Maquiavelando por el curro


La bruja malvada de la primera planta sigue sin responder a mi correo electrónico quejándome porque no se nos permite poner luces de Navidad en los árboles que han dejado en cada una de las plantas del edificio para que los decoremos. Hay uno que sí tiene, justo el que está en la entrada del edificio y como parte de mi trabajo es comprobar que los productos de nuestra multinacional respeten la normativa europea y las de otros países de oriente Medio, África y Rusia, da la casualidad que en lo relativo a las Directivas de bajo voltaje, equipos de radio y compatibilidad electromagnética, soy eso que se puede considerar un experto, muy a mi pesar, pero soy un experto así que para que se le cambe la peluca y se le chafe la poción que seguro que está cocinando en su marmita, he pedido revisar la declaración de conformidad de las luces usadas en esa excepción porque mucho me temo que son de origen dudoso y no cumplen con la directiva de bajo voltaje, que se centra en la seguridad y al estar el árbol en la puerta principal, si esas luces arden, moriremos todos atrapados como ratas en el edificio, a menos que usemos las otras puertas, que no lo haríamos para darle más disgusto a los amarillos. La bruja malvada de la primera planta está echando bilis por la boca porque además, en diferentes lugares de la empresa, han surgido rumores, medias verdades, noticias o quizás la verdad como la vida misma que dicen que me dio un tremendo ataque de ansiedad al pasar por delante de una floristería en el centro de Hilversum que tenía como veinte árboles de Navidad en sus escaparates con luces, todas encendidas y que me quedé allí, paralizado, aterrorizado, viendo pasar mi vida ante mis ojos ya que en mi empresa, la bruja malvada de la primera planta dice que esas luces no se pueden usar porque provocarían un incendio y sin embargo en aquella tienda, esos lerdos se jugaban su vida así. Allí mismo, en la puerta de la floristería, me acordé de Nerón y como por un porro mal apagado se le quemó la ciudad de Roma enterita.

Como yo no doy puntada sin hilo, en paralelo le he ido poniendo otros obstáculos en el camino, unos que se irá encontrando poco a poco y el primero está en mi planta, en el árbol decapitado y puesto en el lugar y al que nadie le pone decoración alguna. Se lo dejaremos morir desnudo, por segundo año consecutivo. Además y de regalo, tuvimos tanta suerte que esta semana la multinacional comenzó su encuesta a sus esclavos sobre lo chachis y maravillosos que son, cien preguntas, cien y que para dar ejemplo a la muchachada, respondí en un tiempo récord, en menos de ciento veinte segundos y por una casualidad de la vida, en todas mi puntuación fue de uno a cinco, la de UNO, que estoy tremendamente disgustado. Por supuesto, casualmente, esa idea ha podido caer aquí y allá y acullá y no me extrañaría nada si como sucede casi siempre cuando despliego mis fabulosas artes para la manipulación, somos legión y a la hora de hacer sus estadísticas, a los amarillos se les va a subir la tensión cuando vean lo que sucedió en un pequeño país de la vieja Europa.

Otra puntadita está en la cena o el evento de Navidad, el cual este año me perderé, como más de una cuarta parte de la compañía, para demostrarles mi disgusto con ellos y particularmente con la bruja malvada de la primera planta, que seguro que recibe mi (nuestro) mensaje alto y claro, ya que ella organiza y nosotros rechazamos la invitación. A mi nuevo jefe, un totorota integral, ya le ha quedado claro que si se cruza en mi camino, en lugar de ser la locomotora que empuja el tren, me transformo grácilmente en el ancla que lo detiene y soy tan feliz haciendo lo uno como lo otro. Y lo más increíble de todo es que pese a tejes y manejes, siguen sin echarme, aunque igual tiene mucho que ver que en una sola jugada y sin tener buenas cartas en mi mano, les doy por culo a los amarillos y los pongo de rodillas y haciendo lo que nosotros necesitamos y eso es algo que muy pocos en la empresa son capaces de hacer.


2 respuestas a “Maquiavelando por el curro”

  1. Nunca he ido a la cena de Navidad de mi empresa, y nunca iré. Es un espejismo hipócrita y paso.