Este año he cerrado muy pronto el círculo de la amistad y ya he estado con todos los amigos que forman parte del núcleo fundamental. He estado varias veces con el Rubio y hablo con él prácticamente a diario, pasé por Málaga para ver a Sergio y lo conté en Fin de semana en Málaga, estuve en Estambul para ver al Turco y lo conté en Otro fin de semana en Estambul y ahora quedé en Munich con mi amigo Dirk, al cual conocí de una manera rocambolesca y que seguramente nadie cree y que se puede jactar de ser el único amigo al que acudí tanto a su fiesta de compromiso como a su bodorrio, el cual conté en tiempos anteriores a la bitácora en mi lista de correo con un relato espectacular de necesidad. Estas cosas no se organizan de hoy para ayer y así, allá por octubre del año pasado transavia anunció una nueva línea desde Eindhoven a Munich y pusieron los vuelos a sesenta leuros en promoción (para la ida y la vuelta combinada). Entonces, en aquellos tiempos pasados, llamé inmediatamente a mi amigo y acordamos vernos en Munich en marzo. El tiempo pasó y el día de la salida llegó el pasado viernes, día en el que en los Países Bajos llovió como si fuera la fecha designada para el inicio del segundo diluvio universal y por eso, a las tres de la tarde, en lugar de ir en bicicleta hasta la estación, opté por ir en guagua. Desde allí seguí en tren hasta la estación central de Eindhoven y en la misma pillé la guagua al aeropuerto. Tras el control de inseguridad y todo lo demás, me tocó esperar al embarque.

Creo que no tenemos ni pelos en la cabeza para contar la cantidad de ocasiones en las que he creado anotaciones espectaculares con los relatos de mis viajes y las acompaño con fotos y vídeos como nadie y por ello, decimos la verdad cuando afirmamos que este es el mejor blog sin premios en castellano y lo es con una diferencia apabullante. Hemos tenido fotos de aviones, vídeos de despegues, de aterrizajes y hasta vistos del revés y hoy le damos una nueva vuelta de tuerca con otro vídeo espectacular que si no habéis podido ver está aquí. En realidad es la fusión de tres pequeños vídeos que hice y este documento estremecedor comienza caminando hacia el avión con una pava por delante de mí y subiendo al mismo, mientras el artisteo me puede y en el suelo se refleja la luz del sol al ponerse. La imagen se transforma en el segundo segmento que además está reproducido al doble de velocidad y en el que podemos ver el avión siendo empujado hacia atrás para dejar el aeropuerto y vemos a un avión de Ryanair que acaba de llegar y finalmente llegamos al tercer segmento y que se reproduce a cuatro veces la velocidad normal y en el que nos echamos a correr, entramos en pista y despegamos al anochecer. Flipante y alucinante. Todo un clásico.
El vuelo es corto, básicamente cincuenta y cinco minutos y al llegar me compré un billete de metro y fui a la estación central. Faltaba media hora para que llegara mi amigo y como nos quedábamos en el Hotel Alfa que está al lado de la estación, fue a registrarme y dejar la mochila y así ganamos algo de tiempo. Después nos vimos en el andén, nos dimos un soberano abrazo y continuamos la conversación eterna que tenemos. Nos fuimos al Augustiner restaurant que hay cerca del ayuntamiento y nos encochinamos con Hausgemachtes Krautwickerl que estaba de cagarse y por supuesto, regado con litros de cerveza.
Los vasos de un litro son mortales y pesados pero uno se sacrifica por sus amigos.
Salimos de allí cuando básicamente nos echaron y con litros y litros de cerveza en las interioridades y un festival de visitas al baño a mear. Las dos fotos anteriores sirven de prueba concluyente que yo no formo parte del club del dios ese de los joputas terroristas musulmanes islámicos ya que con la misma alegría que como chancho, bebo alcohol. Paramos en un par de locales más hasta que descubrimos que junto a nuestro hotel había un pub de fans del FC Bayern München, equipo del que mi amigo es fans desde siempre y cuyo entrenador es en la actualidad un truscolán de mierda pesetero como Judas y que se va a la liga inglesa porque allí le dan más guita. Entramos en el bar y nos bajamos tal cantidad de cerveza que lo de regresar al hotel ni lo recuerdo y cuando a la mañana siguiente vi que mi cepillo de dientes estaba en el baño, con lo cual es más que probable que me los lavé, ni yo me lo creía.
En esta ocasión, voy a optar por el tradicional corte según el día y lo dejamos aquí y mejor que os atéis bien el cinturón porque mañana habrá candela que no veas.
El relato continúa en Paseando, comiendo y bebiendo por Munich