Mi último día en Lisboa con iglesias, museos y mucho más


El relato comenzó en Viajando a Lisboa y comiendo pasteles de Belén

El domingo era mi último día en Lisboa y tenía planeada una jornada muy completa, aprovechando sobre todo que hasta las dos de la tarde la mayor parte de los sitios que quería visitar tendrían entrada gratuita. Volví a levantarme temprano (bendita la hora menos portuguesa) sin gran esfuerzo y a las ocho y diez estaba desayunando y ese día sí que no fui el primero ya que otros pensaron como yo. En otra mesa estaban tres chicas y al parecer habían dejado al macho de una de ellas en la habitación y esta les pidió a sus amigas que se quedaran desayunando un rato largo para subir a darle un viaje a su macho ibérico y cabrío. Eran de Españislavia y yo entiendo y hablo el idioma bárbaro local y por eso me enteré de todo lo que sucedía, por eso y por los comentarios de las dos que se quedaron allí tomando zumo de naranja en tazas de café porque fueron tan estúpidas como para no ver los vasos. Dejé mi mochila «exterior» en el cuarto que tiene el hotel y salí con la mochila de la cámara y tras caminar la asombrosa distancia de tres metros, estaba en la estación de metro de Anjos. Me compré una tarjeta de transporte de 24 horas, ya que vale cinco leuros y sale mucho más a cuenta que ir pagando cada vez y tenía claro que la iba a amortizar. Me bajé en la estación de Rossio y regresé a la Praça dos restauradores para hacer fotos de día y complementar las de la tarde/noche anterior. Hice lo mismo en la Praça de D. Pedro IV y aproveché para husmear en la Igreja de São Domingos, que tenía su pobre en la puerta acosando a los visitantes y mascullando alguna maldición que no escuché ya que iba oyendo Podcasts. Bajé por la Rua Augusta, desierta y perfecta para fotos mañaneras e hice más fotos del Elevador de Santa Justa y por un instante estuve tentado de subir pero cambié de idea. Desde allí fui andando a la Igreja de Santo António à Sé, justo al lado de la catedral y supuestamente levantada en el lugar en el que nació San Antonio de Padua. Este se curró la inclusión en el santoral por ser un charlatán de cuidado o eso que hoy en día llamamos político y tenía que dar los sermones al aire libre porque las iglesias se le quedaban pequeñas. Al parecer en su tumba se produjeron varios milagros que no han sido documentados en llutuve y que no me creo pero bueno. La iglesia es muy bonita y hasta el polaco aquel que vivió en Roma tantos años estuvo allí rezando aunque no parece que le concedieran lo que pidió. Por la zona pasa el tranvía 28 y tengo fotos muy bonitas con esos pequeños vehículos que parecen de juguete. En la puerta de la iglesia, dos pedidores profesionales gritándome mientras yo los ninguneaba totalmente. Tras esta parada entré a la , la catedral de Lisboa, la cual está allí desde 1150, momento en el que aprovecharon una mezquita para reconvertirla y gracias a los terremotos, la han reconstruido y alterado varias veces. La catedral es bastante rácana y austera aunque tiene unas vidrieras fabulosas que dan una luz muy bonita hacia el interior. Si soy yo el que elige, me quedo con la iglesia en el monasterio de los Jerónimos mil veces antes que esta. Eso sí, la catedral tiene dos campanarios en su fachada que quedan muy bien en las fotos, sobre todo cuando pasa el tranvía a su lado. En su puerta no habían pedigüeños, al menos no a esa hora. Me dí un salto a la Casa dos Bicos, con una fachada muy bonita y fotogénica y después seguí andando al Miradouro de Santa Luzia y completé mi colección de fotos con otras con la luz de la mañana. Seguí caminando hacia São Vicente de Fora y esta vez sí que pude entrar en la iglesia y no veas lo lujosa que es. Aquí se huele la guita, estos tienen pasta por un tubo. Hasta los dos pobres de la puerta parecían ejecutivos. Mi ruta seguía los pasos del día anterior y así llegué a Santa Engrácia, para ver el Panteón Nacional. Entré sin pagar y está bien y eso, hay tumbas de gente que no conozco pero lo realmente magnífico es subir a la terraza que hay en la azotea para hacer fotos. Es otro punto de vista de la ciudad y el barrio de Alfama. Cuando acabé, caminé hasta la estación de Santa Apolónia y allí cogí el autobús 794 para ir al Museu Nacional do Azulejo, el cual está en un antiguo convento e iglesia. Este es otro museo fascinante, lleno de azulejos. Todo es bellísimo, empezando por el edificio, el Convento da Madre de Deus, el cual viene de principios del siglo XVI (equis-uve-palito). La iglesia te deja con la boca abierta, aunque seguramente ya la tienes abierta con la colección de azulejos que tienen. Merece la pena alejarse un poco del centro para venir a este museo. Al acabar la visita, regresé en el mismo autobús y en Santa Apolónia tomé el metro para ir hasta la estación de Baixa-Chiado. Allí, callejeé por la zona, vi el Teatro Nacional de São Carlos y entré al Museu do Chiado, el cual aloja el Museo Nacional de Arte contemporáneo. Este sí que no me gustó y me dejó bien frío, agradeciendo a mi suerte el que la entrada fuera gratis porque si me sacan dinero por esto, no me salva nadie del tremendo disgusto.

