Otro edificio precioso de noche es la Galleria Vittorio Emanuele. Vista desde fuera, mirando desde la Piazza del Duomo parece una enorme catedral petada de julays que acuden a consumir masivamente o a dejarse la vista mirando los escaparates con productos con precios prohibitivos. Todas los negocios que hay en la galería deben mentener el mismo estilo uniforme de cristaleras, lo cual le da un aspecto más fastuoso. Después de que largaron en el 2012 a McDonalds de la misma, en su interior solo hay tiendas de lujo o de puro-lujo-María.
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La maldita nueva hora
Para mí resulta más fácil entender un dogma de una fe que no tengo que las teorías que explican las ventajas maravillosas del cambio de hora. También me resulta mucho más fácil adaptarme a un cambio de hora de seis o siete, tanto yendo en dirección este (añadiendo horas) como oeste (perdiendo horas). La movida esta que se inventan del cambio de hora de primavera y de otoño a mí me deja descolocado una semana o más, estoy cansado todo el día, tengo sueño cuando no debería y me despierto a horas que no tendría que estar despierto. Encima y gracias al dichoso cambio de hora, tengo luz por la mañana cuando estoy en el trabajo y no la necesito y cuando salgo de la oficina y voy a mi casa básicamente estamos en pleno proceso de apagado del sol con lo que a menos que salga a caminar durante la hora del almuerzo, vivo de noche de lunes a viernes.
Estos días parece que no solo nos han robado la luz, la temperatura por fin se ha encontrado con la estación y las calefacciones comienzan a arrancar, salvo en mi empresa, en donde el aire acondicionado pretende convertir la oficina en un enorme congelador en el que se pueda almacenar carne y los viejos que tenemos en la empresa no sigan envejeciendo, ya que los conservamos a quince grados y frenamos el proceso de envejecimiento.
Con el súbito cambio de temperatura, los árboles han dejado atrás el aburrido verde y en un par de días se ha disparado el inventario de colores y ahora caminar por la calle es algo precioso, los bosques y las zonas ajardinadas muestran una gama infinita de colores otoñales, las hojas crean alfombras preciosas sobre las que pasamos con la bicicleta y todo tiene el bucólico aire del otoño. En fin, que de ahí a la nieve solo hay un paso y espero que tengamos más suerte que el año pasado.
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El duomo di Milano de noche
Cuando oscurece el duomo di Milano se vuelve espectacular con la iluminación. En lo alto se puede ver a la virgen que tienen exiliada allá arriba y todo el edificio adquiere un aire de escenario perfecto de película de terror con espíritus de presuntos tocadores de niños persiguiéndote para agarrarte las joyas mientras corres por la plaza sin poder huir de ellos. Una de las ventajas del invierno es que no hay que esperar mucho para hacer la foto, esta la hice a las cinco y media de la tarde el último día de noviembre.
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De bicicletas y sus dramas
Este sábado se cumple un año de la presentación de La Lapoya, la bicicleta que supone el pilar fundamental de mi libertad de movimientos. En el tiempo que lleva conmigo, creo que ha tenido un par de pinchazos y por lo demás ha aguantado muy bien hasta el pasado viernes. Ese día, cuando corría a la estación a primera hora de la mañana de repente hizo un ruido extraño, hizo un segundo ruido extraño y los pedales dejaron de propulsar a la bici. Pensé que se había soltado la cadena pero no, es algo más interno y misterioso. La tuve que dejar aparcada en la puerta de un portal de viviendas y continuar en la guagua. Por la noche, cuando volvía del cine regresé al lugar, la recogí y fui andando hasta mi casa. El sábado, en una inspección ocular quedó claro que el problema es bastante profundo y no se ve sencillo de reparar para un ser simple y simplón como yo. En seguida, se activó el protocolo de emergencia ejecutiva y La Cholina se convirtió en mi principal medio de transporte. Esta es una bicicleta que uso poco porque no tiene velocidades y aunque puedo hacer el recorrido desde mi casa a la estación en casi el mismo tiempo que con La Lapoya, la cantidad de ejercicio es brutalmente mayor y llego a la estación más sudado que el coño de una bailarina de reggaeton. Como en ocasiones anteriores mi vecino es el encargado de llevarla a reparar porque conoce al chamo que tiene su pequeño negocio en la caseta del jardín de su casa. Hasta el momento en el que he escrito esta anotación, en un día de esos terrible porque al salir del trabajo vuelo a mi casa para cenar un caldo de millo y según acabe me voy al cine en Amsterdam y de paso al mercado del sur de la ciudad para ver si consigo castañas y no regresaré hasta cerca de la medianoche. Es lo malo de las semanas complicadas, como aquellas en las que quieres ver seis películas, ir a clase de italiano, trabajar y pasar el fin de semana en la capital de Polonia, aparte de procesar al menos mil fotografías. Todo esto no sería posible sin una planificación milimétrica, un transporte público en el que se pueda confiar y ni un solo minuto gastado en ver la tele.
En esta absurda y caótica mezcla de información, me acabo de dar cuenta que ni he bautizado ni he puesto ninguna foto en la bitácora de la cutre-bicicleta que me apropié en el viejo edificio de mi empresa y que uso en la actualidad para recorrer los setecientos metros que hay entre la oficina y la estación de Hilversum Sportpark. Dado que es patética, mi lista de nombres candidatos include la truscolana, la Chan-Chán, la Chaflanera o la Peripatética.