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  • Mi segundo día nadando con tiburones ballenas y traslado a Legazpi

    6 de mayo de 2016

    El relato comenzó en Cruzando China camino de Manila

    Ya comenté en el capítulo anterior que según regresé de la excursión para ir a ver ballenas, lo primero que hice fue apuntarme para repetir al día siguiente y a las seis de la mañana yo ya estaba en el bar del hotel pidiendo mi desayuno y a las siete menos cuarto, era el primero en el centro de inscripción para la gente que quiere vivir la aventura. Uno de Singapur que casualmente vino conmigo a Donsol en mi micro era el segundo y nuestro barco, con seis pasajeros, se llenó con un argentino que ha estado casi cinco meses recorriendo el sureste de Asia y ese era su penúltimo día antes de regresar a su patria, un francés, una australiana y un alemán con el bañador todo roto y que cada vez que se sentaba nos enseñaba a los tres que nos sentábamos enfrente de él sus gregorios. Es el problema de los mochileros, que tienen un presupuesto tan ajustado que cuando algo como esto les sucede, apechugan y siguen adelante sin gastarse un leuro en algo tan banal e innecesario como un bañador. 

    En la primera hora los oteador es no vieron ningún tiburón. Recorríamos los mares dando vueltas y más vueltas sin suerte. Cuatro ya habíamos hecho la excursión el día anterior y visto los tiburones así que culpábamos del gafe a los otros dos. Finalmente, nos topamos con uno y como en ocasiones anteriores, todos al agua con el barco en marcha. El agua estaba más llena de plancton que el día anterior y la visibilidad era menor. El tiburón ballena era de unos seis metros y se mantenía algo sumergido con lo que nos resultaba difícil seguirlo. Estuvimos nadando con él unos quince minutos y en ese tiempo, nos subíamos al barco cuando se alejaba, nos volvían a dejar caer por delante de él y así podíamos seguir con la actividad. El tiburón estaba haciendo círculos y cuando los otros botes descubrieron que teníamos uno, llegaron hasta cinco botes más con lo que en un momento determinado éramos cuarenta y pico personas en el agua y aquello no molaba mucho. Salimos escopeteados y nos acercamos a otro barco y encontramos otro tiburón ballena, mucho más grande y que subía y bajaba lentamente con lo que podíamos nadar con él tranquilamente, al menos los primeros díez minutos. Mientras estábamos con ese pasó otro pero iba muy rápido y no lo pudimos seguir, o al menos no sabemos si en los diferentes saltos que hicimos allí, estábamos siempre viendo al primero o se alternaban. 

    Cambiamos de zona y seguimos con suerte y pillamos otro tiburón, enorme y muy elegante. Uno de los que iban conmigo pilló mi cámara y si todo salió bien, debo tener hasta un vídeo en el que se me ve nadando junto al tiburón. Los primeros Díez minutos estábamos solos pero después empezaron a llegar barcos y estos eran los peores, los que llevaban chinos y filipinos, que no parecen saber nadar, todos van con chalecos salvavidas y cuando los lanzan al agua los tienen que arrastrar porque no se mueven. 

    Llegamos a ver otro más, aunque iba muy rápido y se sumergió con lo que lo vimos muy poco tiempo y también tuvimos otro que yo no llegué a ver, aunque uno dijo que vio un poquito. Acabamos agotados, esta vez estuvimos mucho más tiempo en el agua nadando. Como había pagado el impuesto gubernamental el día anterior y es válido por una semana, esta segunda salida me costó menos de diez leuros o a tres leuros y pico la hora. Se me ha olvidado comentar que ambos días, en ambos barcos, teníamos una persona con algún tipo de minusvalía. El primer día era un gangoso. Yo tenía que meter la cabeza debajo del agua para descojo arme porque era como ver a Arévalo contando chistes. Claro, una persona rumbera y con un alto nivel de educación sabe como comportarse en una situación como esta pero es que a mí me criaron en la Isleta y allí te partías de risa con los gangosos y ni te cuento cómo corría el Mórcoba huyendo de las viejas que le querían pasar el billete de lotería o de ciegos por la chepa para que les tocará el premio. El gangoso de vez en cuando nos decía algo pero como aún no vamos por ahí con gafas de realidad virtual que nos pongan los subtítulos, no nos enteramos de nada. El segundo día teníamos a uno al que le faltaba una pierna y la otra la tenía como flaca y doblada en una forma in natural. Lo pusieron a pilotar y visto de lejos parecía hasta normal, hasta que abría la boca y solo tenía tres dientes y con mucho espacio entre ellos. 

