El otro día hablé de la aventura para conseguir la cita con el especialista en Esto te costará un ojo y quizás alguno más y como me apuntaron para una encuesta sobre el cáncer o algo así. Pronto me llegó por correo un carta a mi keli y al abrirla, me informaban que me llegaría un paquete con todo lo que necesitaba para hacerme la prueba, que se supone que me apuntaron para unas estadísticamente voluntarias sobre el cáncer de colón, que un amigo me había dicho que es el cáncer de la mielda, no el del dedo en el culo, que ese es otro. A mí es que estas cosas me confunden porque lo de las cosas que llevamos dentro como que me confunden, que recordemos que yo soy de natural sencillo y africano. Lo que sí tenía claro es que si querían mielda para analizar, ya me podían mandar el tupperware más grande que tengan porque yo con el jiñote, echo unos truscos que son como porras de policías, que mira que he tupido retretes por todo el mundo, desde los Estados Unidos de Gringolandia Putinista, hasta países de Asia como Tailandia, Birmania, Camboya, Vietnam, Malasia, Indonesia o Filipinas, por nombrar alguno de los sitios que no han sido capaces de encauzar mis truscos hacia el más allá. Hasta en mi keli, la lejía es un producto obligatorio, que al menos un par de veces por año la cisterna no es capaz de empujar por el intrincado sistema que hace que siempre se vea agua en el retrete, esos pedazos de mielda de la buena.
Unos días después me llegó un sobre de plástico colorido y por el logo, supuse que estaba relacionado con lo de la encuesta de la mielda, pero allí no había tupperware grande alguno. Al abrirlo, en su interior había un folleto, una probeta de plástico y como dos bolsas de plástico. Me pongo a leer las instrucciones y resulta que no quieren el trusco entero, sino que quieren minúsculas porciones o algo así y la probeta venía llena de un líquido mágico y al abrirla, tenía como un palito con el que pretendían que pinchara los truscos de mielda y después, metiese el contenido en la probeta, la cerraba y la metía primero en una bolsa rígida de plástico y esta en un sobre de plástico que llevaría al buzón de correo y lo mandaría al sitio en el que hacen los estudios. Tremenda decepción, yo que me veía impresionándolos con un trusco de los buenos, que yo les pongo nombre cuando los creo porque son prácticamente como seres humanos que se van a un nuevo universo.
En la parte en la que explicaban la logística, decían que tenías que poner un montón de papel higiénico en el retrete para que este capturara el trusco y evitara que cayera en el agua, ya que las muestras debían ser en seco o algo así. La alternativa era meter un trozo de cartón en el retrete haciendo una plataforma y soltar el jiñote sobre el mismo, hacer el sondeo con la probeta y después, quitar el cartón ese y tirarlo por la valla del jardín en la casa del vecino que peor te caiga. Yo conseguí recalentar las neuronas porque no lo tenía nada claro, que tendría que poner un rollo de papel higiénico entero, quizás dos, si de lo que se trataba es de evitar que un jiñote de medio kilo o más no se moje y lo del cartón lo veía peor, que básicamente impediría que todo el trusco descendiera y llegaría un momento en el que estaría sentado en el trono, con medio trusco en vertical afuera y bloqueado por el cartón y medio trusco aún dentro, como un mal parto. Pensé que igual lo mejor era parar cuando voy a correr en el campo, soltarlo allí, requetequete-pincharlo y después marcharme dejando el regalito. Está claro que los que prepararon la coña esa cagan bolitas como las cabras y nunca consideraron el escenario de un bloqueador internacional de retretes, que ha tenido éxito en al menos cuatro continentes.
Estaba yo con este dilema, maquinando posibles soluciones, sin encontrar una salida natural, simple, honesta y sencilla y pensando que a lo mejor no estaba de ningún Dios que permita comer carne de chancho y tomar alcohol el que yo me hiciera la prueba y ya casi me había convencido a mí mismo que iba a ser de-que-NO, cuando alguna luz lejana en mi kabezón se iluminó y recordé que el retrete de la planta baja de mi keli es INVERTIDO, como se puede ver perfectamente en la foto.

