Desde ayer por la tarde y hasta el viernes de esta semana parece que tendremos el único pedazito de invierno de este año. Llevamos dos otoños seguidos, con agua y más agua y temperaturas alrededor de los doce grados que no solo nos agobian a nosotros sino que desquician a los animales, que no saben muy bien lo que está pasando. Así, el otro día leía que tenemos una cantidad increíble y asombrosa de pájaros que han optado por no migrar al sur ya que aquí no hace frío, tienen comida y se ahorran el viaje.
Lo bueno de los tres días casi con invierno es que no llueve y no necesitas plastificarte para salir a la calle. Este doble otoño ha sido tan intenso que mi chaqueta perdió la protección para repeler el agua, algo que sucede después de una serie de lavados y supongo que combinado con los baldazos de agua que le caían. Ya lo he solucionado, lavándola primero con un producto especial para limpiarla, haciendo un segundo lavado con un producto especial que reactiva la protección contra el agua y finalmente rociándola con una capa protectora también para repeler el agua. Todo eso para que la prenda más importante de mi vestuario aguante la que está cayendo. La tengo desde el 2008 y en este tiempo, ha recibido una nueva cremallera.
Esta mañana, llegaba a Hilversum con tres grados bajo cero y al ir a coger La Zarrapastrosa para ir a la oficina descubrí que el candado se había congelado y no pude liberarla de su aparcamiento, con lo que tuve un inicio dramático de jornada andando los setecientos metros que separan la oficina de la estación de tren. Un par de días antes alguien me había robado la funda que cubre el asiento y que uso para que cuando llueve, al usarla se la quito y el asiento está seco. No me quejo porque yo robé dicha funda de otra bicicleta en Utrecht. Algunas empresas las ponen en las bicis alrededor de las estaciones con publicidad, así que tendré que pillar otra en Utrecht y traérmela a Hilversum sobre todo porque la semana que viene regresa el otoño.
Desde que regresé de Canarias el uno de enero, el único día en el que tuvimos sol de verdad fue el sábado pasado, el resto, un cielo gris o negro y agua. Esto no es invierno, es otra cosa. El Turco me manda continuamente fotos de cielos azules en Estambul. Lo hace para joderme y para que vaya a verlo, algo que no creo que ocurra en la primera mitad del año porque ya lo tengo todo organizado y no abundan los fines de semana libres. Mis planes para las vacaciones en el sureste de Asia de este año siguen orbitando alrededor de Filipinas, aunque no creo que pase por China e iré por Kuala Lumpur. Cuando ya estaba a punto de comprar el billete descubrí que la parada de tres días en Pekín no valía para solicitar la Visa de setenta y dos horas, ya que aunque llegaba desde Amsterdam y seguía hacia Manila, el avión que me llevaba en este segundo trayecto hace una escala en una ciudad China y esa escala bloquea el acceso a la visa gratuita. En fin, que quizás otro año habrá más suerte con ese país. Por lo demás, la primera escapada, que será a Napoles y Pompeya, solo tiene el billete de avión y la pensión y ahora me tengo que currar el plan para los tres días que estaré por allí, en los que sí que tengo claro que me voy a empachar a pizza y ver si puedo mejorar las mías, que ya rozan la perfección, sobre todo desde que compré una piedra y las cocino en la misma.