    Desde allí volví al hotel, dejé fuera de la habitación el bañador para que el albor lo secara y me duché y empecé a hacer la maleta. Después pillé un triciclo al pueblo y en la furgoneta ya había cuatro Filipinas. Puso mi micro-bolsa atrás y me senté en la quinta fila. El espacio para las piernas es mínimo. Después llegó el de Singapur, dos más con mochilas gigantescas y el tío les dijo que si las querían llevar, las mochilas tenían que pagar por un puesto. El billete nos valía un leuro y medio. El resto fueron filipinos. Salimos con diecisiete personas incluyendo al conductor (y podrían haber sido dieciocho si no es por las mochilas). La siguiente hora y media recorrimos los cincuenta kilómetros que separan Donsol de Manila. Yo me bajé en el aeropuerto porque mi hotel estaba allí. Era el Legazpi AirPort Hotel & Restaurante y es bastante cutre aunque barato. El calor en la ciudad era horrendo y de hecho, opté por quedarme en la habitación hasta que el sol empezó a bajar. Quería sacar dinero de un cajero y sabía que había uno a unos setecienttos metros y fui andando hasta allí y estaba fuera de servicio. Lo que vino a continuación fue increíble. Recorrí los dos kilómetros y medio que había entre el aeropuerto y el centro comercial de la ciudad parando en todos los bancos y supermercados con cajeros y TODOS estaban fuera de servicio. En algún punto del paseo mi teléfono dejó de funcionar y mostraba un mensaje diciendo que solo llamadas de emergencias. Llegué al centro comercial, con unos diez cajeros automáticos de seis bancos y todos estaban fuera de servicio. Cené en el First Colonial Grill, más que nada para probar su famosísimo helado Sili, el original helado picante, eso con fresa y chili. Tiene tres niveles siendo primero para ñangas, el segundo para hombres de verdad y el tercero para chiflados. Ví a gente pedir el de nivel tres y dejarlo en la mesa porque no aguantaban el picante. Yo me conformé con el nivel 1 para ñangas. Estaba riquísimo pero me tuve que beber tres vasos de agua. 

    Después elegí una ruta alternativa con otro montón de cajeros y regresé andando al hotel y de nuevo, todos, todos, todos, estaban fuera de servicio. Un policía me dijo que esas máquinas dependen de la red de Internet de Global, casualmente mi operador de teléfonía filipino y esta red se había caído. 

    Y así acabó el día de mi segunda aventura con tiburones ballena en este viaje a las islas Filipinas. 

    El relato continúa en Transición de Legazpi a Camiguin pasando por Manila y Cebu

  • Chiesa di San Giusto

    6 de mayo de 2016
    Chiesa di San Giusto

    Mientras cambiaba de escenario y recorría el laberinto de callejones de Lucca me tropecé con la Chiesa di San Giusto, pequeña y muy bonita por fuera y ahí en donde la veis, una iglesia que se hizo en el siglo XII (equis-palito-palito) sobre otra que ya existía. El interior de la iglesia lo reconstruyeron en el siglo XVII (equis-uve-palito-palito) y es de estilo barroco. El arco sobre la puerta me pareció muy bonito así como el uso de franjas blancas en la fachada para darle un toque diferente.

