En su día ya descubrimos la Johnny Loco Cargo Cruiser – Sinatra y de la misma marca hemos visto un montón de fotos pero como me tropecé con una en blanco, recuperamos un clásico de las bakfiets y además un modelo que ya no se vende. Esta me la tropecé en Amsterdam cerca de Leidseplein y en base a información secreta pero que podemos ver prestando atención a la rueda trasera, yo diría que su legítimo propietario la ha dejado en la calle y no la ha usado en bastante tiempo. El interior de la cesta estaba siendo usado por los turistas como una enorme y placentera papelera. Bajo la marca aparece el texto Kayleigh que igual se refiere a la canción de Marillion. Las bakfiets son muy populares en el mercado de bicis de segunda mano. Normalmente se compran cuando tienes niños y son pequeños y la vendes en cuanto tienen cinco o seis añitos y ya prefieren ir en su propia bicicleta junto a la madre o el padre. Resulta bastante raro que alguien tenga una solamente para llevar carga. Las Johnny Loco suelen tener un sistema de velocidades con lo que a la hora de subir un puente puedes cambiar a una más ligera y no dejarte el corazón y los pulmones en el intento. No nos llevemos a engaño, el éxito de este tipo de bicicletas en los Países Bajos es por ser un país plano, en cualquier lugar con colinas o desniveles, una de estas bicicletas es un suicidio.
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Trampa para soldados
Como los vietnamitas del sur y los gringos andaban buscando la manera de meterse en los túneles de Cuchi y hacerle pupita de la mala a los comunistas, estos idearon una serie de trampas en la zona en la que los túneles salían a la superficie. Aprovechando que allí crece la hierba a destajo, creaban fosos y los llenaban de pinchitos y ponían unas tapas como la que se ve en la foto. El soldado venía corriendo, caía dentro y con suerte no moría y se quedaba allí chillando como cerdo en matadero. Esta idea, que no han patentado los vietnamitas, se podría volver a usar, por ejemplo poner unas cuantas en las zonas públicas para el día ese de septiembre con la manifestación truscolana anual y así demostrarles el cariño tan grande que les tenemos. Habría que hacer también agujeros pequeñitos para los puioles, que esos con el agujero de un barreño tienen ya que la maldad está tan concentrada en ellos que casi no levantan un palmo del suelo.
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Un día entre baldazos
Ayer tuve uno de esos días interesantes en los que parece que no hay un segundo que se pueda perder. Primero vino la parte en la que me prostituyo por un salario y a las cuatro de la tarde volvía a casa mientras nos lanzaban baldes de agua desde el cielo con saña.
Llegué a mi casa y tenía todo organizado para ponerme inmediatamente a preparar Chiacchiere que quería llevar a clase de italiano. Mientras se hacían cené con comida que había sacado del congelador la noche antes y la había dejado en la nevera. Los dulces fueron la sensación en clase y tuve tanta suerte que el trayecto entre mi casa y el colegio en el que recibimos las lecciones fue bendecido con más baldazos de agua. Al salir de clase no llovía durante quince minutos y yo solo necesitaba cinco para ir hasta el cine. Quería ver por octava vez La ciudad de las estrellas – La La Land, película que creo haber mencionado anteriormente. Pensaba que estaría solo en el cine pero estaba petadísimo, la gente parece que quiere verla antes de los Oscars. Un sub-intelectual que jamás se ha enganchado con una peli no puede entender lo que me lleva a repetir y como en cada ocasión descubro algunos detalles nuevos. Para mi ahora la cuestión es si una historia endogámica, en la que los actores interpretan a personas que son actores conseguirá encandilar a los que votan. En esta ocasión más o menos comprobé que la película, considerada musical, es un tanto extraña en el formato. Comenzamos en modo musical, con todo el mundo cantando y bailando, pero después de dos números comenzamos a alternar el musical con una película sobre un músico, con abundantes escenas en las que Ryan Goslin toca el piano y probablemente por estas escenas se merece el Oscar. Hasta esta semana estaba convencido que el chamo sabe tocar el piano y aquí simplemente nos lo restriega pero resultó que no, que no tiene ni puta idea del tema y se aprendió de memoria las partituras (y tiene un montón). Un pedazo de actuación épica, tocar el piano con esa pasión, en ocasiones alternándolo con cantar, levantarse, menearse, eso es lo que se llama actuar.
El epílogo de la película, el segmento que transcurre cinco años más tarde entre este mundo y el La La mundo, con parte real y parte fantástica es en sí mismo una película fantástica. Son unos diez minutos brutales en los que tenemos que olvidar todo lo que hemos aprendido para esta realidad alternativa que todos sabemos que no llegará a suceder pero que es como se deberían haber desarrollado los eventos. Salí del cine y como en todas las ocasiones anteriores, deseché el audiobook que estoy oyendo para regresar a casa silbando las canciones de la película y por supuesto, en el camino me lanzaron al menos un baldazo y medio de agua.
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Saliendo de los túneles de Cuchi
La excursión más popular en los alrededores de Saigón combina la visita a la Santa Sede del Cao Dai con los túneles de Cuchi, los cuales son los más famosos de Vietnam, aunque particularmente diría que la DMZ que ya vimos hace un tiempo es mucho más interesante. Este es un extenso laberinto de túneles interconectados por el que se movían los comunistas para luchar contra los gringos y los del sur. En la foto vemos una de las estrechísimas salidas por las que se asomaban para matar chusma y gentuza. En nuestro caso, las dos chamas de las que podemos ver los patotes cuando vieron al negro pensaron que había una infestación de truscolanes y fueron a pisotearlo. Los túneles no son aptos para los obesos como vosotros.