Siguiendo la gran tradición ingeniera germana, antes los hacían por estas tierras con el agujero por delante y una plataforma por detrás, lo cual te permitía echar el jiñote y despedirte con buenas maneras del susodicho antes de bajar la cisterna y enviarlo hacia otros universos. Ya tenía mi solución simple, honesta, natural y sencilla. Decidí hacerlo en lunes, que pasan a recoger el correo, que también decían que la probeta no debería estar mucho tiempo en camino y que las temperaturas del transporte eran importantes, que con un par de grados bajo cero en la calle, no debía ser ningún problema. El lunes me desperté cinco minutos antes, recogí la probeta y bajé emocionadísimo las escaleras, me fue al retrete, me senté en el trono y solté un trusco épico y legendario, uno que podría estar sin problemas en cualquier revista sobre el tema, precioso y se quedó allí, en aquella plataforma, saludándome y curioso. Desenrosqué la probeta, cogí la parte de pinchar y le hice cuatro punciones en cuatro puntos distintos, procurando no recoger kilo y medio de mielda, que en las instrucciones decían que, si había mucho, no podrían hacer las pruebas. Una vez tuve las muestras, cerré de nuevo la probeta, me despedí y le deseé todo lo mejor, siempre, al trusco y bajé la cisterna y claro, pasó lo que tenía que pasar, que por ese agujero tan minúsculo y con el tamaño del trusco, no pasó y se quedó allí, atrapado, sin poder irse. Es que estas cosas solo me pasan a mí. Yo no tenía tiempo para estos dramas, así que le puse una ración masiva de lejía y me piré a ducharme y vestirme, desayuné y salí por patas al buzón para dejar la probeta en su sobre dentro del otro sobre y desde allí seguí a la estación para tomar el tren al laburo. Al volver a mi keli por la tarde, vi la puerta del retrete abierta, miré y la lejía había transformado en una papilla lo que en su momento fue un glorioso trusco, así que bajé la cisterna y cerramos este ciclo de la mielda.
En las instrucciones me decían que con prácticamente todo el mundo, no contactaban y que si contactaban, es porque seguramente habían encontrado algo que quizás no sea bueno y querían apalabrar una cita con un profesional médico o un carnicero, lo que fuese más conveniente. Una semana más tarde, llego a mi keli y hay una carta con el logo de la coña esa y tengo clarísimo que me dio una bajada de tensión, que en las instrucciones decían que no contactaban contigo a menos que ….
No sabía si abrirla o esperar un par de meses y así vivir feliz, pero al final opté por hacerlo y leer el veredicto de mi futuro. La abro, miro y los josdelagran puta me mandan una carta diciéndome que el regalito que les mandé les llegó bien, que lo han analizado, que estaba todo super-hiper-mega bien y que a partir de ahora, cada dos años ya me mandan el sobre gordo para que haga más de lo mismo. Me cagué en las putas sucias y zarrapastrosas que jiñaron a esos capullos, que podían haber indicado en la información que te dan que la primera vez siempre te mandan una carta. Lo único bueno de este disgusto estresante es que al menos sé que en mi mielda lo que hay es mielda y nada más de lo que haya que preocuparse.
3 respuestas a “No digas que no fue un buen trusco”
No dejes de hacerte el test. Es fácil y ven un montón de cosas en esta cantidad ínfima de muerda.
Detectan hasta pólipos.
Yo estoy en ese programa desde hace años. Si cada dos me toca.
Y coño, bebé más agua para que cagues más blandito.
Me he meado de la risa!!!
Ya era hora que se te ocurriera escribir algo para intelectuales del trusco!!!
Lo del dedo en el culo es para tantear la próstata 🙂
Yo tambien uso la lejia… 🙂
Salud
Vaya historia de truscos.
Aqui te proponen que te sientes en la taza al revés, así la mielda no se moja.