  • Nadando con tiburones ballena en Donsol

    5 de mayo de 2016

    El relato comenzó en Cruzando China camino de Manila

    Una de las cosas que siendo niño, adolescente o incluso adulto, jamás se me habría ocurrido que haría es lo de nadar junto a tiburones ballena y sin embargo, ésta ha sido mi segunda vez, ya que el año pasado en Oslob también lo hice pero allí alimentan a los animales y vienen a comer al lugar por la comida fácil y lo de hoy era otra cosa. Como todas las grandes aventuras, comenzó unas horas antes de la hora Virtuditas, a las siete de la mañana, aunque yo desde las seis ya estaba en planta. Entre las cosas que me traje de Holanda estaban las gafas y tubo así que solo necesitaba aletas, las cuales las alquilé en la recepción del complejo. Equipado, caminé los quinientos metros que separan el lugar en donde me quedo del centro de inscripción para el evento. A las siete de la mañana no éramos muchos. El precio por barco es fijo, seis mil quinientos pesos filipinos a dividir entre los seis pasajeros con lo que nos sale a poco más de diez leuros por julay a los que hay que añadir unos cuatro leuros y pico por el permiso del gobierno, el cual es válido para una semana Es decir, por menos de quince leuros puedes pasar tres horas en el mar buscando tiburones ballena y nadando con ellos cuando los encuentran. La tripulación de cada barco tiene un piloto, un oteador, que se sube en alto para buscarlos y dos guías que nadan con nosotros. Primero vimos un pequeño vídeo con lo que se puede y no se puede hacer y me agruparon con dos gringos, una malaya y una pareja china. Fuimos a nuestro barco y nos pusimos en ruta, el PRIMER barco que salió del puerto, con lo que lo de madrugar ayuda y además, así te evitas las aglomeraciones de gente alrededor de los tiburones ballena, algo que sucede más tarde. Tuvimos un montón de suerte y en los primeros díez minutos nos dijeron que nos preparáramos. Nos pusimos las gafas, tubo y aletas, cogimos nuestras cámaras fastuosas y lo que hacen es ponerse por delante de la dirección en la que va el tiburón y déjanos caer al agua en marcha. Después nos acercamos hasta el mismo. No era muy grande, de unos SEIS metros, pero igualmente espectacular y estaba comiendo cerca de la superficie y no iba muy rápido. Estuvimos con el tiburón unos minutos hasta que desapareció hundiéndose. Nos subimos al barco y en un minuto nos avisaron que habían visto otro o quizás el mismo. De nuevo todos al agua, los chinos con sus salvavidas, como siempre y volvimos a nadar con un animal increíble, que en tagalo llaman Butanding. Para mí con esos dos ya había cubierto mi suerte. Nos dijeron que desde el dos de marzo los barcos que han salido han visto tiburones ballena todos los días, pero al ser mar abierto, no te lo pueden garantizar. Cinco minutos después de ver el segundo y volver a subir al barco nos topamos con un tercer tiburón, aunque en este caso nadaba algo más profundo y resultaba difícil verlo porque el agua no es cristalina, ya que está llena de plancton que es lo que comen los tiburones ballena. Cuando vimos el tercero, otros tres o cuatro botes se acercaron y no es agradable cuando tienes a veintipico personas alrededor del animal. Nuestro piloto decidió coger puerta y nos fuimos a otra zona a buscar bichos. Estuvieron más de una hora dando vueltas hasta que apareció el cuarto. Nos lanzamos todos al agua y éste era gigantesco, de unos diez metros y se movía tan rápido que nos era imposible seguirlo. Nos subimos al barco y unos diez minutos más tarde nos cruzamos con otro enorme y que de nuevo, avanzaba rapidísimo, al menos para nosotros. Al sexto nos lo topamos una media hora más tarde mientras comía en la superficie del agua. Era enorme. Conseguimos nadar con él medio minuto o así. El agua en esa zona no era muy clara y el capitán optó por ir a otro lado, ya que la visibilidad en el agua era muy escasa. Según llegamos a la nueva zona, avisan que hay otro y nos lanzamos al agua. A ese yo no lo llegué a ver porque se hundió pero alguno de los otros turistas sí que lo vieron. Un rabillo más tarde dieron un nuevo aviso y nos tiramos al agua y vi mi séptimo tiburón ballena del día y nadé con él. Era de los grandes. Después de eso, hubo un nuevo aviso pero nadie vio nada y para cuando nos quisimos dar cuenta, eran ya las Díez de la mañana y volvimos al punto de partida. Fue una experiencia galáctica, algo fabuloso y lo primero que hice al regresar fue inscribirme de nuevo para repetir al día siguiente, ya que lo puedo hacer y después volver al hotel, ducharme y dejar la habitación sin problemas. 

    El resto del día lo pasé sacrificándome y tomando el sol en la piscina del complejo. Hay una playa delante pero me han dicho que aunque parece playa no lo es y cuando entras está llena de rocas que te pueden desollar vivo. Por la tarde, hice algunas fotos más de las increíbles puestas de sol que hay en el lugar, cené temprano y me retiré agotado. Otra de las cosillas que hice ese día fue planear mis siguientes movimientos. Tras dudar y cavilar hasta el infinito y aún más allá, he decidido que lo mío es el sol y playa y me voy de islas, aunque eso formará parte de otro episodio. 

    El relato continúa en Mi segundo día nadando con tiburones ballenas y traslado a Legazpi

  • Tejados y montañas con la Torre delle ore al frente

    5 de mayo de 2016
    Tejados y montañas con la Torre delle ore al frente

    En una foto de hace una o dos semanas vimos la torre delle ore desde su base y hoy vemos lo fabuloso que aparece su reloj desde lejos. La foto la hice desde el campanario de la chiesa dei Santi Giovanni e Reparata. En todas las fotos que hemos visto desde el aire, parece que predomina el color crema chirria a la hora de pintar las casas.

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