Este es el vídeo final, no hace falta que explique por trigésima vez la razón por la que no hay los del último trayecto. En cierta forma, esta entrada en el aeropuerto de Lisboa ya la hemos visto en varias ocasiones pero es siempre bellísima, con lo que viniendo desde el sur y en muchas ocasiones desde el norte, los mejores asientos son los del lado derecho del avión, esos con la letra F de truscoluña no es nación. Para acompañar este vídeo de despedida, lo hacemos a lo grande con la canción Snow (Hey Oh) de Red Hot Chili Peppers, a los que supongo que todos hemos visto en concierto porque son fabulosos, maravillosos y esplendorosos tocando en vivo.
Creo que durante todo el vídeo vamos a una velocidad superior a la real porque en total eran como quince minutos. Comenzamos acercándonos por esa costa de playa gigantesca mientras a lo lejo comienzan a aparecer las nuevas barriadas que surgieron al otro lado del puente y que ahora son más grandes y pobladas que la ciudad. Después de un minuto y pico, el piloto enfila hacia la zona en la que está el Ponte 25 de abril y el Santuario Nacional de Cristo Rey, que vemos perfectamente sobre los dos minutos y medio, mientras cruzamos prácticamente sobre el puente y ya vamos pasando por la ciudad vieja hasta el aeropuerto. Un aterrizaje fabuloso y con unas vistas fantásticas. Lo de menos es el aterrizaje y para poder poner más segundos sobre la ciudad, el aterrizaje es a velocidad astronómica. Solo algún Dios perdido sabe cuándo volveré a viajar en avión, que por ahora no tengo planes.
Tuvimos un espectacular aterrizaje en Llegando a la soleada Lisboa y una hora y cuarto más tarde estoy en un nuevo avión que me bajará hasta Gran Canaria. Me despisté y calculé mal en el aeropuerto, pensando que iríamos más lejos y para cuando me di cuenta el avión estaba a punto de despegar, así que el vídeo empieza directamente en el despegue, pero que nadie se preocupe que hay mucha Lisboa para ver. La música es la maravillosa, fabulosa, asombrosa, épica y legendaria canción America de la banda sonora de West Side Story y que básicamente cantan todos los latinos salvo María. Hay que tener un poquito de respeto por este clásico y lo propio es ver el vídeo haciendo los pasos de baile de la película.
Despegamos hacia el norte, básicamente en el mismo sentido en el que aterrizamos y después de hacerlo, giramos hacia el este y vemos el fabuloso Ponte Vasco da Gama y por ahí se puede ver toda la zona de la Expo por la que creció la ciudad. Cerca del minuto y medio giramos noventa grados y nos ponemos sobre el río Tajo y volando paralelos a Lisboa, con lo que vemos la nueva zona y avanzamos hacia el casco antiguo. Sobre los dos minutos y medio volvemos a girar y la ciudad sigue ahí en mi lado, que mira el suertote que tengo al elegir ventana en el avión. Sobre los tres minutos y medio vemos el Ponte 25 de Abril y el Santuario Nacional de Cristo Rey y hasta lo ampliamos un poco mientras vemos toda esa zona por la que ha ido creciendo la capital de Lisboa y ya poco a poco nos vamos acercando al Océano Atlántico y ahí nos quedamos.
Después del despegue en la obscuridad, que aunque eran las siete de la mañana, esas horas en los Países Bajos en diciembre es noche cerrada, igual que aterrizar a las cinco de la tarde, seguimos el traslado sin problemas por los cielos de Francia, España y finalmente entramos en Portugal y en este vídeo aterrizaremos en el aeropuerto de Lisboa. Lo primero que llama la atención es la existencia de luz y sol, que eso en los Países Bajos es algo que puede no suceder y no sucede, como la semana pasada, con siete días consecutivos grises oscuros en los que la miasma con paneles solares constatan que sus preciosos no han producido un solo vatio durante el día. Decir que en este vídeo, la canción es Wild Life de OneRepublic, que seguramente la he usado ya porque es una de las que suelo escuchar a menudo.
Estamos en el otro lado de Lisboa, ese que está más allá del famoso puente del 25 de abril y también es el lado del Santuario Nacional de Cristo Rey y el mencionado santuario aparece en pantalla por la izquierda sobre los setenta segundos de vídeo, justo antes de que lleguemos a la desembocadura del Tajo y también aparezca el mentado puente. En el lado del casco antiguo de la ciudad, la zona en la que en un pasado que cada vez parece más lejano atracaban los barcos cruceros aparece completamente vacía de los susodichos. Cruzamos sobre la zona antigua de la ciudad hasta llegar al aeropuerto y aterrizar plácidamente.
Ya sé que todos tenemos guardado el enlace porque somos así de avanzados pero por si aún queda en el universo un acarajotao, que alguien le de dos bofetones y le diga que en mi maravilloso y absolutamente no visitado canal del llutuve Vídeos en aviones están agrupados todos, todos, todos, los vídeos del tema y que es prácticamente un canal de telelelevisión monotemático.
