ricos, si pruebas los originales, te mueres, experiencia dixit. 😉

  3. Virtuditas, ya encontré una posible receta que haré cuando vuelva. Si me sabe igual que las de Hong Kong (o Kuala Lumpur) me doy por satisfecho.