Al salir, fui andando hasta la iglesia y el museo de São Roque. Si ves por fuera la iglesia ni te planteas entrar porque parece aburrida y básicamente un lugar a evitar. No es así. El interior es aún más fabuloso que el de cualquier otra iglesia de la ciudad. En su interior hay también unos azulejos preciosos. Junto a la iglesia hay un museo con una colección de artilugios litúrgicos increíble. La visita era gratis por ser domingo por la mañana y el lugar definitivamente debería estar en la lista de cualquiera que pase por la ciudad. Como estaba al lado del Miradouro de São Pedro de Alcântara me acerqué para hacer fotos con la luz del día y también del Elevador da Glória que está al lado. Después callejeé sin rumbo fijo por el barrio Alto y terminé regresando a la parte baja de la ciudad por la Rua do Carmo, calle peatonal y llena de tiendas y muy bonita, lugar en el que aproveché para comprarme unas castañas asadas, a dos leuros la docena. Según llegué abajo, miro hacia arriba y veo la Igreja do Carmo medio derruida y me doy cuenta que me la salté así que fui al Elevador de Santa Justa y subí con este para ver la iglesia, la cual es supuestamente un museo de arqueología pero estaba cerrada y me quedé con las ganas. Volví a bajar caminando por la Rua do Carmo y fui a la Confeitaria Nacional en una de las esquinas de la Praça da Figueira y allí comí algo, en plan ligero porque seguía encochinado con la cena del día anterior. Más o menos con esto había completado mi repaso de la zona y solo me faltaba un lugar por ver, así que cogí el metro en Restauradores y me bajé en la parada de São Sebastião y al salir me fijé que en la zona está el Corte Inglés. Mi destino era el Museo Calouste Gulbenkian, el cual el domingo es gratis durante todo el día y tiene una colección interesante. Yo no soy muy de museos pero aunque me duela reconocerlo, este me gustó un montón. Hay una bonita combinación de pinturas, esculturas, muebles y alfombras de puro lujo María. En realidad estuve en el lugar casi hora y media. Al salir, regresé en metro a mi hotel (haciendo trasbordo), recogí mi mochila, la llené con la mochila de la cámara y volví al metro para ir al aeropuerto, llegando allí sobre las cinco de la tarde. Saqué mi tarjeta de embarque y cuando me preguntaron si quería pasillo o ventana les dije que quería primera fila y me pusieron en el asiento 1C. Después tuve que coger una guagua para ir a la terminal 2, la de los pobres y las aerolíneas de bajo coste y precios asequibles, ya que desde allí es desde donde vuela Transavia. La terminal es un hangar apañado. Pasé el control de seguridad, me compré un refresco y aproveché para comerme un par de pasteles de Belém de los que me llevaba. A la hora prevista se produjo el embarque y cuando estábamos dentro el piloto nos dijo que había una ventolera en contra que no veas y tardaríamos algo más de tres horas, lo cual me colocaba en la hora crítica para pillar uno de los últimos trenes directos a Utrecht. Para complicar la cosa aún más, aterrizamos en el puto Polderbaan, la maldita pista que está a veinte minutos de la terminal y al llegar no aparecieron los que tienen que conectar la pasarela y tuvimos que esperar otros diez minutos. Salí el primero del avión y corrí perdiendo toda mi dignidad para pillar un tren a Amsterdam que cancelaron. En eso que apareció un tren de alta velocidad en el que supuestamente no nos podemos subir pero el revisor nos juró por las mismísimas bragas de Mafalda que no iba a controlarnos y nos montamos. El tren me llevó a Amsterdam Centraal y desde allí tomé el último Intercity a Utrecht Central, estación a la que llegué casi a la una de la mañana y desde allí fui en bicicleta a casa y así acabó esta pequeña escapada a Lisboa, una ciudad que definitivamente tengo que volver a visitar porque me dejé mucho por ver.


8 respuestas a “Mi último día en Lisboa con iglesias, museos y mucho más”

  1. Yo tengo Lisboa a menos de tres horas en coche, pero no se que pasa que cuando planeo ir, algo sucede que me chafa la visita, por eso llevo tanto tiempo sin ir a comer mi besugo favorito en el O,caseiro si es que sigue vivo…
    Salud

  2. Genín, cuando les nice un Bing en el comentario que Los nombraste, el restaurante existía y al parecer tiene un segundo lugar. También había una foto de un señor y su hijo.

  3. Me alegro por ellos, eso quiere decir que les va bien, se lo merecen, una gente muy maja, ahí aprendí yo a beber aguardiente de madroño, riquísima, sin el regusto ese del Orujo que no me gusta nada…
    Salud

  4. Subiste al mirador de Santa Justa y pudiste salir para ver una iglesia?
    Pues yo subí pensando en aparecer en el barrio alto y alli sólo habia un mirador. Ante tal desilusión protestè donde vendian las entradas y me dijeron que con esa misma entrada podia subirme en uno de los tranvías para que me dieran una vuelta por los diferentes barrios.
    Por cierto, donde puedo ver las fotos de las que hablas con Genín, que busco en comida y en flickr y no encuentro.

  5. sulaco, en el siguiente viaje aprovecha y acercate a Sintra en tren, vale la pena.

  6. Montse, hay enlaces en la anotación que habla de esa comida, la que contaba el relato de la segunda parte del sábado. Mi bitácora de comida en fotos también está enlazada en el menú superior.

    No entiendo lo que pones del mirador de Santa Justa. Yo no pagué por hacer las fotos. Subí con el funicular y en el parque que hay en el lugar hice las fotos. Nadie me cobró nada ni lo hubiera pagado porque aquello es zona pública.

  7. Yo hablo del elevador de Santa Justa, que por lo visto antes desde ahi se subia al barrio alto, pero cuando yo fui solo habia un mirador.
    Ya no sé si hablamos de lo mismo.
    Las fotos las voy a buscar ahora.

  8. Ah, en el elevador usé la tarjeta de transporte público y no pagué por hacer fotos arriba porque estaba cerrado por reformas, aunque de todas formas no habría pagado. Yo fui al mirador que está un poco más arriba, junto al funicular.