Yo sabiendo que dormía tan cerca de la fábrica de los Pastéis de Belém, yo me despertaba mucho antes que mi Mi Band me agite la mano con las tripas ya gritando para que las lleve a comer. Por supuesto, todo esto sucede una purriada de horas antes de la Hora Virtuditas, que hay dos que probablemente jamás han visto un amanecer y se creen que el sol aparece mágicamente en lo alto del cielo. En mi último día en Lisboa, algo era diferente y finalmente lo identifiqué, no había tranvías yendo a Belém y en la calle parecían acumularse los pollardones que les priva el ejercicio colectivo para una maratón. Por supuestísimo, me jinqué mis dos pastéis de Belém con mi cortado y además me compré dos cajas para llevar y también un Bolo de arroz que ha sido el descubrimiento más importante que le ha sucedido a la humanidad desde que se hicieron los primeros gallumbos. El día estaba nublado y según la previsión meteorológica, podía llover. Tras el desayuno me acerqué al Monumento aos Descobrimentos, que era justo el lugar por el que comenzaban todas las maratones y con la niebla, no se podía ver el puente 25 de abril. Volví a la pensión, pillé mis cosas y me fui al Monasterio dos Jerónimos ya que lo quería volver a visitar. Compré mi entrada y como la vez anterior, me maravillé con ese claustro espectacular que tiene:
Acababa de abrir así que en la foto faltan las doce mil personas que tenéis vosotros en las vuestras llegando un par de horas más tarde. En el cielo se puede ver la nube esa pegajosa que cubría el cielo. Desde una de los arcos con ventanas de la planta baja tenemos esta foto tan fastuosa y con tanto artisteo:
Estuve un rato largo por allí antes de salir e ir andando por Belém hacia el Maat, el museo de arte moderno, ese que te deja helado y que no quería visitar, pero al que le quería hacer fotos. De entrada lo vemos con una imagen del día anterior cuando pasé en barco, para que se pueda apreciar al completo su forma:
Nos olvidamos por el momento de ese edificio tan icónico junto al Tajo y justo a la izquierda de la imagen anterior está una central eléctrica que han transformado en museo, la Central Tejo:
Ese museo sí que me interesaba y entré a verlo, que mi padre trabajó hasta retirarse para cierta compañía eléctrica española que cayó en manos de italianos y la están desmantelando y mi primer trabajo con mi amigo Sergio también fue haciendo instalaciones en centrales eléctricas. El museo es flipante, tienen toda la maquinaria y aquello es una orgía mecánica. Flipé y flipé y flipé. Creo que la cantidad de visitantes en aquel momento éramos dos. Cuando salí, iba bien de tiempo y decidí que en lugar de coger el tren para volver al metro que me puede llevar al aeropuerto, podía ir andando hasta allí.
Antes de eso, tenemos un poco de artisteo desde el Maat con el puente en la neblina al fondo y también vemos la avenida junto a la orilla del río. El puente se merece una foto sin el mamotreto:
La nube se movía continuamente y el puente aparecía y desaparecía. Según me acercaba al puente, el zumbido aumentaba. La culpa es que en lugar de carretera asfaltada, el puente está hecho de unas rejillas metálicas y el ruido es tremendo. Parece ser que por seguridad los coches no pueden ir sobre el mismo a más de setenta kilómetros por hora. Por supuesto, tenemos un documento espeluznante y original para probar lo dicho:
Se puede ver la forma de al menos tres coches. Por debajo de ellos está el tren, que si hubiese estado pasando también lo veríamos. La foto, a propósito, la hice el día anterior en el paseo en barco a la hora de la puesta de sol. Seguí caminando en dirección a la estación de trenes, metro y ferries de Cais do Sodré y me acordé que el primer día desde el tranvía había visto un sitio llamado A Merendeira que despertó mi curiosidad porque vendían Pão com Chouriço, que yo desde que lo descubrí en mi anterior visita a Lisboa me hice fans de esa maravilla culinaria portuguesa. Almorcé allí y después me fui a la Mantegaira para comprarme un pastel de nata y ya puestos, me pillé otra caja con seis para llevar. Ya era la hora de tirar para el aeropuerto así que hice la ruta inversa al viernes, con metro y cambio de metro hasta el aeropuerto. Allí, como no necesitaba la tarjeta de embarque pasé el control de inseguridad y busqué un rinconcito en la terminal para apalancarme. El avión llegó con casi una hora de retraso por culpa de un temporal de viento en Holanda y salimos con retraso porque no le daban permiso desde Schiphol, aunque el piloto recuperó gran parte del retraso con el viento. El aterrizaje fue de esos en los que todo el mundo está callado con los cojones empujando las amígdalas porque el avión daba unos bandazos brutales. Comentar como de pasada que volvieron a darme asiento de ventana, así que cierto comentarista ya sabe lo que viene a continuación. El despegue fue una porquería por la niebla, pero lo tenemos y el aterrizaje es mucho más lindo porque no había nubes y pasamos sobre la Haya primero y después por la parte del muelle de Amsterdam. Ambos vídeos están incluídos en este resumen especial y espectacular amenizado con la canción From Now On del musical The Greatest Showman que tanto le gusta a Virtuditas:
Tras aterrizar, como iba en la punta de atrás del avión y es enorme no salí a tiempo de pillar el tren de las diez y veinte de la noche y tuve que esperar hasta las once menos diez, ya que justo el que perdí era el último de los trenes cada quince minutos y a partir de ese había dos por hora. El tren salió con cinco minutos de retrasos que hicieron que perdiera la conexión con la guagua a mi casa y tuve que esperar por la siguiente quince minutos, con lo que tuve una sucesión de desastres por retrasos en el vuelo de regreso que hizo que viniera entrando en mi casa casi a la medianoche. Mi siguiente destino son las vacaciones navideñas en Gran Canaria y para llegar allí, volveré a pasar por el aeropuerto de Lisboa.
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